Una reflexión antropológica a partir de la película Barbie

Postmodernidad y feminismo

Warner
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Greta Gerwig, directora de la película Barbie, formula una propuesta reflexiva sobre el entorno postmoderno de la sociedad actual y de algunos de sus síntomas como la esclavitud de la imagen, la cultura de la comparación que lleva a muchas mujeres a sentir que nunca son lo suficientemente buenas, o lo nocivo del presentismo inoculado hasta la médula en la sociedad actual y particularmente entre los más jóvenes.

Proponemos la lectura de este artículo firmado por Amparo Aygües, ex alumna de nuestro Master Universitario en Bioética, periodista, filósofa y colaboradora del Observatorio de Bioética, en el que se formula un agudo análisis de la polémica película Barbie, destacando la propuesta de su directora dirigida a los jóvenes a interrogarse frente a un permanente dejarse fluir, un ejercicio pasivo ciego y sordo ante la vida que acontece.

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¿Alguna vez habéis pensado en la muerte? Tras plantearse de forma repentina esta pregunta, en absoluto azarosa a tenor de cómo discurre la película, Barbie entra en una crisis existencial que le lleva a abandonar el matriarcado rosa, idílico y exitoso de Barbieland, siguiendo los consejos de Weird Barbie (la Barbie rara), para protagonizar un viaje al mundo real en busca de respuestas. Aunque, finalmente, y con escaso interés permite al mítico Ken que la acompañe. En Barbieland, las mujeres (una amplia colección de barbies encarnadas) son independientes y autosuficientes, mientras que los hombres (réplicas de Ken) son subyugados a roles de sumisión. Sin embargo, cuando llegan al mundo real, los personajes interpretados por Margot Robbie y Ryan Gosling se topan con un mundo al revés, un patriarcado en el que Ken se encuentra erróneamente empoderado y trata de exportar este modelo al originario Barbieland. Entusiasmado, se propone incluso modificar las leyes para que los hombres se hagan con el control y las mujeres se conviertan en meros apéndices. A fin de evitar spoilers de la película no desvelaremos todos los aspectos de una trama que va mucho más lejos de la simple batalla de sexos. Si bien, es justo clarificar que la propuesta de la laureada directora, Greta Gerwig, que está arrasando en las taquillas -en combinación con una operación de marketing a gran escala- no es una soflama de feminismo excluyente como arguyen algunos detractores de un film que puede sorprender por su estética e incluso no gustar por los motivos más diversos.

En la propuesta de la reputada cineasta y basándonos en su trayectoria– directora y guionista de la versión de Mujercitas (2019) inspirada en la novela clásica y en los escritos de Louisa May Alcott. y Lady Bird (2017) que explora las relaciones maternofiliales- no cabe colegir una premeditada incitación al odio a los hombres, sino más bien todo lo contrario. Gerwig, que ha escrito el guion de esta película junto a su esposo Noah Baumbach, tácticamente dedica la primera parte a ofrecer una imagen de hombre-florero en un marco pomposo y de lo más trivial, justamente, para plantear a posteriori una crítica corrosiva, en forma de parodia, de la sociedad enajenada, de la actual cultura de la superficialidad y de las ansias neuróticas de perfección expresadas en la comparación constante con mundos y vidas idealizados que sólo pueden abocar a la infelicidad permanente y al desprecio de la propia vida. La cineasta estadounidense apuesta por la superación de estereotipos como revela el trato a la “Barbie rarita” representada por la actriz Kate McKinnon que resulta ser uno de los personajes con mayor penetración e influencia del film al acompañar a la Barbie protagonista a superar su dilema existencial. Idéntica firmeza emplea Gerwig para cuestionar en la película tanto el patriarcado como el feminismo excluyente que no contemplan el reconocimiento del otro ni las demandas de igualdad desde la educación mutua entre el hombre y la mujer.

Con su propuesta cinematográfica, dirigida especialmente a las chicas más jóvenes, la directora invita a habitar un mundo más auténtico y humano, anclado en la realidad, y, por ende, basado en la amistad y la complementariedad entre hombres y mujeres. Es algo que hacen Barbie y Ken en un momento del film y, paralelamente, la cineasta y su esposo al escribir el guion conjuntamente. Pero, sobre todo, Greta Gerwig juega con el tono típico de la comedia para formular una crítica furibunda a los mundos fantasiosos que exhiben las redes sociales y que sólo pueden ser habitados por muñecos, no por personas de carne y hueso. La directora de Barbie nos convoca, con los medios propios del cine, a aceptar las imperfecciones del mundo real que habitamos, a no caer en la esclavitud de la imagen, sino a buscar vidas plenas en las que perseguir nuestros sueños. En definitiva, concede plena vigencia a la máxima socrática: conócete a ti mismo. En esta línea es plausible interpretar el guiño a Kubrick con la reproducción de una de las escenas más memorables de la película de culto 2001: A Space Odyssey (1968). En Barbie aparece una muñeca gigantesca golpeando muñecos. “Para mí eso resume lo que es  Barbie1: una madre que mira a su hija y trata de darle la capacidad de soñar con más para sí misma”, manifestaba la cineasta en una de las entrevistas de promoción de la película2. Añadía en la misma interviú: “Si pudiera transmitir solo una cosa a la gente sería: no te tienes que ganar tu valor, tú vales, estás bien, porque no creo que ese sea el mensaje que la mayor parte de la gente está recibiendo en el momento actual, en especial las mujeres jóvenes” aludiendo a la cultura de la comparación que lleva a muchas mujeres a sentir “que nunca eres lo suficientemente buena”. El intríngulis de la cinta conduce a una paradoja asumida por Greta Gerwig. Mientras la muñeca de Mattel, con sesenta años de existencia, ha sido criticada desde el feminismo por los estereotipos que perpetúa, hoy en día, las redes sociales son una herramienta de promoción de estándares irreales alejados de la vida real.


Nos comprometíamos, al inicio del artículo, a no realizar demasiados spoilers. Aunque, resulta conveniente remitirse a una de las partes de la cinta que mejor corrobora la tesis sobre la propuesta de la cineasta con respecto a superar la dinámica de confrontación entre hombres y mujeres. Ken confiesa a Barbie que su vida carece de sentido si no es a su lado y es ésta quien lo anima a buscar su identidad, mientras ella opta por hacerse humana y regresar al mundo real, adoptando el nombre de Bárbara Handler. El apellido no es baladí, ya que Ruth Handler fue la creadora de la muñeca de la empresa Mattel.

Fuente: Warner Bros
Fuente: Warner Bros

En definitiva, los personajes de Margot Robbie y Ryan Gosling protagonizan un proceso de autodescubrimiento que atañe a la propia vida de cada uno en pro de una existencia más auténtica frente a la inercia actual, potenciada por las redes sociales, hacia la idealización, la virtualidad, la abstracción y a poner la autoestima al servicio de los likes. Una coordenada clave del periplo vital de Barbie y Ken es que ese camino de autodescubrimiento no lo realizan solos, sino en compañía de otros personajes que les ayudan. Como sucede en la vida real, vamos forjando nuestra identidad y haciéndonos más inteligibles junto a otros que nos acompañan y nos orientan cuando nos perdemos, una realidad que socava el mito de la autonomía y la individualidad. Es preciso puntualizar que estar en la realidad no implica claudicar ni resignarse pasivamente a cambiar aquellos aspectos que nos convienen como seres humanos. Con Ortega y Gasset, la vida no se nos da hecha, hay que hacerla.

La pregunta sobre la muerte que desencadena la crisis vital de Barbie resulta, por ello, muy pertinente en la trama del filme porque alude a lo nocivo del presentismo inoculado hasta la médula en la sociedad actual y, particularmente, entre los más jóvenes. Desde luego, al guion de Gerwig y Baumbach, cabe reconocerle coraje porque de espaldas a la muerte y viviendo como si fuéramos a ser eternos resulta imposible formularnos algunas preguntas. Por ejemplo, cómo queremos que sea nuestra vida y en quién nos queremos convertir. La pregunta sobre la muerte, no tiene que ver con el tener, sino con el ser, y nos convoca a un modo u otro de vivir, que es lo que le sucede a Barbie y, después, a Ken. La propuesta de la cineasta, al menos, insta particularmente a los jóvenes a interrogarse frente a un permanente de dejarse fluir, un ejercicio pasivo, ciego y sordo ante la vida que acontece, en expresión del filósofo del cine Stanley Cavell, sobre nuestros pies y no sobre nuestras cabezas.

El cine, como decía Julián Marías3, es un laboratorio para indagar sobre la vida humana, y nos abre a una experiencia antropológica, ética y bioética que esponja nuestra realidad. Barbie es una película que remite a un mundo de muñecos, pero que convoca a una reflexión adulta. Merece la pena verla y disfrutarla de este modo.

Amparo Aygües

Ex alumna Master Universitario en Bioética – Colaboradora del Observatorio de Bioética