El sacerdote Gonzalo Martín comparte con los lectores de Exaudi este artículo titulado “Testigos de ayer, ejemplos para hoy”, sobre la figura de los san Felipe y Santiago, cuya fiesta se celebra hoy, 3 de mayo.
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Con la reforma del Calendario Litúrgico, se empezó a celebrar la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago el 3 de mayo, no porque fueran apóstoles, sino porque la tradición nos dice que sus reliquias se encontraron juntas, y que se llevaron a la Iglesia romana de los “Doce Apóstoles”, motivo actual de su celebración el mismo día.
Siendo verdad que hay pocos datos y algunos confusos, basándonos en lo que aparece en los evangelios podemos decir casi con toda seguridad que ambos santos, pertenecieron al grupo de discípulos de Juan el Bautista, y que ambos fueron llamados por el Señor y pertenecientes al grupo de los doce apóstoles.
Felipe
Todos coinciden que Felipe era natural de Betsaida, igual que Pedro y Andrés. Y conocido en primer lugar por haber invitado a Natanael (seguramente Bartolomé) para conocer a Jesús. Fue perseverante en la invitación porque la primera respuesta de Natanael no fue muy alentadora “¿De Nazaret puede venir algo bueno?” (Jn 1,45). Pero Felipe no se desanimó y le insistió a verificarlo con sus propios ojos: “Ven y verás” (Jn 1,46). Esto nos deja claro que era un discípulo convencido de quién era el Señor, y como invitaba a encontrase con Jesús y formar parte de los nuevos discípulos. Y ésta es una de sus características de apóstol: su perseverancia en el testimonio.
También es muy referida y recordada su intervención en la multiplicación de los panes y peces, donde Jesús se dirige a él para interpelarle sobre la comida y escuchamos, por boca de Felipe, la realidad de la situación y la cercanía al Señor: “Sólo hay alguien que tiene dos peces y cinco panes, pero ni con 200 denarios habría suficiente para dar de comer a todos” (Jn 6,7). Apóstol que vive de la realidad y desde lo práctico. Y , esto mismo, le lleva a ser un apóstol que continuamente está en diálogo y acercando a algunos griegos para que se acercaran a Jesús. Ejemplo para nosotros de cómo nuestra tarea y misión es el ser intermediarios entre el hombre y Jesucristo.
Lo último que conocemos de Felipe es la pregunta que le hizo a Jesús en el la Última Cena para que le mostrase al Padre, así como la gran pregunta y reflexión de Jesús: “Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conocéis, Felipe? Quien me ve, ve al Padre. ¿Cómo me dices, entonces, ‘muéstranos el Padre’? ¿No crees que estoy en el Padre y el Padre está en Mí? (…) Créeme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí” (Jn 14, 9-11).
Se dice (lo atestigua Clemente de Alejandría) que murió crucificado, boca abajo, durante la persecución de Dominciano, alrededor del año 96.
Santiago el Menor, hijo de Alfeo
Santiago, el Menor, como es conocido, considerado el “pariente de Jesús”, tuvo un papel preeminente en la Iglesia de Jerusalén, siendo el primer obispo de la misma, y se le atribuye la epístola que lleva su nombre. En el Concilio celebrado en esa ciudad afirmó junto a los demás participantes que los paganos podrían ser acogidos en la Iglesia sin la necesidad de la circuncisión (Hch 15,13).
Sabemos de él que era de Caná de galilea, su nombre aparece mucho en la carta de los Hechos de los apóstoles. Se le asigna la primera de las Cartas Católicas de la Biblia, así llamadas porque se dirigían no a una, sino a varias Iglesias. En ella, invitaba a los cristianos a tener una fe viva, que tenía que traducirse en obras, y en concreto en obras hacia los más pobres y desfavorecidos, como podían ser, en aquel tiempo, huérfanos y viudas. También exhorta a la oración, pidiendo el don de la sabiduría que nos ayuda a comprender los verdaderos valores de la vida.
Santiago, el Menor, para distinguirlo del hermano de Juan, desarrolló una intensa actividad evangelizadora y la tradición nos lo presenta como un apóstol muy austero, de gran exigencia consigo mismo, hombre de oración (se dice que le salieron callos en las rodillas). La gente lo tenía por un hombre santo, y lo llamaban “el intercesor por el pueblo”. Murió mártir en Jerusalén sobre el año 62, unos dicen que apedreado y otros que fue arrojado desde lo alto del templo.
La famosa frase: “Si Dios quiere”, que usamos con cierta frecuencia, tiene su origen en la carta de Santiago (Stg 4,15) y nos enseña a estar siempre dispuestos a renunciar a los propios planes para seguir más de cerca al Señor, confiando en que Él sabe lo que es mejor para nosotros. Una de las actitudes fundamentales que coronaron la vida de este apóstol.
La fiesta de estos dos grandes apóstoles, grandes santos, nos invita a vivir muy cercanos a Jesús, interpelando a los demás a encontrarse con el Señor y a vivir desde la voluntad de Dios, desde una oración concretada en la vida, con obras, en favor de los demás.