Revolucionar las celebraciones
Por unas primeras comuniones más sencillas, auténticas e iguales para todos

Creo que hay veces en que hace falta una revolución. Y creo que ahora necesitamos una que debería ser más fuerte que la industrial. Hablo de la revolución de las celebraciones: una revolución en las comuniones, en las bodas…
Pero vamos paso a paso. Para empezar, me propongo algo no sencillo: revolucionar las primeras comuniones.
Hace unos años, una mujer se me acercó. No era especialmente cariñosa. Yo no podía dejar de mirar sus uñas: negras, con una media luna pintada y purpurina brillante sobre la luna. Mientras yo me perdía en esos detalles, ella me increpaba porque compartíamos iglesia el mismo día de la comunión de nuestros hijos —ella por la mañana, yo por la tarde—, y me advertía que si no abonaba la cantidad estipulada, me retirarían las flores.
Pagué. Temía el color que esa madre de uñas negras con media luna habría elegido. Y esto es un despropósito. Pagué sin elegir, sin saber, sin tener voz. Pagué por tener la fiesta en paz.
Creo que sería bueno que, desde los centros y las parroquias, se subsanara cualquier tipo de obligatoriedad. Hay padres que se preocupan y se organizan con meses de antelación, que contratan servicios desde enero para no quedarse sin fotógrafos, flores… Y hay familias que no pueden permitirse ciertos gastos. A unos y a otros los metemos en un lío si no actuamos con sensatez.
Yo animaría a que fueran las propias catequistas —que conocen bien a los niños y tienen sensibilidad para lo que se celebra— quienes se encargasen de arreglar la iglesia con sencillez y buen gusto para la ceremonia.
Animaría también a las parroquias a confiar en que, si alguno tiene un iPhone y un poco de buen gusto, pueden hacer las fotos dentro de la iglesia sin necesidad de profesionales caros.
Y, redoble de tambores para la revolución: si todos los niños llevasen la misma túnica blanca, todos irían vestidos exactamente igual. El factor económico no marcaría ninguna diferencia, ni sería un problema.
Después, por supuesto, cada uno sería libre de celebrar como quiera: con fotógrafos, flores, vestidos, mesas de chuches… eso ya va al gusto, las necesidades y las posibilidades de cada familia.
Pero creo firmemente que hay que empezar a revolucionar las ceremonias. Why not?
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