Hoy es casi inevitable usar las redes sociales que, más que ser un espacio virtual de búsqueda de información representan verdaderos ecosistemas donde las personas buscan compartir sus vidas y formalizar encuentros, compartir experiencias, valores y creencias. Así lo afirma el documento “Reflexión pastoral sobre la interacción en las redes sociales” publicado en días pasados por el Dicasterio para la Comunicación.
En una nueva mirada al mundo digital, se ha optado por preferir el uso de dichas redes a la luz de un servicio de escucha y atención sin que ello sea el medio exclusivo de comunicación humana que pasa, necesariamente, por una verdadera escucha y un verdadero encuentro entre personas.
Muy consciente de que los muchos beneficios que ofrece el mundo digital, el documento expresa la preocupación de que éste también genera grandes brechas aún insondables en cuanto a su accesibilidad para muchos, el documento exhorta a darnos cuenta y no caer en las otras “trampas” de las denominadas “autopistas digitales”. Algunas de estas son:
1. Hacer de los usuarios consumidores y de éstos mercancías. Hay que advertir, por ende, que su uso puede esclavizar las conciencias, distorsionar la verdad, presentar gustos y preferencias si que sean buenos para la persona humana y hacernos caer en la espiral del consumismo que promueve la cultura del descarte.
También el adueñamiento de los juicios y de los gustos propios al grado de contar con algoritmos capaces de predecir comportamientos y acciones resulta muy riesgoso pues cosifica a la persona y la transforma en un cálculo predecible y, por ende, manipulable.
2.- Mediante la elección de los perfiles y sitios de la preferencia de cada usuario , las redes se convierten en micro esferas que imposibilitan el encuentro con el otro y encierran en lo semejante. Esto, a su vez conduce, al individualismo, a la polarización y a extremismo provocan discursos de odio que se ven reflejados en contestaciones y reacciones rápidas e impulsivas ante cualquier comentario o contenido compartido que parezca o demuestre algo distinto.
Es por ello necesario salir al encuentro con el otro que es el prójimo y reconocerlo en su diferencia que enriquece y no aniquila. Así, salir al encuentro con el prójimo reconstruye la división generada y permite tejer espacios de colaboración y confianza.
3.- Ahora bien, en esta intención de salir al encuentro con el otro, el primer paso es la escucha, ésta no es sólo la lectura de la reacción que se coloca en chat sino la necesaria actitud de ponerse en los zapatos del otro para, desde esa realidad, comprender e interactuar con él. Cuando esto sucede, con en la parábola del Buen Samaritano, surge la compasión y la confianza.
No hay que olvidar tampoco que, detrás de cada “me gusta” o de cada reacción social, hay una persona frágil, herida, lastimada y esta conciencia sólo es posible cuando hacemos silencio, uno que venga del corazón y permita que la voz del otro se asome y encuentre su lugar. Como dice el documento: “La comunicación comienza con la conexión y se dirige hacia la relación, la comunidad y la Comunión” Reflexión. Núm. 45.
Parte de ese silencio consiste también en dejar aparecer las muchas heridas que se dejan ver en los discursos e interacciones digitales y convertirnos en sanadores como lo hizo el samaritano con quien había sido asaltado y dejado herido a un costado del camino.
Para sobreponernos a estas “trampas”, estamos llamados a sanar y para ello, debemos elegir dos caminos: el de la información y el de la ni perpetuación del daño o violencia ejercida.
Informarse antes de compartir y comentar un hecho y sólo compartir información fidedigna es la tarea propia de quienes participamos en las redes sociales desde nuestra identidad cristiana.
De igual manera, elegir a veces el silencio por encima de la injuria, la no replicación de un mensaje de odio y, por el contrario, ver lo que hay detrás y buscar, en la medida de lo posible, el encuentro personal por encima de los posts o de los tweets es la actitud preferencial para una plena y edificante participación en redes sociales.
De esta manera es posible pasar de la palabra a la idea y de la idea a la acción y construir comunidades de encuentro que si bien empiezan en el plano digital, pronto encuentras maneras de encarnarse en la realidad en verdaderas comunidades que se animan y se procuran.
Estamos llamados a ser micro influyentes que, al igual que los macro influyentes, demos testimonio de amor y acogida en el mundo digital. Que invitemos a la unidad y no exacerbemos las distancias, que sembremos semillas de paz y no de odio, que promovamos acciones de inclusión, de ayuda, de solidaridad con los más necesitados para ser “tejedores de comunión”. Sólo así, las redes sociales serán algo más que espacios de pertenencia grupal clausurados para muchos y se convertirán en verdaderas comunidades de puertas abiertas que valientemente asumirán el reto de dar testimonio de su fe en el mundo digital y de construir, desde ahí, puentes que acerquen personas y no muros que las alejen.