Prepararse para la misión

Beato Santiago Alberione: Su búsqueda incesante del Señor y de su voluntad así como el fuerte deseo de poner en práctica todo lo bello, lo bueno y lo verdadero que fue aprendiendo en sus estudios y formación religiosa

Físicamente don Alberione era un hombre de estatura inferior a la media, delgado y frágil. Su belleza era enteramente espiritual, de hecho moralmente era un gigante; tenía el talento de un triunfador como pocos, y los cimientos nacidos de su corazón y su laboriosidad lo atestiguan. En la medida en que dependía de él, se escondía tanto como podía. Precisamente por eso se puede repetir con el Magnificat, que él era el humilde exaltado y que su humildad era la raíz de su grandeza.

Reconoció que todo lo que había logrado hacer era obra de Dios y, de hecho, temió obstaculizarlo y dañarlo con sus insuficiencias, sus inconsistencias, sus faltas. Antes de comprometerse a actuar, puso la oración en la base de todo. Luego vinieron los impulsos, las decisiones muy firmes que parecían repentinas, pero que tenían detrás largas horas de silencio, de soledad, de conversaciones con Jesús Eucaristía.

Después de la llamada al sacerdocio, que escuchó cuando aún era muy joven – «Seré sacerdote», respondió al maestro que le preguntó qué haría cuando fuera mayor – y después de los años pasados ​​en el seminario de Bra, a la que siguió la entrada en el seminario de Alba, ambos en Italia, y la noche de adoración del 31 de diciembre de 1900, el joven seminarista se prepara a su misión con extraordinaria seriedad y compromiso, lo que constituye un gran estímulo para sus hijos e hijas de hoy y del futuro.

De hecho, en los años de preparación al sacerdocio, el estudio junto con la espiritualidad constituyen la columna vertebral del itinerario formativo del joven Alberione. Escribe sobre sí mismo: “Durante cinco años leyó, dos veces al día, una sección de la Historia Universal de la Iglesia de Rohrbacher; durante otros cinco años, el de Hergenrother; durante ocho años, en su tiempo libre, leía la historia universal de Cantù, extendiéndose a la historia de la literatura, del arte, de la guerra, de la navegación, de la música en particular, del derecho, de las religiones, de la filosofía».

Después de su ordenación, que tuvo lugar el 29 de junio de 1907, don Alberione, además del cargo de director espiritual del seminario, que desempeñó hasta 1920, desempeñó otros cargos, entre ellos el de profesor de historia civil en el liceo, historia y liturgia eclesiástica, historia del arte; era un maestro en liturgia y arte y enseñaba teología pastoral a los nuevos sacerdotes. Desempeñó la tarea de bibliotecario en el seminario, fue profesor de religión en el Oratorio masculino de Alba, director de los terciarios dominicos de la Diócesis, etc.


Esta impresionante secuencia de actividades y responsabilidades del Fundador nos deja boquiabiertos, revela el fuego que ardía en su interior, su búsqueda incesante del Señor y de su voluntad así como el fuerte deseo de poner en práctica todo lo bello, lo bueno y lo verdadero que fue aprendiendo en sus estudios y formación religiosa: verdaderamente un maravilloso modelo en el que inspirarnos e imitar a nosotros, hijos e hijas de Don Alberione en el siglo XXI.

El Fundador supo leer los «signos de los tiempos», sintió que era hora de hacer algo «nuevo». Escribía en 1922: “Las cuatro mujeres piadosas que comulgan cada mañana, los cuatro jóvenes que se reúnen cada tarde alrededor del párroco, no son toda la ciudad, no son todo el pueblo: muchas otras ovejas están fuera del redil. A ellas debe ir el Pastor: hoy vamos a estas almas con la prensa. Antaño bastaba esperar a las personas en la Iglesia, hoy es necesario ir a buscarlas a casa, al campo, al taller: cuantos aman las almas, así lo hacen».

Según la enseñanza de don Alberione, todos los inventos humanos deben ponerse al servicio del Evangelio: cada máquina de imprimir se convierte para él en un púlpito; el periódico, la película, el disco deben transformarse en anuncio de salvación. Y hoy, en la época de Internet y de las redes sociales, estamos cada vez más invitados a «habitar» este entorno comunicativo para ser una presencia paulina significativa, para que el Evangelio pueda llegar a todos, lejos y cerca.

P. Vito Spagnolo, SSP

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