Hoy, 13 de junio, la Iglesia celebra la fiesta de san Antonio de Padua, el sacerdote Miguel Ángel Martín ofrece este artículo sobre la figura de este santo italiano, patrono de los novios.
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Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nacido en Lisboa (Portugal) entre los años 1191-1195, es conocido universalmente en la fe católica por su nombre de religioso, Antonio, que adoptó a los 25 años tras ingresar en la orden franciscana.
Su juventud transcurrió en su Portugal natal en la que, de la mano de los Canónigos regulares de san Agustín recibe desde los 15 años una sólida formación humana y teológica, especializándose en el estudio de la Sagrada Escritura y los Santos Padres: san Jerónimo, san Agustín, san Gregorio Magno y san Bernardo de Claraval, entre otros, fueron enriqueciendo el corazón y la mente de este joven portugués.
La experiencia del martirio de cinco hermanos de la orden franciscana en Marruecos a principios de 1220, cuyas reliquias e historia llegaron a Coimbra, donde estudiaba el joven Fernando de Bulloes, tocaron hondamente su corazón, haciendo nacer en él el deseo de ingresar en la orden franciscana y continuar la labor de estos misioneros en el norte de África. Así Fernando adopta el hábito franciscano y con él, el nombre por el que será históricamente conocido, Antonio.
Parte para Marruecos y pasa allí la segunda mitad de 1220, pero la providencia en forma de enfermedad le hace tener que abandonar África para ser tratado, llegando al sur de Italia, desvío provocado por una “providencial” tormenta.
Ya en Sicilia, tuvo noticias de uno de los primeros capítulos generales de la orden franciscana y puso rumbo a Asís, donde se encontró con san Francisco y pidió quedarse en Italia para continuar profundizando en los rudimentos de la regla franciscana.
Es en estos años en los que su fama de predicador, fruto de su profunda formación y de una espiritualidad y fe desmedidas, comienza a hacerse popularmente conocida, desbordando los confines de su residencia habitual en Padua, norte de Italia, y llegando incluso a oídos del Papa Gregorio IX, quien valorando sus predicaciones en contra de la herejía Cátara que comenzaba a propagarse en Francia, llegó a referirse a él como el “arca del testamento” por medio de la cual la sabiduría del Reino era manifestada para mayor gloria de Dios.
Junto a su predicación, Antonio fue también reconocido por sus numerosos milagros, en vida y tras su muerte. Uno muy particular fue el recibir en al menos una ocasión la visita del Señor Jesús durante la noche, para consolarle en un momento de tribulación, esta visita del Niño Jesús es la que propicia que en la iconografía de San Antonio se le represente siempre con Jesús niño entre sus brazos.
Es numeroso el número y la variedad de signos prodigiosos que la tradición le atribuye, desde reanimar a niños al borde de la muerte hasta predicar, y hacerse entender, a los peces ante la falta de fe de algún pueblo italiano, pasando por proteger de una tormenta el lugar donde celebraba una predicación al aire libre, ante el asombro de su audiencia que observaba la lluvia alrededor del lugar, permaneciendo ellos secos.
Falleció el 13 de junio de 1231 con apenas 35 o 36 años, rodeado de una gran fama de Santidad, que le hizo alcanzar los altares menos de un año después de su muerte, el 30 de mayo de 1232, siendo hasta hoy el segundo santo más rápidamente canonizado en la tradición católica, tras san Pedro mártir de Verona. Fue declarado doctor de la Iglesia en 1946 por el papa Pio XII, recibiendo el título de “Doctor evangélico”.
Su devoción está aún muy extendida y goza de enorme popularidad, en muchos países de habla hispana, junto a Portugal y Brasil, se le considera el patrono de los noviazgos, protector de los hijos y mediador de las cosas perdidas, ya sean materiales o espirituales, así que ya estés buscando pareja, tengas a un hijo que pasa por un momento difícil o hayas perdido algo que necesitas verdaderamente, dirige tu oración a san Antonio, para que medie ante el Señor y puedas encontrar consuelo y gracia.