Paradigma Tecnocrático vs Desarrollo Humano Integral

Un análisis de la crisis antropológica y la necesidad de un humanismo avanzado

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La humanidad ha desarrollado en las últimas décadas un poder tecnocientífico inconmensurable. Simultáneamente, el ser humano se ha convencido de que ese poder le conducirá a su completa emancipación.

Observamos cómo se ha instaurado en nuestra civilización global, de forma hegemónica y transversal, el llamado “paradigma tecnocrático”, es decir, aquella ideología que sostiene que el poder de la tecnociencia aplicado a la vida económica y social conduce al progreso ilimitado y al estadio final de la evolución humana.

No obstante, a nuestro entender, este paradigma es la causa de los graves problemas que padecemos y que amenazan la misma supervivencia de la humanidad.

Desde el paradigma tecnocrático se promete el advenimiento del mejor de los mundos posibles por medio de la tecnociencia y, al mismo tiempo, se niega que el ser humano y el mundo en que vive tengan un sentido que deba orientar la conducta humana. La mirada espiritual queda de este modo oscurecida por el poder de las ciencias y las tecnologías exponenciales.

Es por ello que en estos tiempos se han alzado voces – entre ellas las del papa Francisco- llamando la atención a una humanidad dormida e incapaz de tomar conciencia de sus propios límites. Si bien es cierto que cada época tiende a desarrollar una escasa conciencia de sus límites, en esta ocasión, la humanidad se juega su supervivencia.

En su época, el papa Pablo VI fue el primer pontífice de la Iglesia católica en denunciar la aparición del paradigma tecnocrático en sustitución de las ideologías dominantes en el mundo bipolar de la segunda mitad del siglo XX.  Pablo VI detectó como el ser humano dejaba de ser el fin y se convertía en el instrumento de la tecnología.

Y es que la técnica, en la actualidad, en lugar de mantenerse como instrumento en manos del desarrollo humano integral, se ha convertido en un fin en sí mismo que se vuelve, en muchas ocasiones, contra la propia persona.

Esa tecnificación de nuestras vidas surge porque la naturaleza (y el propio ser humano) pasa a ser vista como una materia informe para que el hombre la transforme a su antojo mediante un poder técnico cada vez mayor.

Posteriormente, el papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate, introdujo el concepto de “desarrollo humano integral” como contrapuesta a ese riesgo tecnocrático que se iba cumpliendo inexorablemente en nuestros días.

Según Benedicto XVI, “la técnica, es un hecho profundamente humano vinculado a la autonomía y libertad del hombre. En la técnica se manifiesta y confirma el dominio del espíritu sobre la materia. Mediante ella, el hombre puede cumplir el mandato divino de cultivar y custodiar la tierra, y haciéndolo, refuerza la alianza entre el ser humano y el medio ambiente como reflejo del amor creador de Dios”.

Por su parte, también el papa Francisco ha denunciado el paradigma tecnocrático en su encíclica Laudato Si’. Dicho documento supone una reflexión sobre la técnica donde se destaca la extraordinaria importancia para el desarrollo humano y de los pueblos siempre que esté orientada al bien común. Sin embargo, Francisco también advierte que nunca la humanidad había tenido tanto poder sobre sí misma. Sin embargo, nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo actualmente.

Francisco nos advierte del modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla. Esa desviación consiste en que, frente a una concepción de la técnica entendida como instrumento de la libertad de la persona, se ha impuesto otra que concibe la técnica como elemento de una libertad absoluta que desea prescindir de los límites inherentes a las cosas.

Es por ello que Francisco también nos advierte de un “antropocentrismo desviado” que está en la base del paradigma tecnocrático. De este modo, el Papa se pregunta lo siguiente: ¿En qué consiste esa emancipación frente a los límites inherentes a las cosas? Y la respuesta que surge es que el ser humano contemporáneo considera que la naturaleza no es más que lo informe totalmente disponible para su manipulación.


Si bien es cierto que el ser humano siempre ha intervenido en la naturaleza, antes su actitud era la de recibir lo que la realidad natural de suyo permite, tendiendo la mano hacia el Creador. En cambio ahora, lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma que tiene delante.  De aquí que se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito e ilimitado que entusiasma tanto a economistas, financieros y tecnólogos.  La élite cosmopolita del globalismo está impregnada de estos contravalores.

Todo ello supone la falsedad de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a expoliarlos hasta el límite y más allá del límite.

Desde el planteamiento tecnocrático hegemónico, el progreso de la humanidad es consecuencia necesaria del desarrollo tecnológico y de la maximización de los beneficios. Detrás de la absolutización de la tecnología, hay una visión antropológica errónea y muy peligrosa que coincide con ese antropocentrismo desviado denunciado proféticamente por el papa Francisco.

En definitiva, la crisis antropológica que estamos viviendo, junto a la imposición del paradigma tecnocrático, nos conduce a la negación de la primacía del ser humano y a su condición de criatura de Dios. De este modo, el paradigma tecnocrático se sostiene sobre un antropocentrismo desviado que reduce al ser humano a la condición de mercancía que se desecha en cuanto deja de resultar útil, surgiendo lo que el papa Francisco denomina “la cultura del descarte”.

A continuación, establecemos de forma muy sintética algunos ítems que se pueden identificar con cada una de estas dos cosmovisiones contrapuestas.

Paradigma tecnocrático

  1. Transhumanismo y posthumanismo: Esos dos movimientos de pensamiento se constituyen actualmente  como una bioideología y un   biopoder acorde con el globalitarismo que se está implementando en el planeta a partir de las propuestas de un Nuevo Orden Mundial multipolar y de la Agenda 2030 omnipresente en Occidente.
  1. Transhumano: A partir de esa bioideología se propone un ser humano en transición, un ciborg, un ente híbrido con inteligencia humana integrada con la inteligencia artificial y modificado genéticamente. Mediante ese “mejoramiento humano” se busca alcanzar la condición de humano expandido, con capacidades físicas y cognitivas aumentadas, que esté muy por encima de las facultades humanas comunes. En definitiva, se propone un ser humano divinizado por sus propios medios biotecnológicos (Homo Deus).
  1. Posthumano: En un estadio posterior, el paradigma tecnocrático pretende que alcancemos la condición de posthumanos, prescindiendo de nuestra corporalidad, reencarnándonos en otro “cuerpo” de silicio u holográfico, consiguiendo, de este modo,  la transferencia de la mente y/o de la conciencia a un sustrato artificial o vitología bio-cibernética.
  1. Inmortalidad cibernética: Finalmente, esa tecno-religión que, en definitiva,  resulta ser el transhumanismo desde su vertiente neognostica, nos propone una trascendencia inmanente en el ciberespacio y en los metaversos virtuales a modo de paraíso terrenal ”low cost”. Se nos plantea la vieja tentación de la serpiente antigua que falsamente de nuevo nos dice: “Seréis como dioses”.

Desarrollo humano integral

  1. Humanismo avanzado: Frente al transhumanismo y al posthumanismo, proponemos un humanismo avanzado para esta sociedad biotecnológica basado en la antropología cristiana, la Doctrina Social de la Iglesia y la escatología católica que nos muestra, con  esperanza, cual es el destino final del ser humano y de la creación según el plan salvador del Creador. Es por ello que, caminando hacia la celebración del bimilenario de la Redención que nos ofreció Jesucristo, proponemos una agenda 2033 que nos ayude cada vez más a aceptar la voluntad de Dios.
  2. Persona: Desde esa concepción cristiana, vemos a los seres humanos como “viadores”, es decir, como criaturas racionales que están peregrinando en esta vida y que aspiran y caminan hacia la eternidad. De este modo, de la condición de persona destacamos su dignidad, su libertad, su inteligencia espiritual y su sabiduría del corazón ya que sabemos que somos criaturas creadas a imagen y semejanza de Dios (“Imago Dei”).
  3. Bienaventurado: Desde la cosmovisión cristiana, el propósito y fin del desarrollo humano integral es alcanzar la condición de “bienaventurado” y participar de la Gloria en el cielo. De este modo, tras la resurrección se producirá el reencuentro de nuestra alma inmortal con nuestro cuerpo glorioso, es decir, con nuestro cuerpo transfigurado como se mostró Jesús en el monte Tabor, así como en el tiempo que convivió con los apóstoles tras su resurrección, antes de su ascensión al cielo.
  4. Vida eterna: La trascendencia que nos ofrece el cristianismo en ese camino de perfeccionamiento del proyecto humano durante nuestras vidas, es de carácter divino. Tenemos puesta nuestra confianza y esperanza en la promesa de una restauración de toda la creación y de la humanidad salvada y redimida. Esperamos pues los “cielos nuevos y la tierra nueva”, la Jerusalén Celestial, la recapitulación de todas las cosas y de la creación entera en Cristo, y en definitiva, la vida eterna.

A modo de resumen, las propuestas de la cosmovisión cristiana se centran en el desarrollo humano integral de la persona y en el horizonte de esperanza que nos ofrece la vida eterna y el gozo de la condición de bienaventurados en el cielo.

Frente a esa ilusionante perspectiva, las propuestas materialistas del paradigma tecnocrático, reduccionistas y sin esperanza sobrenatural, nos ofrecen un antropocentrismo desviado que pretende alcanzar, con el poder de las tecnociencias, una condición posthumana sin límites, sin sentido y sin un auténtico propósito vital.

En mi opinión, debemos dejarnos iluminar por el Espíritu Santo y mostrar con mayor ilusión y profundidad el magnífico tesoro que podemos ofrecer al mundo con la antropología cristiana y la escatología católica ya que son una inmensa fuente de esperanza para estos tiempos. No debemos tener miedo y proponer abiertamente nuestra oferta de desarrollo humano integral y nuestro proyecto de perfeccionamiento para alcanzar la vida eterna.

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