Reflexión de Mons. Enrique Díaz: “Obren bien y el Dios de la paz estará con ustedes”

XXVII Domingo Ordinario

Cathopic

Mons. Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio de este Domingo 8 de octubre de 2023,titulado: “Obren bien y el Dios de la paz estará con ustedes”

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Isaías 5, 1-7: “La viña del Señor es la casa de Israel”

Salmo 79: “La viña del Señor es la casa de Israel”

Filipenses 4, 6-9: “Obren bien y el Dios de la paz estará con ustedes”

Mateo 21, 33-43: “Arrendará el viñedo a otros viñadores”


La lectura del profeta Isaías y el evangelio de este día ponen ante nuestros ojos una de las más bellas imágenes de la Biblia: la imagen de la vid. Muy unida a esta imagen está la realidad del amor de Dios que se encarna en todas las realidades de la existencia humana y que permea todas sus acciones. Es cierto, como dicen, que el canto de la viña es un canto cotidiano del trabajo tan común en las culturas campesinas, donde se canta al laborar o al final de la jornada se entonan sentidas coplas entremezclando las tristezas y alegrías que produce el trabajo, y es difícil distinguir cuando al hablar de la milpa y de la viña se están refiriendo a la mujer amada. Detrás del canto campesino no es difícil descubrir la revelación de un amante que canta y cuenta su fracaso amoroso entremezclando las íntimas demostraciones hasta confundir el lenguaje campirano con el usado en las relaciones amorosas, y aun sexuales, entre esposo y esposa. ¿En qué momento se convierte esta imagen en la historia del amor de Dios por Israel, el pueblo que Él eligió? El mismo canto se plantea el fracaso del Señor con su pueblo, pero sólo al final se descubre la real la intención del canto.

Más dura y más grave se propone la parábola de los viñadores homicidas. A toda la propuesta de un amor que supera las infidelidades, que obstinado se ofrece una y otra vez buscando renovar los perdidos delirios del amor inicial, responde la dura realidad del rechazo, de creciente violencia hasta terminar en la barbarie del asesinato del hijo y heredero único. Alguien preguntaba si no era una exageración la narración de una parábola tan violenta donde por una viña se golpea, se apedrea y se termina por asesinar al heredero. Suena triste, pero nuestra realidad va mucho más allá: se asesina por unos cuantos pesos, se mata por ambición de poder, y se secuestra y se mutila simplemente porque se le antoja al malhechor o porque se ha sentido ofendido por una mirada. Se ha perdido toda la dimensión de una viña, de una vida, que nos ofrece Dios por amor y para el amor, y se ahogan todos los esfuerzos. Se hace realidad el reclamo de amor del amante: “Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honradez, y hay alaridos”. Nuestra patria se llena de luto y de llanto por tantas injusticias de criminales y de autoridades coludidas en una guerra sin sentido y sin fin, en un afán de manifestación de poderes y de venganzas, y las pobres víctimas, silenciosas e impotentes, permanecen en el anonimato y en el olvido. ¡Cómo se hace realidad esta parábola tan trágica que nos narra el mismo Jesús!

Hay dos aspectos que no podemos dejar de lado en la parábola: el primer aspecto que debemos tener en cuenta es que tiene una muy clara dedicatoria: “Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo”, está dirigida a los jefes y representantes del pueblo tanto de aquel tiempo como de  éste. Unida a la parábola que escuchábamos hace ocho días donde nos afirmaba que no basta con hablar, que hay que cumplir la palabra, hoy nos ofrece una clara acusación contra los responsables que no entregan frutos de justicia y rectitud. Toda persona que ostente algún grado de autoridad también tendrá algún grado de responsabilidad en esta situación tan deplorable. Mientras más grande sea la autoridad, más grave la responsabilidad. No podremos actuar con indiferencia, pasividad o temor pues está de por medio la justicia y la vida de los desprotegidos. Basta ya de echar culpas a los otros, es tiempo de que cada quien asuma con dignidad y valentía su papel, pues está de por medio no sólo la seguridad personal, sino el riesgo de perder la viña amada del Señor, por la que ha suspirado, por la que ha dado la vida. Quien asesina a una persona está asesinando a un Cristo vivo, pero también quien debiendo proteger al indefenso no lo hace, se convierte en cómplice de asesinato. Todos tenemos responsabilidad en la triste y difícil situación que estamos afrontando y también, desde Jesús, todos tenemos que aportar nuevas luces que nos lleven a salir de estas oscuridades.

El segundo aspecto será descubrir cómo la parábola encierra en si misma un poema del amor esponsal maravilloso de Dios por su pueblo y por cada uno de nosotros. Dios es el viñador y su pueblo la viña a la que canta sus coplas de amor. Nos canta una historia de amor personal: Dios ama a su pueblo; Dios tiene un amor personalizado para cada uno de nosotros, su viña. Dios se ha enamorado de mí y toda mi vida es una historia de amor. Dios es el amante loco que suspira por la respuesta amorosa de su amada. Hoy todos los acontecimientos me hablan y, si estoy atento, me cantarán y me contarán una preciosa historia de amor. Dios se ha dejado llevar por la locura de su amor hacia mí. La naturaleza, el amanecer, la lluvia, los sonidos, una oscura noche, me traen en su rumor algo que me suena y resuena en el corazón: “Dios me ama”. Si miro mi propia vida, cada instante, cada rincón, me dirá cómo me ha cuidado y amado el Señor. Aun en los momentos en que me sentí más solo y abandonado, allí estaba cobijándome con su amor, hasta enviar a su propio hijo, Palabra de Amor. ¿Cómo respondo yo a esta llamada de amor?

Finalmente salta a nuestra vista el impresionante final: la muerte del Hijo, el reconocimiento de la piedra angular, y el juicio a las autoridades. Todo nos lleva irremediablemente a una toma de conciencia y de responsabilidad frente al proyecto del Padre. Tenemos que abrir los ojos, la mente y el corazón, y comprometernos a defender y a luchar por la viña, la humanidad y nuestra propia comunidad. Nuestra esperanza se basa en la seguridad que tenemos de que Dios va haciendo su proyecto. Tenemos confianza en el Reino de Dios y en las utopías. Creemos en el Evangelio, buena nueva, y estamos seguros de poder construir una viña donde no haya gritos de dolor ni de miseria, donde se encuentren frutos de justicia, de paz y reconciliación. El amor que Dios tiene a su viña, el amor que Dios me tiene a mí personalmente, nos lanza a esta aventura de cuidar y responsabilizarnos de la comunidad y del mundo que habitamos. Es problema de todos, pero también es problema mío. ¿Qué frutos estamos dando nosotros? ¿Cómo cuidamos del pueblo, la viña amada del Señor?

Padre Bueno, que nos concedes siempre más de lo que merecemos y deseamos, que en tu locura de Amor envías a tu hijo en busca de buenos frutos, perdona misericordiosamente nuestras ofensas y otórganos tu luz para corresponder a tu amor con nuestro amor. Amén.