La revista «New England Journal of Medicine» publica una primicia médica y describe la terapia de reemplazo enzimático (ERT) en el útero para tratar la enfermedad de Pompe. Los investigadores han administrado al feto una enzima para el tratamiento de un raro trastorno genético para prevenir problemas cardíacos y musculares propios de esta patología.
«Este tratamiento amplía el repertorio de terapias fetales en una nueva dirección», afirma Tippi MacKenzie, coautora del informe. «A medida que se dispone de nuevos tratamientos para los niños con afecciones genéticas, estamos desarrollando protocolos para aplicarlos antes del nacimiento». MacKenzie codirige el Centro de Medicina de Precisión Materno-Fetal de la UCSF, y dirige el Centro Eli y Edythe Broad de Medicina de Regeneración e Investigación de Células Madre.
De esta forma, otros trastornos genéticos podrán ser tratados en la fase fetal del ser humano mediante la infusión de una enzima necesaria a través de la vena umbilical del feto en una persona embarazada. Es «un trabajo esencial de prueba de concepto» y «una piedra angular para comprender mejor… el beneficio de la terapia con enzimas prenatalmente», dice Yin-Hsiu Chien, genetista médico del Hospital de la Universidad Nacional de Taiwán que no participó en la investigación.
Ayla es una niña de 16 meses aparentemente sana que, a diferencia de dos de sus hermanos, ha sobrevivido y presenta una función cardiaca y motora normales. Esta niña tiene la enfermedad de Pompe por haber heredado de ambos padres un gen defectuoso para la enzima que descompone el glucógeno (una forma en que se almacena la glucosa). El resultado es que la enzima llamada alfa glucosidasa ácida (GAA) presenta niveles bajos y esto produce acumulación de glucógeno en las células cardiacas y musculares. Los niños portadores de este problema genético tienen el corazón agrandado y suelen morir al cumplir dos años. Gracias a la terapia de reemplazo de enzimas, que consiste en la infusión de GAA sintética cada una o dos semanas desde el nacimiento o desde que se diagnostica la enfermedad, y que se viene implementando desde el año 2006, las posibilidades de los niños con Pompe han mejorado. Sin embargo, en el tipo de enfermedad de Ayla, de inicio infantil, no se produce GAA y el daño cardiaco se inicia en el útero.
Mackenzie se planteó si la infusión de GAA en la vena umbilical podría proteger al feto. Un procedimiento similar al efectuado con las transfusiones de sangre que se realizan rutinariamente a los fetos con ciertas condiciones. La terapia de reemplazo de enzimas en el útero parecía «una fruta al alcance de la mano que se había pasado por alto», dice Mackenzie.
Y es que si se proporcionaba la proteína enzimática a un ser humano en fase fetal, cuando su sistema inmunológico está aún poco desarrollado, habría menos posibilidad de rechazo, como puede ocurrir luego del nacimiento con la formación de anticuerpos. Además, al no haberse formado completamente la barrera hematoencefálica, la enzima llegaría más fácilmente al cerebro, lo que prevendría el daño cerebral observado en otros trastornos en los que el sistema nervioso central requiere la proteína ausente.
El grupo investigador experimentó con ratones algo similar con una enfermedad parecida a la de Pompe, que es uno de los diversos trastornos de almacenamiento lisosómico de inicio temprano. Los pacientes con este tipo de enfermedades «son candidatos ideales para la terapia prenatal porque el daño a los órganos comienza en el útero», señalan los investigadores. El éxito obtenido animó a Mackenzie y sus colaboradores a iniciar pruebas en seres humanos. Entonces enrolaron a una pareja en Otawa, Canadá, con dos hijos sanos pero que había perdido a dos niñas a causa de la enfermedad de Pompe infantil, a pesar de que una de ellas había recibido terapia enzimática desde su nacimiento. La madre, Sobia Qureshi, quedó de nuevo embarazada, ahora de Ayla, y las pruebas hechas al feto determinaron que también esta niña había heredado las dos copias defectuosas del gen GAA.
En coordinación con el Hospital de Otawa y el Hospital de Niños del Este de Ontario, la UCSF procuró la administración de la enzima en seis oportunidades a partir de las 24 semanas de embarazo. Al nacer, Ayla no manifestó los habituales signos de problemas cardiacos que se muestran en niños que sufren la enfermedad de Pompe de inicio infantil. Actualmente, Ayla continúa recibiendo terapia enzimática y su desarrollo ha sido normal. Qureshi dice en un video que tener un hijo sano con Pompe “es absolutamente increíble” después de perder dos hijos por la enfermedad. “Es un milagro”, añade el padre de Alya, Zahid Bashir.
El equipo investigador espera poder probar esta estrategia in útero en ocho enfermedades de almacenamiento lisosomal. En la actualidad han administrado enzimas a dos fetos más. Después de su nacimiento todos los sujetos serán evaluados de manera cercana. Y es que la enzima dejará de llegar al cerebro a causa de que la barrera hematoencefálica se termina cerrando con el crecimiento del niño y esto podría acarrear deterioros.
La esperanza de los investigadores se basa en que el tratamiento en el útero demore la manifestación de trastornos hasta que los niños sean elegibles para una terapia que pudiera ser permanente, como los trasplantes de células madre o terapias génicas que se efectúan en ensayos clínicos, según comentan los genetistas médicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke y la enfermedad de Pompe. “La esperanza es que si podemos prevenir el daño neurológico que comienza en el útero, podemos detener la progresión y, con suerte, servir como puente”, comentan Priya Kishnani y Jennifer Cohen, colaboradoras en el ensayo y coautoras del artículo de NEJM .
Toda esta historia nos lleva a una reflexión: Cuando los expertos en biomedicina tratan de salvar o mejorar la vida del ser humano que la mujer lleva en su seno, cumplen de la mejor manera su fin primordial y hacen patente que la vida de la persona comienza con la fertilización del óvulo y se desarrolla continua y gradualmente actualizando sus potencialidades sin interrupciones. Es admirable comprobar los avances de la ciencia biomédica y emociona comprobar sus éxitos en beneficio de la salud de las personas que, en este caso, conlleva además a la alegría de unos padres angustiados. Por eso carecen de sentido los atentados a los seres más vulnerables que deberían ser los más protegidos por la familia y por el estado.