Revertir el Deterioro Social: Una Tarea que Comienza en la Dirección Empresarial
El papel clave de los empresarios cristianos en la reconstrucción del tejido social y la promoción del bien común

En las últimas décadas, hemos asistido en nuestro país al esfuerzo de diversos grupos por expulsar los criterios cristianos del ámbito público, como si se tratara de una doctrina que contamina la pureza de las decisiones sociales. Esta exclusión ha contribuido a una creciente indiferencia ante las preguntas trascendentes. Se percibe un desconocimiento de nuestra historia y nuestras raíces, e incluso —lo que resulta más preocupante— de la naturaleza humana. Como consecuencia, ha disminuido el interés de muchos jóvenes por entregarse a Dios y al servicio de los demás. Sin embargo, lo más alarmante es que no relacionamos este proceso de descristianización con el evidente deterioro social que enfrentamos.
Los signos de ese deterioro son visibles. En el Perú, la corrupción ha alcanzado niveles críticos: el país ha registrado su mayor caída en el Índice de Percepción de la Corrupción desde 2012, y más de 2,000 personas fueron condenadas por este delito solo en 2024. La Fiscalía, además, ejecutó 67 operativos de gran envergadura. A esto se suma un alarmante aumento de homicidios, con más de 640 casos registrados en lo que va del año. Esta realidad no es ajena a otros países. En España, el caso del inspector jefe de la Policía Nacional, Óscar Sánchez, arrestado por vínculos con el narcotráfico, refleja cómo la corrupción puede instalarse en las instituciones. También allí, el Consejo de Europa ha llamado la atención sobre la falta de independencia en la elección del Poder Judicial. En México, los horrores del narcotráfico siguen estremeciendo a la población: los hallazgos en Teuchitlán, tras el hallazgo en el rancho Izaguirre de restos óseos y evidencias de cremación atribuida al Cártel Jalisco Nueva Generación; y la desaparición de jóvenes como Pablo Joaquín Gómez Orozco exponen un drama social que se intensifica.
Si este diagnóstico es correcto, la solución no está lejos de nosotros. Y por eso conviene prestar atención a algunos hechos concretos que nos ayuden a vislumbrar por dónde empezar a recomponer el tejido de nuestra sociedad. Uno de esos caminos lo señaló con lucidez Johannes Messner, cuando afirmó: “Resulta evidente lo acertado de la idea de la reforma social cristiana, de que la cuestión social ha de ser resuelta sobre todo en la empresa, si ha de serlo de alguna manera”. En efecto, para Messner la empresa constituye un espacio privilegiado desde donde se pueden afrontar los problemas sociales, integrando la ética cristiana y promoviendo la dignidad humana y el bien común desde el ámbito económico.
La vivencia cristiana no es un asunto privado desconectado de la actividad empresarial, sino un principio activo que transforma la forma de dirigir, trabajar y servir
En esta línea, encontramos ejemplos valiosos de empresarios que han conducido sus organizaciones guiados por el sentido cristiano de la vida: el convencimiento de que daremos cuenta de nuestras acciones; que la verdadera riqueza radica en el amor a Dios y el servicio a los demás; y que quienes han recibido más oportunidades están moralmente llamados a preocuparse por quienes han tenido menos facilidades. Para estos líderes, la empresa no es simplemente una unidad productiva, sino una comunidad donde se pueden vivir la justicia, la caridad y la promoción integral de la persona humana.
El empresario cristiano, movido por su fe, asume la dirección de su empresa como una vocación orientada al servicio del bien común. Así lo muestra Dave Thomas, fundador de Wendy’s, quien promovió una cultura empresarial basada en el respeto y la dignidad de sus trabajadores, y creó la Dave Thomas Foundation for Adoption, con el fin de dar un hogar a niños en situación de abandono. Blake Mycoskie, por su parte, fundó TOMS Shoes bajo el principio “uno por uno”: por cada par vendido, otro se dona a un niño necesitado. Su modelo no solo atiende una carencia básica, sino que también promueve el desarrollo económico de comunidades vulnerables.
Un enfoque similar se ve en James Cash Penney, fundador de J.C. Penney, quien concebía el éxito como un medio para servir a Dios, mediante un liderazgo centrado en el servicio y el crecimiento humano de sus colaboradores. Dave Ramsey, desde el campo financiero, enseña principios bíblicos aplicados a la economía personal y empresarial, alentando a vivir sin deudas, ahorrar con responsabilidad y colocar a Dios en el centro de las decisiones cotidianas. Estos casos muestran con claridad que la vivencia cristiana no es un asunto privado, sino un principio activo que transforma la forma de dirigir, trabajar y servir.
Estos ejemplos nos invitan a repensar el valor que tiene para la sociedad el hecho de que existan empresarios que orienten su acción por una visión trascendente de la vida. El deterioro moral y social que presenciamos cada día no es irreversible, ni está fuera de nuestro alcance. Tal vez la solución esté, simplemente, en volver a integrar los valores cristianos en nuestras empresas. El resto —como bien advertía Messner— vendrá por añadidura.
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