Saludo del Papa a la Fuerza Aérea Italiana

Con motivo de la clausura del Jubileo Lauretano

Saludo Fuerza Aérea Italiana
Saludo del Papa a la Fuerza Aérea Italiana en el Altar de la catedral de la Basílica Vaticana 10 dic. 2021 © Vatican Media

En la mañana del día de hoy,  10 de diciembre del 2021, en la Solemnidad de la Santísima Virgen María de Loreto, el Papa Francisco ha recibido en audiencia en el Altar de la catedral de la Basílica Vaticana a los representantes de la la Fuerza Aérea Italiana, en la conclusión del Jubileo de Loreto.

Peregrinos en este mundo

Saludo Fuerza Aérea ItalianaEn su saludo a los presentes, el Pontífice se ha referido a que “en cada Jubileo, según la antigua tradición bíblica, nos recuerda que somos peregrinos en este mundo: que no somos ‘dueños’ de la tierra y menos aún del cielo, sino que estamos encargados de cultivar y conservar este ‘jardín’ en el que Dios nos ha colocado”.

Sobre esta cuestión, Francisco ha indicado que este Jubileo, en el centenario de la proclamación de Nuestra Señora de Loreto como ‘Patrona de todos los aeronautas’, “nos ha recordado que Dios también ha creado el cielo para nosotros. Contemplar el cielo nos abre a espacios ilimitados; nos hace sentirnos pequeños y al mismo tiempo ‘pensados’, ‘recordados’ por Aquel que creó el universo” (cf. Salmo 8) y añade que es “una realidad que no deja de asombrarnos mientras la descubrimos con instrumentos de observación cada vez más potentes”.

“¡Vuela alto! No sigáis vuestro egoísmo”

De este modo, el cielo nos recuerda “que también estamos hechos para volar, no tanto en el sentido material, sino sobre todo en el espiritual”. Asimismo, el Santo Padre destaca que “somos hijos de un Padre que nos dice: ‘Sed santos, porque yo soy santo’. Que es como decir: ‘¡vuela alto!’ No sigáis vuestro egoísmo, que os lleva a encerraros; abríos a Dios, abríos a los demás, haced sitio a la gratuidad, al servicio, a la magnanimidad, y vuestra vida tomará vuelo”.

A continuación el saludo completo del Santo Padre, traducido por Exaudi.

***

Saludo del Santo Padre

Queridos amigos de la Fuerza Aérea Italiana


Vengo a saludaros al final de la celebración con la que habéis concluido el Jubileo de Loreto, que para toda la Iglesia terminará esta tarde en Loreto. Saludo al Jefe del Estado Mayor y al Arzobispo Militar Ordinario; os saludo a todos los presentes y a vuestros colegas comprometidos en Italia y en el extranjero, así como a vuestras familias. Cada Jubileo, según la antigua tradición bíblica, nos recuerda que somos peregrinos en este mundo: que no somos “dueños” de la tierra -y menos aún del cielo-, sino que estamos encargados de cultivar y conservar este “jardín” en el que Dios nos ha colocado.

Este Jubileo, en el centenario de la proclamación de Nuestra Señora de Loreto como “Patrona de todos los aeronautas” (Decreto de Benedicto XV, 24 de marzo de 1920), nos ha recordado que Dios también ha creado el cielo para nosotros. Contemplar el cielo nos abre a espacios ilimitados; nos hace sentirnos pequeños y al mismo tiempo “pensados”, “recordados” por Aquel que creó el universo (cf. Salmo 8), una realidad que no deja de asombrarnos mientras la descubrimos con instrumentos de observación cada vez más potentes. Millones y millones, ¡mil millones de años quedan atrás!

El cielo nos recuerda que también estamos hechos para volar, no tanto en el sentido material, sino sobre todo en el espiritual. Somos hijos de un Padre que nos dice: “Sed santos, porque yo soy santo”. Que es como decir: ¡vuela alto! No sigáis vuestro egoísmo, que os lleva a encerraros; abríos a Dios, abríos a los demás, haced sitio a la gratuidad, al servicio, a la magnanimidad, y vuestra vida tomará vuelo.

En particular, deseo que ustedes, como miembros del Ejército del Aire, den cabida a estos valores en el desempeño diario de sus funciones, pero ante todo en su vida personal, para que haya unidad entre lo que son y lo que hacen. Para ustedes, “volar alto” significa ser pacificadores, servir a la paz tanto en el aire como en tierra, en casa y en el extranjero, en zonas de conflicto. La Santa Casa de Loreto nos recuerda que, estemos donde estemos, tenemos un hogar que guarda nuestras raíces cristianas; y tenemos una Madre que vela por nosotros. El hogar es la Iglesia y la Madre es María. De ella aprendemos sobre todo la humildad, que es el camino que lleva al Cielo.

Queridos amigos, os agradezco esta visita, este encuentro. Que la gracia del Jubileo de Loreto os acompañe y siga dando frutos en vuestras vidas. Y por favor les pido que recen por mí. Gracias.

© Librería Editora Vaticana