Cada año, tanto la Organización de las Naciones Unidas como la Iglesia Católica celebran una jornada mundial de oración y de solidaridad con los migrantes y refugiados. Se trata de una fecha para reflexionar sobre el fenómeno de los grandes movimientos migratorios y de refugiados que hoy ocurren, masivamente y en diferentes rincones de la humanidad, con sus consecuentes crisis humanitarias.
Son movimientos migratorios que ocurren en muchas naciones a nivel interno, como desplazamientos forzados, especialmente debido a conflictos violentos o, internacionalmente, protagonizado por grandes grupos humanos que dejan sus patrias de origen – por múltiples y complejas causas – y se dirigen, en busca de mejores condiciones de vida- a otras naciones.
Este año 2024, la 110 JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO que organiza la Iglesia Católica, tendrá lugar el próximo domingo 29 de septiembre, con el mensaje y lema del Papa Francisco para tal ocasión: “Dios camina con su pueblo” y en el contexto del final de la sesión XVI de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo sobre la Sinodalidad, que se presenta como “camino conjunto del Pueblo de Dios” y que “le permite a la Iglesia redescubrir su naturaleza itinerante, como pueblo de Dios, en camino a través de la historia, peregrinante, diríamos “emigrante” hacia el Reino de los Cielos…”
“Análogamente, dice el Papa, en el mencionado mensaje, es posible ver en los emigrantes de nuestro tiempo, como en los de todas las épocas, una imagen viva del pueblo de Dios en camino hacia la patria eterna. Sus viajes de esperanza nos recuerdan que «nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo» “Igual que el pueblo de Israel en tiempos de Moisés, los migrantes huyen a menudo de situaciones de opresión y abusos, de inseguridad y discriminación, de falta de proyectos de desarrollo.”
Del mismo modo, son incontables las referencias, defensa y acciones de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos en favor de los migrantes y refugiados. Con igual preocupación e interés se pronunció, en su momento, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Aparecida – Brasil, diciendo que “La globalización hace emerger en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres… fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes…
En América Latina y El Caribe constituyen un hecho nuevo y dramático los emigrantes, desplazados y refugiados sobre todo por causas económicas, políticas y de violencia. La Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras, Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana en sus diversos sectores. (Aparecida, 402, 411 y 412)
Y los pastores latinoamericanos propugnan, en la misma Conferencia, por una espiritualidad y pastoral al servicio de los migrantes, por cooperación y diálogo entre las iglesias de salida y de acogida, por la denuncia profética contra las causas de la migración y los atropellos que sufren los migrantes y refugiados, etc. (Cfr. Aparecida 413 – 416)
Somos ciudadanos del mundo y cada ser humano tiene el derecho de buscar y procurarse condiciones de vida dignas. Para ello, los gobiernos y gobernantes de los países que originan movimientos migratorios masivos deben cumplir con la obligación de brindar a sus ciudadanos las oportunidades sociales, políticas y económicas necesarias para una vida humana decente, evitando y superando la corrupción, la violencia, la inequidad, la injusticia, etc., factores que – mayoritariamente – son las causas de los enormes movimientos migratorios humanos.
Las naciones, destino de migrantes, por su parte, tienen la obligación de proteger sus fronteras y de ordenar y controlar la migración para preservar el orden público, la paz, la estabilidad y la seguridad de sus ciudadanos de posibles alteraciones violentas protagonizadas por bandas delincuenciales que se camuflan entre las grandes masas de migrantes.
En su mensaje para el Día Internacional del Migrante – 2023, el Secretario General de la ONU, el Señor António Guterres, nos recordó que “la migración es una realidad y una fuerza positiva” porque “fomenta el intercambio de conocimientos e ideas y contribuye al crecimiento económico” además de que “permite a millones de personas buscar oportunidades y mejorar su vida”.
Pero, en el mismo mensaje, alertaba sobre una “una migración mal gobernada” como causa de grandes sufrimientos que, provienen – sobre todo – de las grandes bandas de traficantes de personas, quienes someten a los migrantes a toda clase de atropellos, abusos, explotación, violencia y muerte. Además de la ocurrencia asociada con fenómenos de racismo, odio, intolerancia y xenofobia que van extendiéndose como una plaga que socava y corroe nuestros valores y cimientos como humanidad que lucha por un mejor presente, un mejor futuro y un destino común vivible, digno y amable para todos.
Cinco años atrás, la Organización de las Naciones Unidas, aprobó el llamado “Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular”. Es un instrumento internacional que exhorta a que los países firmantes evalúen sus actividades y su cooperación en el tema migratorio, para lograr el respeto de a los derechos humanos, mediante el orden, el control y la solidaridad de todos los implicados en el asunto, especialmente de los gobiernos de las naciones de origen, de tránsito y destino de los movimientos migratorios.
Este domingo 29 de septiembre, es un momento importante para la solidaridad de todos los seres humanos con los hermanos que sufren la pérdida de su terruño y de sus querencias. Es muy importante la oración, pero más importante aún si va acompañada de obras, de acciones concretas en favor de los migrantes y de los refugiados del mundo.
Mario J. Paredes es director ejecutivo de SOMOS Community Care, una red de atención social de más de 2500 proveedores independientes responsables de llegar y brindar atención a más de 1 millón de pacientes de Medicaid en toda la ciudad de Nueva York.