Las mujeres de la familia indígena kukama exigieron al estado de Perú el reconocimiento del rio Marañón como sujeto de derecho. Huaynakana Kamatahuara Kana es la federación que presentó una demanda bajo la figura de acción de amparo dirigida a diferentes entidades gubernamentales con el fin de obtener este reconocimiento para el río y protección para sus afluentes. Acción legal que lograron interponer gracias a la colaboración del Instituto de Defensa Legal.
Según informa el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en una nota, entre las instituciones que deberán responder la demanda del colectivo, están PetroPerú, los ministerios de Ambiente y de Energía y Minas, el Instituto de Investigaciones de la Amazonía peruana, la Autoridad Nacional del Agua, la Dirección Ejecutiva de Gestión Ambiental del Gobierno Regional de Loreto y la Gerencia General de Asuntos Indígenas de dicha entidad.
Argumentos
Las mujeres fundamentan su denuncia en los sistemáticos derrames de petróleo que proceden del Oleoducto Norperuano que afectan los territorios de las comunidades aborígenes que se encuentran ubicadas en las riberas del río Marañón. En su pronunciamiento, las mujeres advierten que el río tiene derecho a existir, conservar su caudal ecológico, cumplir con sus funciones vitales como parte del ecosistema y estar libre de contaminación, y de este modo pueda alimentar y ser alimentado por sus afluentes contribuyendo a la regeneración de los organismos, la conservación de la vida y la protección de las especies.
Esta acción de amparo también busca que las organizaciones indígenas sean reconocidas como defensores y representantes del río Marañón y sus afluentes. Para las mujeres sería un gran avance si logran el reconocimiento como “guardianes del río Marañón“, y esperan que hacia el futuro se logre cristalizar la idea de crear el Consejo de Cuenca Interregional del mismo río integrado por miembros de las diferentes federaciones nativas.
Así, estas son cuatro de las principales solicitudes que los pueblos indígenas hacen. En primer lugar, está que el río sea declarado sujeto de derechos, que como pueblos tengan participación activa en la gestión de los recursos hídricos y que se le de un mantenimiento al oleoducto norperuano y se trabaje en la actualización de la gestión ambiental.
Apoyo de la Iglesia
Para el Vicariato Apostólico de Iquitos, apunta el CELAM, esta acción tiene una gran importancia. “Creo que significa estar en los primeros puestos de la defensa de la naturaleza y de los pueblos indígenas” indicó Monseñor Miguel Ángel Cadenas, obispo del vicariato.
Desde hace más de dos décadas, el actual obispo y el padre Manolo Berjón han acompañado el proceso de defensa del río Marañón: “para la iglesia, es un sueño que hemos ayudando a tener y que hemos venido sembrando la idea”.
Igualmente, el prelado insistió en la importancia de mantener informada a la comunidad sobre los avances y las novedades que se vayan presentado dentro del proceso jurídico que es muy importancia para la Panamazonía, pues existen lugares que sufren las mismas amenazas y esta experiencia de organización y liderazgo por la legítima defensa de los recursos naturales, puede servir de ejemplo para otras comunidades.
Testimonios
“Quién sufre en el Marañón? Nosotras las mujeres nosotras las madres del Marañón, somos quienes sufrimos aquí, con nuestra agua contaminada, con nuestros hijos que sufren enfermedades, son sus cuerpitos llenos de plagas. Algunas madres que no pueden tener un bebé en sus brazos, tienen abortos, son víctimas del derrame que desde hace cuántos años vienen sucediendo en nuestro río Marañón. Cómo curar a nuestros hijos, cuando en nuestro centro de salud no se encuentran medicinas”.
“Nuestro río está bien contaminado, hasta nuestros peces están contaminados. Y nuestros hijos se alimentan de esos peces, sus barriguitas se hinchan, están llegando a la desnutrición. No se sabe qué tipo de contaminación tenemos, quizás nuestro cuerpo tiene plomo y no lo sabemos”.
El testimonio de Celia Fasabi sale de las entrañas del río Marañón, su historia, es la historia de muchas mujeres, de muchas familias kukama que viven en las orillas de este río, en la profundidad de la selva peruana. En medio de un territorio lotizado y puesto en venta desde hace alrededor de 50 años para las empresas petroleras.