Religioso de Ucrania: “No tenemos tiempo para tener miedo”

Testimonios de miembros de la Iglesia local tras el comienzo de la guerra

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Guerra en Ucrania © ACN

“No tenemos tiempo para tener miedo”, afirma el Hno. Vasyl, religioso de Ucrania. Tras el comienzo de la guerra, en Ucrania reina una mezcla de incertidumbre y miedo, informa Magda Kaczmarek, responsable de los proyectos para Ucrania de la fundación internacional Aid to the Church in Need (Ayuda a la Iglesia Necesitada, ACN). Kaczmarek está en contacto permanente con los colaboradores de proyectos de ACN, pertenecientes a la Iglesia católica de ambos ritos y que se hayan sobre el terreno.

religioso Ucrania miedo“Los principales obispos del país han pedido que la gente no abandone el país. Se trata de una decisión difícil, especialmente para los sacerdotes de la Iglesia greco-católica que están casados y tienen hijos. Temen menos por su propia vida que por la seguridad de sus hijos y familias”, explica Kaczmarek.

Desde la capital de Kiev y muchas otras ciudades ucranianas, los beneficiarios de proyectos de ACN informan de bombardeos y detonaciones. Muchos han pasado la noche en parroquias y refugios subterráneos, informa Kaczmarek. No está claro qué objetivos serán atacados a continuación.

El Hno. Paulino Román Laba, sacerdote católico de Browary, a unos diez kilómetros de la capital Kiev, ha comunicado a ACN en un mensaje de vídeo que siete personas murieron y unas 17 resultaron heridas en el primer ataque con misiles contra la ciudad a las cinco de la mañana del jueves. En total han sufrido 7 ataques de misiles, ha señalado. Como consecuencia, muchas personas han abandonado la ciudad y han huido al oeste del país.

“El pánico inicial ha pasado por ahora. Muchas personas han acudido a nuestra parroquia en busca de ayuda y refugio, por lo que hemos habilitado refugios de emergencia en el sótano de nuestro monasterio y en la iglesia en construcción. Ahora mismo tenemos aquí a unas ochenta personas, entre ellos, feligreses y gente de los edificios de alrededor”, cuenta el P. Roman. “Por favor, recen por Ucrania”, dice en su mensaje.


Desde el sureste de Ucrania, el Hno. Vasyl, desde un pueblo cercano a Mariúpol, ha comunicado a ACN: “No tenemos tiempo para tener miedo. Nosotros nos quedaremos y ayudaremos a la gente a superar esta situación”. Mariúpol es un importante centro portuario ubicado a unos sesenta kilómetros de la frontera rusa y muy cerca de las zonas bajo control de los separatistas. Ahora se encuentra bajo un intenso fuego de combate.

La amenaza y el miedo a una nueva escalada aumentan a cada hora, y esto también se refleja en la actitud de la gente, informa el Hno. Vasyl: “Hay personas que han venido a confesarse por primera vez en su vida, y ancianos y enfermos nos llaman para que acudamos a sus casas a confesarlos. Quieren estar preparados para la muerte, si se llega a eso”.

Actualmente, además del acompañamiento espiritual, el Hno. Vasyl se ocupa con la ayuda de unos laicos de evacuar a los niños de familias vulnerables y ponerlos a salvo en el campo de Ucrania central. “Los niños están traumatizados porque ya ha habido bombardeos en la zona, y nosotros los estamos tranquilizando, diciéndoles que necesitan irse para descansar”, informa el Hno. Vasyl.

ACN también está en contacto con Mons. Jan Sobilo, el obispo de Zaporizhzhya, también en Ucrania oriental. El prelado de nacionalidad polaca tiene claro que él no va a irse buscando seguridad: “Vine aquí para servir a la gente. Este terrible tiempo de guerra debe transformarse en bendición, para que venzan la bondad y el amor”, dice esperanzado. No obstante, no descarta un bombardeo de su ciudad, y tiene sus esperanzas puestas en el apoyo de ACN: “Su Fundación siempre ha estado a nuestro lado. ¡Si ocurriera lo peor, les ruego que sigan ayudándonos!”.

En respuesta al estallido de la guerra en Ucrania, ACN ha aprobado un paquete de ayuda de emergencia de un millón de euros. Thomas Heine-Geldern, presidente ejecutivo de ACN, ha señalado que de este dinero se beneficiarán los sacerdotes y religiosos que trabajan en parroquias, orfanatos y residencias de ancianos, y que atienden a los refugiados de todo el país.