Mons. Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio de este domingo, 2 de marzo de 2025, titulado: “Buscando guías”.
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Eclesiástico 27, 5-8: “No alabes a nadie antes de que hable”.
Salmo 91: “¡Qué bueno es darte gracias, Señor!”.
I Corintios 15, 54-58: “Nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo”.
San Lucas 6, 39-45: “La boca habla de lo que está lleno el corazón”.
Caminábamos en medio de la selva al paso del catequista-guía a quien acompañaba su hijo pequeño. En medio de veredas, piedras, lodos y riachuelos, con frecuencia el camino se tornaba difícil. Cuando llegábamos a algún paso complicado, invariablemente el guía se dirigía a su niño advirtiendo: “Fíjese dónde pisa, porque se puede caer”. Nosotros entendíamos que más que por el niño, lo decía por nosotros. Después de cuatro o cinco advertencias, el pequeño, fastidiado por tantas indicaciones, se volvió a su padre y le contestó: “Fíjese dónde pisa usted, porque donde usted pise, yo también voy a pisar”. Es más fácil seguir las huellas que las palabras. ¡Qué fácil es decir a los otros por dónde caminar! ¡Qué difícil dar el ejemplo!
Hoy Jesús cuestiona la forma de educar de los escribas y fariseos, pero su crítica alcanza nuestro tiempo y nuestra forma de educar que está teniendo pobres frutos que cuestionan nuestros métodos. Hoy el Señor nos ilumina y nos previene porque podemos estar hablando falsedades y educando con apariencias. «La boca habla de lo que está lleno el corazón» Es el meollo del mensaje de Jesús. Efectivamente, quien tiene un buen corazón, de su boca brota sabiduría y amor. Sin embargo, quien se esfuerza en mejorar su apariencia, descuidando su interior, antes o después, manifestará un corazón repleto de la maldad. Y con un corazón así es imposible vivir el Reino de Dios, es decir, es imposible ser realmente feliz.
“¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego?” Es la pregunta que hace Jesús y es la pregunta que ahora nos hacernos nosotros sobre nuestra forma de educar. ¿Quién educa y cómo educa? El Papa Francisco recoge esta pregunta y hace una seria invitación para dialogar sobre el modo en que estamos construyendo el futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos de todos en un proceso educativo, porque cada cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora. La emergencia educativa es una prioridad en nuestro mundo actual y brota de la misma esencia del Evangelio que busca colocar en el centro a la persona.
Un árbol se conoce por sus frutos y si nuestra sociedad está dando frutos podridos de corrucpión e injusticias, tendremos que examinar seriamente las semillas que estamos sembrando en la educación. Por eso el Papa nos exige un encuentro para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna.
Los ejemplos que hoy nos presenta Jesús van al centro de la persona y nos exigen una verdadera vocación por esa educación que parte desde el interior y que se manfiesta espontaneamente en cada momento con verdaderos actos de solidaridad y de fraternidad. La educación un acto de amor porque genera vida en sus múltiples dimensiones, saca a la luz a las personas. Es un acto de esperanza porque ayuda a romper el círculo vicioso del escepticismo, de la incredulidad, de la cristalización de concepciones y actitudes contrarias a la dignidad del ser humano.
En el evangelio Cristo exige educar en el amor y critica la forma de enseñar de algunos maestros que quieren guiar cuando ellos mismos están ciegos y no conocen el camino. “Saca primero la viga que llevas en el ojo” recomienda. No es raro encontrar a quien critica todo y no propone nada, a quien se fija en los defectos de los demás y no vive con coherencia. Con frecuencia nos encontramos que quien educa contradice sus enseñanzas con su forma de vivir. Se pretende enseñar a base de regaños, insultos y agresiones, más que con cercanía y amor. Hoy es importante que reflexionemos cómo es la educación y qué estamos haciendo para educar cristianamente. Ciertamente se ha generado mucha polémica con los nuevos métodos y procesos de educación, que algunos llaman de ideologización, pero si no cambiamos nuestras perspectivas y nuestras actitudes, leyes vendrán y se irán y nosotros seguiremos igual. Lo importante es educar en los valores, en la verdad y en el amor.
Es lo que hace Cristo como nos lo manifiesta a cada momento San Lucas, tanto en su palabra como en sus acciones. Ama a cada persona y la acepta a pesar de sus errores. Siempre está dispuesto a la misericordia pero también siempre tiene una gran claridad para desenmascarar el pecado y la mentira. ¿Quiénes son ahora nuestros guías y hacia dónde nos están llevando? Tendremos que pensar si la sentencia de Jesús condenando a “guías ciegos”, no se hace duramente real en nuestros ambientes. ¿De dónde toman los jóvenes sus modelos? ¿Cuáles son las aspiraciones que van poniendo en su corazón? Son muchas las preguntas y las reflexiones que hoy nos podemos hacer delante de Jesús. Que solamente Él sea nuestro guía y nuestro maestro.
¿Tenemos dudas sobre nuestros métodos de educar? Contemplemos los resultados. Nos encontramos con una sociedad fría, apática, alejada de Dios, egoísta y autosuficiente. ¿Qué hemos sembrado? ¿Cómo hemos educado? Cuando Jesús habla de los frutos, claramente se refiere a los frutos de justicia, de verdad, de amor. De esos frutos que brotan del corazón y no solamente de la boca. Cristo caminaba cercano a sus discípulos y les enseñaba más con el ejemplo que con las palabras: el amor, el servicio, la generosidad, los ideales… el Reino. Si estamos contentos con nuestra sociedad y lo que hemos logrado, continuemos educando igual. Pero si descubrimos que hemos errado el camino, tendremos que volver a Jesús que es el único camino que nos da la vida verdadera.
Señor Jesús, enséñanos a mirar como Tú miras, con ojos claros y limpios, y a descubrir caminos para dar frutos de amor y de justicia. Amén.