Recientemente ha causado conmoción el escándalo del P. Marko Rupnik S.J. Quien fue excomulgado por absolver a su cómplice en una relación sexual, aunque ya se le levantó la excomunión. Después han surgido multitud de voces femeninas que lo han denunciado por abuso sexual y psicológico. La Compañía de Jesús ha tomado medidas disciplinares cautelares en su contra. Pero esta triste y dolorosa situación ha llevado a preguntarse: ¿Qué hacemos con sus obras de arte?
Rupnik ha sido calificado como el Miguel Ángel del siglo XXI. San Juan Pablo II destinó el dinero que le regalaron por sus cincuenta años de sacerdocio a la elaboración de la Capilla Redemptoris Mater en el Vaticano, obra de Rupnik, y lugar donde habitualmente hace los ejercicios espirituales la Curia Romana en cuaresma, encabezada por el Papa. Su obra es a la par bella y profunda, y se haya diseminada por todo el mundo católico: el Vaticano, los Santuarios de Lourdes, Fátima, la Basílica de san Juan Pablo II en Cracovia, en el Santuario Nacional de Juan Pablo II en Washington, la Catedral de la Almudena en Madrid, o el Santuario del Padre Pio en San Giovanni Rotondo, en el sur de Italia.
Sobra decir que su arte profundamente cristiano ha ayudado a muchas personas a encontrar a Dios a través del camino de la belleza. ¿Debemos retirar esas obras de arte porque la vida de su autor desdice del significado de su obra? He ahí la difícil cuestión, el dilema moral. Podríamos afirmar que se trata de un divorcio entre la bondad y la belleza, entre la ética y el arte. ¿Qué hacer con su obra?
Personalmente pienso que destruir o eliminar su obra sería un crimen contra el arte, contra la belleza. ¿Por qué motivo? Porque una cosa es ser santo y otra ser artista. Lo ideal sería que se unieran las dos características como en el Beato Fra Angélico O.P. Pero en la mayoría de las ocasiones no es así, el mundo en el que vivimos no es ideal, sino “humano, demasiado humano”. Muchos grandes artistas han tenido una vida personal más que cuestionable. Mozart, que compuso maravillosas misas, estaba obsesionado por lo obsceno (parece ser que tenía síndrome de Tourette) y lo vulgar. Caravaggio fue asesino, y ¿qué hacemos con la Capilla Sixtina si se comprueban los rumores de que Miguel Ángel era gay? Es frecuente que en el mundo artístico personas de gran talento tengan una vida azarosa.
Volviendo al caso del Padre Rupnik, creo que no hay duda de su gran talento. Cito las palabras de Piero Marini, Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias de san Juan Pablo II, con ocasión de la capilla Redemptoris Mater en el Vaticano:
“La Capilla «Redemptoris Mater» se convierte, así, en un ejemplo eficaz de un posible itinerario para una nueva evangelización, un verdadero «lugar teológico» donde el misterio de Dios y su manifestación epifánica en Cristo se pueden contemplar no sólo en la verdad teológica que todo lo envuelve, sino también en la estética teológica, gracias a la cual llegamos a entender que la categoría de la belleza corresponde ante todo a Dios y a la bondad y belleza de todas sus obras. Entre ellas es central la Encarnación salvadora del Hijo de Dios en ese icono de la Iglesia y de la humanidad redimida que es la Toda santa Madre de Dios.”
Vuelvo a la pregunta, ¿Qué hacemos con la obra de Rupnik? Conservarla sin duda. El bien que hace la belleza como cauce hacia lo divino, la forma en como eleva el alma del hombre a la trascendencia, le permitirán a Marko Rupnik pagar por sus pecados. Una persona puede tener gran talento y no hacerlo todo bien en su vida, tener una doble vida o cometer abusos sexuales. ¿Qué quiere decir eso? Que es una persona real, frágil, pecadora, pero con gran talento. Nosotros no debemos juzgar las conciencias de las personas, obviamente no podemos aprobar su comportamiento inmoral, por el que debe pagar una pena -ya lo está haciendo- y rendir cuentas a la justicia; pero el hecho de que haya hecho algo malo, y muy malo, no quita que también en su vida haya hecho cosas buenas, y muy buenas. Que la maldad real y existente en el mundo, no nos orille a destruir la belleza, porque finalmente la que pierde es la humanidad. Como diría san Pablo: “no te dejes vencer por el mal, vence al mal con el bien.”