Reflexión de Mons. Enrique Díaz: “Que el día del Señor no los sorprenda como un ladrón”

XXXIII Domingo Ordinario

Pexels

Mons. Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio de este Domingo 19 de noviembre de 2023, titulado: “Que el día del Señor no los sorprenda como un ladrón”

***

Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31: “Trabaja con sus hábiles manos”

Salmo 127: “Dichoso el que teme al Señor”

I Tesalonicenses 5, 1-6: “Que el día del Señor no los sorprenda como un ladrón”

San Mateo 25, 14-30: “Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor”

 Parábolas que llegan al corazón, parábolas que se hacen actuales, parábolas que nos dejan profundas reflexiones, así es “la parábola de los talentos” ¿Podríamos hacer una actualización de esta parábola? Esbocemos un intento. Mucho se ha hablado de las grandes riquezas que encierra nuestra patria: los metales preciosos que guardan sus entrañas; las enormes serranías embellecidas por miles de árboles; la abundancia de sus lagos y sus ríos con un gran abastecimiento de agua y el prodigio de las selvas llenas de encanto y de belleza. Kilómetros y kilómetros de playas de ensueño, no sólo preciosas, sino de riqueza incalculable. Pero, dicen los chistes crueles, para cuidar, proteger y hacer crecer estos tesoros se ha puesto al “mexicano”, que ha venido a dar al traste con toda la riqueza. Es una dura verdad y vemos transformarse nuestro bello y fértil territorio en un inmenso desierto que cada día avanza y mata la vida; y el agua, antes abundante, ahora escasea; y los minerales en lugar de producir riqueza envenenan los pueblos y producen divisiones; y la riqueza abundante se distribuye injustamente creando millones de hambrientos y unos cuantos privilegiados nadando en la abundancia. No, no creo que Dios haya creado estúpidos a quienes son los responsables, no será falta de inteligencia, pero sí mucha ambición y poco sentido de fraternidad. Los grandes talentos que Dios nos ha dado, los hemos no solamente escondido y dejado sin fructificar, los hemos corrompido y convertido en fuente de desigualdad, de marginación y de pobreza.


Nuestra patria también encierra un enorme potencial en valores humanos que se encuentran desperdiciados y que no se han sabido utilizar. Qué tristeza encontrar vagando por nuestras calles la fuerte e inteligente juventud desperdiciando su tiempo y sus esfuerzos, reducidos a los tristemente llamados “ninis” porque no encuentran oportunidad ni para estudiar, ni para trabajar, ni para desarrollar sus estupendas cualidades. La riqueza de nuestras familias, perla preciosa de nuestra sociedad, que ahora se desmoronan y se desperdician, golpeadas por el individualismo, por el mercantilismo y por un hedonismo que destroza todo sentido humanitario. Los niños y los adolescentes que gastan horas y horas en sus salones de clases pero que muy poco aprenden de los valores de la vida, del amor a la verdad y de la búsqueda de la justicia. Terminan escasos de conocimientos básicos y vacíos de valores.

El potencial de los medios de comunicación, radio, celular, internet o televisión, que poseen una fuerza extraordinaria para educar, enseñar, propiciar un verdadero descanso y aprecio de la vida, y que se han convertido en una sarta de programas estúpidos, insulsos y mediocres recurriendo a las escenas morbosas o las palabras soeces para poder atraer más clientela. Círculo vicioso: al público lo que pida, pero primero le enseñamos a pedir porquerías. Podríamos decir que el gran pecado que nos está ahogando es el de omisión: tenemos muchas cualidades, posemos los suficientes espacios, pero no actuamos con honestidad y con responsabilidad.

Ahora mismo se presentan los nuevos candidatos a puestos de elección popular y son muchos los que se preguntan: ¿qué han hecho nuestras autoridades para construir un México justo, en paz y en concordia? ¿Dónde han quedado los buenos propósitos y las promesas de campaña? No es gratuita la indiferencia y la apatía con la que muchos de los ciudadanos miran las elecciones. No se han hecho producir los talentos que el pueblo, o que el Señor, ha puesto en sus manos. Cobardemente han escondido los tesoros y han dejado podrir los talentos. Por temor, por apatía o por ambición, y después se tienen las mismas excusas para disculpar el torpe manejo. Siempre echando la culpa a otros o a las circunstancias, siempre apareciendo limpios. Baste repasar los discursos de las campañas para darnos cuenta de que hay mucha riqueza que los otros han dilapidado y que los nuevos aspirantes prometen transformar en vida, para dentro de unos cuantos años presentar los mismos resultados.

Pero no sólo las autoridades civiles, todos los que tenemos alguna responsabilidad frente a la comunidad, frente a la familia, frente a los grupos, hemos desperdiciado las oportunidades y nos hemos quedado paralizados de miedo. Los padres de familia no se atreven a proponer verdaderos ideales a sus hijos y prefieren seguir el borreguismo que el sistema propone; los maestros no se arriesgan a formar verdaderos ciudadanos; los líderes obreros y sindicales prefieren sus ganancias substanciosas a la verdadera justicia; los pastores y sacerdotes no se arriesgan a presentar el Reino en toda su verdad y se contentan con unos cuantos fieles adormilados. Es el pecado de la cobardía, de la omisión, del pasivismo, que está ahogándonos e impidiendo verdaderos frutos.

¿Demasiado pesimismo? Jesús siempre tiene palabras de esperanza y nos presenta en su parábola no uno, sino dos servidores que han tenido la inteligencia, el compromiso y osadía de arriesgar todo. Que se han comprometido y que han sabido hacer producir. Dos de tres es un gran porcentaje, no sé si en la actualidad podríamos aspirar a tanto, pero de lo que sí estoy seguro es de que hay discípulos de Jesús que no se acobardan y que entregan su vida en la búsqueda del Reino, que hay líderes que asumen con toda dignidad su papel y se entregan arriesgando su propia vida, que hay pequeños y quizás desconocidos protagonistas que están sembrando en este mismo momento semillas de esperanza. Jesús es más optimista que nosotros y por eso nos presenta tan buenos dividendos, pero Él es consciente de que la tentación está ahí acechándonos para que continuemos con nuestras pasividades e indiferencias. Hoy Jesús quiere que hagamos producir los talentos que nos ha concedido, no le importa lo mucho o lo poco, le importa el amor, la honestidad y el servicio que en nuestra tarea pongamos. ¿Cómo le respondemos a Jesús? ¿Estamos haciendo producir nuestros talentos personales, comunitarios, eclesiales y nacionales? ¿Inventamos disculpas para dejar de producir?

Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu servicio, porque sólo en el cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad verdadera, por Cristo, nuestro Señor. Amén.