¿Sabes lo que realmente es la Lealtad? en este vídeo semanal del canal de evangelización católico Se buscan Rebeldes, el Sacerdote Pablo de Lecea afronta el argumento evidenciando cómo esta virtud a lo largo del tiempo es la mejor manifestación de libertad y por tanto de amor.
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“Convéncete, la lealtad es el camino del amor. Descúbrelo en este video y disfruta del amor para siempre”
Hace unos meses unos chavales me contaron que habían ido al centro de la ciudad a repartir comida a los vagabundos y gente sin hogar. Cuando se les terminaron los alimentos que estaban repartiendo quisieron aprovechar el lugar donde estaban para acercarse a la Catedral y visitarla. La verdad, es preciosa. El caso es que cuando salieron de la catedral se encontraron con otro grupo de jóvenes que se les acercaron con unos papeles y comenzaron a explicarles la identidad de los animales con los hombres. El que me lo contaba me dijo, mostrando una cierta perplejidad, “una de las chicas nos quiso convencer que los hombres y las vacas somos iguales”.
Y sí, efectivamente, esa chica tiene parte de razón, porque el ser humano tiene, podríamos decir, su parte animal, en el sentido de tener también esos instintos básicos que hacen de motor en los animales: el alimentarse, la reproducción de la especie y la tendencia a la horizontalidad… son las tres actitudes que cuando vas a un zoológico ves en cada uno de los lugares donde se encuentran los animales: comen, se reproducen y duermen. Es cierto, podríamos añadir, que son también capaces de afectividad hacia quien les alimenta y cuida. Pero no pasan de ahí.
El ser humano es más, mucho más que un maravilloso animal, es mucho más que un animal al que cuidar y evitar su extinción, es mucho más que un animal al que respetar por el hecho de pertenecer a la naturaleza. El ser humano es capaz de libertad, es decir, de hacer lo que no tiene ganas, lo que no le apetece, lo que le produce hastío, es capaz de hacer cosas contrarias a sus inclinaciones, a sus instintos básicos, y es capaz de hacerlas por alcanzar un bien que le parece superior, como puede ser el bien de otro, o el propio. El caso de los enamorados, por su pareja, son capaces de hacer lo que sea, o una persona por adelgazar es capaz de no comer, etc, pero es que además es capaz de hacerlo a gusto.
Y si el ser humano es capaz de libertad es entonces capaz de amar y ser amado, es decir, es capaz de organizar su vida, utilizar las horas del día para empeñarse en lograr que los que le rodean sean mejores cada día, eso significa amar; y ser amado significa percibir que estar con esa otra persona me hace a mi ser mejor, mejor mujer, mejor marido, mejor hijo, mejor amigo, etc.
Y tu vida y la mía merece la pena, vale la pena y mucho vivirla cuando decido dedicarla a amar y ser amado, es decir, a utilizar mi libertad no para identificarme con los animales, no soy una vaca, sino para hacer que los demás sean mejores y yo mismo percibir que mejoro al estar con esa persona.
Pues bien, la perseverancia, la constancia, la continuidad del amor y ser amado en el tiempo es lo que quiero significar con la denostada y olvidada LEALTAD, palabra que me suena maravillosa, simplemente deliciosa. Porque esa lealtad a lo largo del tiempo es la mejor manifestación de libertad y por tanto de amor.
Lealtad, si lealtad, no me voy a cansar de repetir que nuestra sociedad necesita que tú y yo volvamos a descubrir el maravilloso rostro de la lealtad. Pero ¿por qué hoy la lealtad no está de moda? ¿Por qué es tan frecuente escuchar que las parejas se rompen por falta de lealtad de una de las partes, o grupos de amigos se separan por pequeñas traiciones?
Es raro, muy raro encontrarse con alguien que te diga con orgullo que es desleal, es decir, nadie en su sano juicio ve con buenos ojos el ser desleal, y, sin embargo, la deslealtad está extendida por los cinco continentes en prácticamente todos los niveles: político, social, familiar, profesional, personal, etc.
Entonces, ¿qué sucede? Por qué nadie quiere que le tachen de desleal y sin embargo lo vemos todos los días en la prensa o en la vida misma al escuchar tantas separaciones de matrimonios.
La lealtad habitualmente hace referencia a un compromiso, implícito o explícito. Implícito por ejemplo en el caso de la amistad, a tus ideas, a tu país, y explicito sería por ejemplo a tu pareja en el matrimonio o a tu empresa. Sí, las personas somos por definición capaces de compromiso, y esto es lo que me parece esencial. Los animales no se pueden comprometer. De hecho, una de las concreciones más extraordinarias del amor es el compromiso mantenido en el tiempo, es decir, la lealtad.
Es lo que queda reflejado de manera maravillosa en una película que quizá hayáis visto que a mí me pareció deliciosa. Se llama El Violinista en el Tejado. Trata de un matrimonio de judíos en la Rusia de los zares. En un momento dado se les va a casar su hija mayor. Tiene alrededor de 25 años. La chica está ilusionadísima con el hecho de contraer matrimonio con el amor de su vida. Parece como si a su padre le sorprendiera, o le diera un poco de “morriña” el verla con esos sentimientos tan positivos. Debió de pensar algo así como: si esta niña, que conoce a su futuro marido hace poco tiempo, está tan contenta, mi mujer ¿lo estará también?
Quiso comprobarlo y de repente le preguntó a su mujer: “¿Tú me quieres?”
La respuesta es una de las más inteligentes y verdaderas que se pueden dar.
Le dice: “tú lo sabrás”. Y continúa: “Te he seguido durante veinticinco años a donde hemos tenido que ir, te he dado 8 hijos. Te he procurado obedecer. Te he cuidado cuando lo has necesitado. Te he atendido cuando has estado enfermo. Tú sabrás si te quiero”.
Como vemos, utiliza el lenguaje de su época y la forma de decir de su cultura.
Pero lo más maravilloso es que el marido le pregunta acerca del sentimiento que tiene hacia él. Si siente, más o menos, lo que su hija por su novio. Ella, sin embargo, no le contesta con un sentimiento, sino con un comportamiento. Con obras fruto de su lealtad al compromiso adquirido hace 25 años.
Podemos decir, que cuanto más comprometido estoy, cuanto más leal soy en el tiempo a mi compromiso más amo y, por tanto, más soy ser humano y no sólo ser animal. No nos dejemos llevar por esta ola de desánimo generalizado que encontramos en todas partes que nos lleva a pensar que no somos capaces del compromiso para siempre. Es la cultura de lo provisional, “nos juntamos hasta que nos cansemos”. Sin compromiso no hay amor verdadero. Es una ola que trae el miedo al “para siempre”. Es el Papa Francisco el que ante 12 mil novios les decía en Roma:
… queridos novios, el “para siempre” no es sólo una ¡cuestión de duración! Un matrimonio no es logrado sólo si dura, sino que es importante su calidad. Estar juntos y saberse querer para siempre es el desafío de los esposos cristianos.
La lealtad tantas veces se asocia con monotonía, con inercia, con repetición. Evoca algo automático, maquinal. Pero la lealtad, para que merezca ese nombre, no es fruto de la apatía o la indolencia, sino de algo profundo: del respeto a uno mismo y a los demás, del valor de la palabra dada. Mantenerse leal a un compromiso significa actualizar cada día lo que nos llevó a comprometernos. En el caso de los matrimonios, volver, por así decir, a ser novios cada día. “El amor ni cansa ni se cansa” (San Juan de la Cruz).
Porque el matrimonio no es simplemente un acto de sinceridad, de quien afirma con cierta solemnidad que cree que ama sinceramente al otro. Es sobre todo un acto de la voluntad, de quien se compromete a amar al otro, de quien sabe que la fuerza de ese amor no se mide por la intensidad emocional del momento presente, sino por la determinación de ambos para construir juntos ese camino de amor. Por eso el matrimonio es también un contrato entre dos personas que deciden libremente unir sus vidas, para los momentos buenos y para los malos, en la prosperidad y la adversidad, en la plenitud de la vida y en la enfermedad o la vejez.
Al mismo tiempo, lealtad no es sólo perseverar, ser constante en el tiempo a un compromiso. Porque se puede perseverar sin ser leal. Lealtad es una palabra que va directamente de la mano del amor porque no es leal quien persevera con resignación; no es leal quien persevera solo porque es su deber; no es leal quien mantiene su compromiso por miedo a las consecuencias de no mantenerlo; no es leal quien busca exclusivamente asegurarse el buen juicio de los demás; no es leal quien mantiene su compromiso porque tiene planteamientos raquíticos, porque rehúsa considerar las cosas grandes de la vida por temor a que le resulten atractivas. Para una persona así la lealtad es un puro formalismo; no se desdice porque le parece feo –incluso despreciable– desdecirse, pero no porque le parezca maravillosa la entrega, porque ame; no niega lo que afirmó, no reclama lo que entregó, pero no lo hace por el valor de la entrega, del amor y de la vida de entrega, sino simplemente por guardar una formalidad.
En un libro que recomiendo que se titula “Amar pero ahora en serio” de Pierre-Hermé Grosejean, dice:
¿Cuál es la diferencia entre estar enamorado y amar? Estar enamorado es del orden de los sentimientos. Amar es del orden del compromiso libre de la voluntad, Amar es elegir amar, es querer amar.
El amor es la voluntad que se compromete (…) para pasar del estoy enamorado al amo, hace falta tiempo que se llama lealtad en el amor.
Es la capacidad liberadora del compromiso en el tiempo del amor que es la lealtad. Nos lo recordaba el Papa Francisco comentando el sí de la Virgen María a ser la madre de Dios:
Queridos hermanos y hermanas, ¡qué difícil es, en nuestro tiempo, tomar decisiones definitivas! Nos seduce lo provisional. Somos víctimas de una tendencia que nos empuja a lo efímero… ¡como si deseáramos permanecer adolescentes para toda la vida! ¡No tengamos miedo de los compromisos definitivos, de los compromisos que involucran y abarcan toda la vida! ¡De esta manera, nuestra vida será fecunda! Y ¡esto es libertad! Tener el coraje de tomar decisiones con grandeza.
Entonces, cuando descubrimos el rostro maravilloso de la lealtad en el amor, es entonces cuando podemos entender estas palabras de Jesús
Lc 9, 62 “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios”.
Sí, cuando somos leales en el amor, cuando nuestro compromiso de amor y de amar es mantenido contra viento y marea valemos para el reino de Dios, porque Dios nos quiere y nos quiere felices, nos quiere libres y la lealtad tiene esa capacidad liberadora que llena de paz y de alegría el corazón del ser humano y por tanto le hace capaz del reino de Dios.
El puente Milvio, sobre el rio Tíber, es uno de los más antiguos y emblemáticos de Roma. Fue mandado construir por Nerón en el año 206, y desde entonces ha sufrido muchas reformas y reestructuraciones, aunque todavía conserva tres de sus arcos originales. En sus inmediaciones tuvo lugar la famosa batalla del año 312 en la que Constantino venció a Magencio, logrando así el control del Imperio.
Sin embargo, en los últimos años se ha hecho famoso como el puente de los candados, a raíz de un singular diálogo creado por Federico Moccia en su novela Ho voglia di te (tengo ganas de ti), posteriormente llevada al cine. En su capítulo 49 se lee un diálogo entre el protagonista y Gin, la chica de la que está enamorado. Pasean por el puente Milvio, y Gin lo obliga a detener en seco el coche, con intención de contarle una historia sobre la tercera farola:
“-Ésta es la tercera farola que da al otro puente… ¿ves eso de ahí? -Sí…me parece que alguien se ha equivocado atando la motocicleta…
-pero, ¿qué dices, tonto? Es el candado de los enamorados. Se engancha un candado en esta cadena, se cierra y se arroja la llave al Tíber. – ¿y después? -ya nunca te separas.”
La supuesta leyenda dice que, si los amantes de Roma graban sus nombres en un candado, lo encadenan a la tercera farola del lado norte del puente Milvio y tiran la llave al Tíber, estarán juntos el resto de sus vidas. Gracias al éxito de la novela, la acción de fijar un candado en el puente Milvio y tirar la llave al río se convirtió en una nueva tradición entre los jóvenes que iban allí para sellar su compromiso de amor.
La costumbre se extendió a otros países. En París, en el puente de las artes acaban de prohibirlo…
¿Por qué ha tenido tanto éxito entre los enamorados una idea tan sencilla? Posiblemente porque expresa de una manera elemental, casi ingenua, una convicción que está en el fondo de todo corazón humano, y es que el amor verdadero es eterno, no depende de altibajos, ni de estados de ánimo. Todo el mundo comprende que quien dice un “…te amo”, pero que lleva implícito, aunque no se exprese con palabras “…mientras me gustes, o mientras me resultes atractiva, o mientras me des la razón”, no puede paladear lo que es el amor…que es la voluntad de establecer un compromiso para siempre que se resume en esta lealtad en el amor.