Renunciar cuesta dinero. Y mucho. No necesariamente hay que ocupar un puesto de poder o una posición de gran importancia. A veces, incluso renunciar a un hábito laboral establecido o a un puesto ganado con mucho esfuerzo puede ser muy difícil. Por eso, cada vez que una figura pública destacada decide dar un paso atrás, tomarse una excedencia, se gana inmediatamente la simpatía y la estima del público. Lo vivimos de forma llamativa el 11 de febrero del 2013 con la histórica renuncia de Benedicto XVI al ministerio petrino.
Lo vemos – aunque en un ámbito diferente – con la misma claridad en las últimas 24 horas, después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunciara que desistiría de presentarse a un segundo mandato en la Casa Blanca, dejando en manos de su partido la elección de un nuevo candidato que desafíe a Donald Trump (Biden, sin embargo, ya ha señalado a la vicepresidenta Kamala Harris como su preferencia para sucederle en el Despacho Oval).
Como es bien sabido, la decisión llevaba tiempo en el aire, y muchos miembros destacados del Partido Demócrata habían instado a Biden a renunciar a su candidatura a la reelección. Sin embargo, la decisión última recayó en el inquilino de la Casa Blanca, y por tanto hay que atribuirle la decisión, muy personal y ciertamente nada fácil, de no presentarse a otros cuatro años como presidente.
Una elección noble, que – como han señalado varios observadores – sitúa el bien del país por encima de sus intereses personales. Y ello más allá de las valoraciones políticas de su presidencia, que ahora llega a su fin. En 1999, Nelson Mandela hizo una elección similar – y en algunos aspectos incluso más fuerte y evocadora – cuando renunció a presentarse a un segundo mandato presidencial y se retiró de la vida pública.
Había derrotado al apartheid, y había iniciado la reconciliación de su amado Sudáfrica. Ahora era el momento de dejar a otros la cosecha de las semillas que le habían costado 27 años de cárcel.
El tiempo de la política también puede ser muy fructífero en períodos cortos: a Joe Biden «sólo» le quedan seis meses antes del relevo, el 20 de enero del 2025. Al no tener ya que tomar decisiones exclusivamente con vistas a la campaña electoral, es de esperar que el presidente estadounidense presente nuevas iniciativas audaces y creativas para alcanzar aquellos objetivos que definirán su legado en la historia, sobre todo en política exterior, empezando por el fin de los conflictos en Ucrania y Oriente Medio.
Fuente: Alessandro Gisotti – Vatican News