San Matías apóstol, 14 de mayo

Reemplazó a Judas Iscariote

San Matías apóstol 2021
San Matías Apóstol © Preguntas Santoral

José Miguel Bracero, sacerdote de la diócesis de Córdoba, ofrece este artículo sobre la figura de san Matías, que reemplazó a Judas Iscariote como apóstol de Jesús y cuya fiesta se celebra hoy, 14 de mayo.

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Cada 14 de mayo celebramos la fiesta de san Matías Apóstol, elegido por el Espíritu Santo (cfr. 1ª lectura Hch 1, 15-17. 20-26) cuando al repartir suertes entre José, llamado Barsabá, de sobrenombre “el Justo” y Matías, éste fue elegido y asociado a los once apóstoles. Reemplazó a Judas Iscariote, aquel que vendió a nuestro Señor Jesucristo por treinta monedas de plata. Fue tal la gravedad de su pecado que, incapaz de pedir perdón, no pudo soportar el sufrimiento y se quitó la vida.

Pero Matías, que en hebreo significa “regalo de Dios”, ya era seguidor de Cristo “desde el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado al cielo” (cfr. Hch 1, 22) y tenía que ser con nosotros “testigo de su resurrección”. Sin duda alguna lo que parecía ser una cuestión de azar, “la suerte cayó sobre Matías”, resulta, como siempre ocurre, algo que está en la mente de Dios desde toda la eternidad. No hay casualidad, ni coincidencia, sino lo que algunos llaman diosidad, porque así Dios lo quiso en su insondable Voluntad. Desde luego, su elección ha sido fruto de la oración de la comunidad (cfr. Hch 1, 24).

Al igual que a través de la designación de san Matías, Dios hace maravillas en nuestra vida en cada pequeño acontecimiento, a veces gozoso, otras triste y doloroso, pero sólo a sus ojos y desde nuestra propia fe podemos tratar de entender lo que desde nuestra razón limitadamente humana no lograremos alcanzar más que en la Vida eterna. Por eso ante las dificultades y sufrimientos de nuestra vida, corremos el riesgo de alejarnos de la fe, pero sólo Dios nos conoce y sondea nuestros corazones, tantas veces endurecidos.


Poco se dice de su vida en la Sagrada Escritura. Tenemos que acudir a los Santos Padres de los primeros siglos de la Iglesia para entrever algunos de los rasgos de su personalidad. De los escritos de san Clemente y san Jerónimo se destaca había sido educado en la Ley de Moisés, joven inocente, casto e ilustrado en las virtudes y la ciencia. Incluso era uno de los llamados Setenta y dos discípulos que Jesús envió en misión. Una vez ordenado por san Pedro, recibió junto con los demás apóstoles y la Virgen María el Espíritu Santo en Pentecostés, fiesta que celebraremos el próximo domingo 23 de mayo. Y ahí comenzó su apostolado por el mundo, llegando a predicar y evangelizar hasta Etiopía, país en el que se le tiene una gran devoción.

Murió apedreado –otras tradiciones afirman que crucificado- por los fariseos, irritados por sus éxitos conquistando muchas almas y corazones para Cristo y por haber proclamado que las Escrituras hablaban de la venida del Mesías, que murió y resucitó, y que el pueblo judío permanecía en tinieblas porque no reconocía a Jesús como Dios verdadero. Su cuerpo fue sepultado cerca de Jerusalén y Santa Elena, madre del emperador Constantino, lo recuperó y lo llevó a Roma, donde se venera en la Basílica de Santa María la Mayor.

Podríamos decir que san Matías es un apóstol menos conocido que otros, pasó desapercibido, pero no le falta importancia por su seguimiento de Cristo, su celo apostólico a la conversión de los corazones y a anunciar el Evangelio. Dice el Evangelio del día (Jn 15, 9-17) por boca de Jesús: “no sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os ha elegido”. Precisamente esa marca apostólica es la que tiene que movernos a nosotros también, a anunciar el Evangelio en el mundo, a ser verdaderos apóstoles de Cristo a nuestro alrededor, en un mundo tentador, cada vez más secularizado e incluso hostil con todo lo que suene a cristiano, a Dios, a trascendente. Nos estamos empobreciendo tanto interiormente, que sólo nos quedamos con las apariencias y lo superficial porque nos parece más sencillo de alcanzar.

Pero nuestra meta no es para este mundo, sino para la vida eterna. Nuestra vocación, es a la inmortalidad, llegar al Cielo. Buen ejemplo para nosotros el de san Matías, los apóstoles, y sentirnos amigos de Cristo, y no siervos y esclavos del mundo. Para eso, mucha oración, docilidad al Espíritu Santo, perseverar en nuestras luchas, y levantarnos cuando caigamos. Así seremos apóstoles, nos sentiremos amados y permaneceremos en su amor, pero como Jesús nos dice: “si guardáis mis mandamientos” y “que os améis unos a otros” (cfr. Jn 15, 9-17). El Papa emérito Benedicto XVI dijo una vez que “aunque en la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrarrestar el mal que ellos realizan con nuestro testimonio fiel a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador”.

Qué mejor maestra y modelo de vida, de fe y de amor que nuestra Madre la Virgen María, a la que mostramos nuestro amor y devoción en este mes de mayo. Que de su mano nos sintamos verdaderos cristianos, valientes como san Matías, y llamados a cumplir nuestra misión evangelizadora y apostólica en el mundo: “os he destinado para vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 17). Y ese fruto, es el amor.