¿Qué nos trae la Navidad?

El amor que renuncia para amar

Sin duda, Navidad es un tiempo muy especial en todos aquellos lugares del mundo donde la Buena Nueva del nacimiento del Hijo de Dios ha llegado. No importa las circunstancias del momento, hay algo que se produce en las almas sencillas, que las lleva a compartir.

Pero ¿qué es lo que la Navidad nos trae? Conocer a las personas no es nada fácil; incluso conocerse a sí mismo es muy complicado. Y es llamativo que esto último sea así; porque la cercanía al objeto de conocimiento no puede ser mayor: ¿qué nos falla?

La respuesta no podría ser otra; nos falla el instrumento con el que uno mismo se conoce. Algo se ha enturbiado dentro de uno mismo, y eso ha hecho que perdamos capacidad de reconocer lo que hay en el interior. Cuando a una persona le llama la atención alguna actuación suya; por ejemplo, es consciente de un pequeño sacrificio o de que ha dado una limosna generosa, lo que está ocurriendo es que ese hecho ha sido tan singular entre su modo de vida que destaca sobre el resto de la uniformidad de sus actos habituales. Es decir, habitualmente lo que nos parece adecuado, se presenta así, porque nos hemos acostumbrados a ese tipo de acciones.

El día de ayer un amigo me pasó un breve video que muestra cómo ha cambiado el uso del tiempo personal desde el año 1930 hasta la actualidad. Si en ese año, una persona usaba el 22.7% de su tiempo a la atención de su familia; en la actualidad, lo que se le dedica es solo el 4.52%. Pero, lo que más sorprende es que al mismo tiempo, esa persona dedica el 60.76% de su tiempo a las redes sociales. Por eso, es muy frecuente que cuando nos cruzamos con alguien a quien le ha quedado algo de tiempo disponible de modo inesperado, esa persona esté viendo su celular, revisando el WhatsApp, esté inmerso en el Tik Tok, en Instagram o alguna otra aplicación. Con facilidad, adoptamos prácticas que se convierten en habituales; y estas prácticas habituales son las que muchas veces reducen nuestro campo visual interior.


Ante este fenómeno totalmente común entre los individuos humanos, el Dios de la Verdad ha querido venir a explicarnos lo que es el Amor. Y a diferencia de lo que nosotros pensábamos de esta realidad tan gozosa, lo que ha venido a decirnos es que solo es posible amar cuando uno renuncia a poseer lo amado. Que los otros modos de entender el amor no son verdaderos, que son falsos; que no llevan a la paz, sino al conflicto interior. Que solo ama quien actúa pensado en la persona amada, pero sin reclamar su posesión, su gratitud o su disponibilidad total. Es decir, ha venido a enseñarnos que para aprender a amar hay que también aprender a no poseer.

Esto es, por tanto, lo que nos trae la Navidad. El descubrimiento de lo que realmente significa amar a alguien. Esta es la impronta que necesitábamos los pobrecitos hombres para movernos adecuadamente dentro de esta realidad gozosa del amor. Por eso, desde que se dio la primera Navidad en la historia de la humanidad, muchas mujeres y muchos hombres han podido vivir de modo muy feliz -antes no era posible, aunque nos cueste imaginarlo. Extraordinario suceso también para nosotros, que tenemos esta oportunidad.

¡Muy Feliz Navidad!