El sacerdote y psicoterapeuta Alfons Gea ofrece este artículo sobre la importancia de romper el paréntesis ocasionado por la pandemia, recordando que nos necesitamos como comunidad.
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La pandemia está cambiando costumbres. El inicio de la misma nos llevó a suprimir algunas actividades sociales lúdicas o religiosas. Algo tan cotidiano como ir a comprar se está transformando en encargar el producto vía internet y esperar el transportista que, según cómo nos resulta más rápido que el comprar presencialmente. De resultas de ello muchos establecimientos se ven obligados a cerrar.
Sin querer comparar la compra con la asistencia a Misa, sí que podemos afirmar que también para muchas personas, sobre todo mayores, que asistían a Misa en la parroquia o comunidad, el hecho de “verla por televisión” les lleva a un cierto aislamiento físico y social respecto a su comunidad. La presencia física en la asamblea facilita el ser alguien para alguien, el que nos reconozcan y el reconocer a los demás, el ejercitar la palabra, el encuentro y la escucha.
Podemos decir que las facilidades telemáticas, si bien facilitan que el producto nos llegue, en el caso de las compras, hacen por otro lado que las competencias sociales de relación se atrofien. El problema no es solo la pobreza de estímulos y la limitación de vivencias. El problema es que en no pocas personas el aislamiento está generando la instauración de miedos, la debilidad en afrontar las dificultades o retos como desplazarse a lugares necesarios, sino que está provocando estrés y ansiedad ante un ambiente restringido y pobre que no facilita la expresión de las preocupaciones al carecer de interlocutores. Nos necesitamos como comunidad. Necesitamos ser, y somos cuando somos para alguien, no para un índice de audiencia.
El Santo Padre, Papa Francisco, ya al inicio de la pandemia, marcó la hoja de ruta. Afirma en el prólogo del libro Comunión y esperanza: “La Pascua nos da esperanza, confianza y valor, nos fortalece en la solidaridad” y en la fraternidad. “El peligro de contagio de un virus debe enseñarnos otro tipo de ‘contagio’, el del amor, que se transmite de corazón a corazón”, añade.
Hay quien vive en un estadio de paréntesis, es decir esperando la normalidad y mientras tanto eludiendo actividades sociales y como hemos dicho, la asistencia a Misa en la parroquia o comunidad. El caso es que no se ve el momento de cerrar el paréntesis para volver a la normalidad. Nadie tiene idea de cuándo acabará la pandemia. Se va imponiendo la necesidad de romper el paréntesis antes que de cerrarlo. Las personas que desde primera hora no han hecho un paréntesis en salir de casa y relacionarse, sino que con las debidas precauciones han tomado contacto con la calle, no presentan lo cuadros de ansiedad que los que se han blindado en una burbuja, que los que todavía viven en modo paréntesis.
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