Papa Francisco: «No podemos conformarnos con una fe marginal o privada»

En su discurso a los participantes en la sesión de clausura de la 50ª Semana Social de los católicos en Italia el Papa Francisco utilizó una imagen que lo resume todo y que los organizadores de este evento eligieron como símbolo de esta cita: el corazón

Sanar los corazones y poner en práctica la creatividad con la participación política.

Tras haber despegado esta mañana a las 6:30 del helipuerto vaticano con destino a Trieste, a donde llegó tras una hora y media de vuelo, el Santo Padre mantuvo su primer encuentro público a las 8:30 en el Centro de Congresos de esta ciudad italiana con los participantes en la sesión de clausura de la 50ª Semana Social de los católicos en Italia.

Una Iglesia sensible a los cambios de la sociedad

En su discurso, el Papa Francisco comenzó agradeciendo a los obispos y autoridades por su invitación y destacó la historia de estas «Semanas», que “está entrelazada – dijo – con la historia de Italia, y esto ya dice mucho: habla de una Iglesia sensible a los cambios de la sociedad y empeñada en contribuir al bien común”.

“A partir de esta experiencia, ustedes han querido explorar un tema de gran actualidad: ‘En el corazón de la democracia. Participar entre la historia y el futuro’”

El Pontífice recordó al beato Giuseppe Toniolo, a quien se debe esta iniciativa que comenzó en 1907, y afirmó que la democracia puede definirse como «aquel orden civil en el que todas las fuerzas sociales, jurídicas y económicas, en la plenitud de su desarrollo jerárquico, cooperan proporcionalmente al bien común, revirtiendo en el resultado final en beneficio predominante de las clases inferiores».

“A la luz de esta definición, es evidente que la democracia no goza de buena salud en el mundo actual. Esto nos interesa y preocupa, porque está en juego el bien del hombre, y nada de lo que es humano puede sernos ajeno”

Francisco puso de manifiesto que “el orden democrático maduró en Italia después de la Segunda Guerra Mundial, gracias también a la contribución determinante de los católicos”. Y añadió:

“Podemos estar orgullosos de esta historia, en la que también influyó la experiencia de las Semanas Sociales; y, sin mitificar el pasado, debemos aprender de él para asumir la responsabilidad de construir algo bueno en nuestro tiempo”

También aludió a la Nota Pastoral con la que el episcopado italiano restableció las Semanas Sociales en 1988, con los objetivos de “dar sentido al compromiso de todos en la transformación de la sociedad; prestar atención a las personas que quedan fuera o al margen de los procesos y mecanismos económicos vencedores; dar espacio a la solidaridad social en todas sus formas; apoyar el retorno de una solícita ética del bien común […]; dar sentido al desarrollo del país, entendido […] como mejora global de la calidad de vida, de la convivencia colectiva, de la participación democrática, de la auténtica libertad».

Visión enraizada en la Doctrina Social de la Iglesia

De esta visión, “enraizada en la Doctrina Social de la Iglesia”, el Papa dijo que “abarca algunas dimensiones del compromiso cristiano y una lectura evangélica de los fenómenos sociales que no sólo son válidas para el contexto italiano, sino que representan una exhortación para toda la sociedad humana y el camino de todos los pueblos”.

“De hecho, así como la crisis de la democracia es transversal a las distintas realidades y naciones, del mismo modo la actitud de responsabilidad ante las transformaciones sociales es una llamada dirigida a todos los cristianos, dondequiera que se encuentren viviendo y trabajando, en todas las partes del mundo”

El Pontífice utilizó una imagen que lo resume todo y que los organizadores de este evento eligieron como símbolo de esta cita: el corazón. De ahí que el Papa les propusiera dos reflexiones para alimentar el camino que tienen por delante:

En la primera, podemos imaginar la crisis de la democracia como un corazón herido. Lo que limita la participación está ante nuestros ojos. Si la corrupción y la ilegalidad muestran un corazón «herido», las diversas formas de exclusión social también deben preocuparnos.

“Siempre que se margina a alguien, todo el cuerpo social sufre. La cultura del descarte dibuja una ciudad donde no hay lugar para los pobres, los no nacidos, los frágiles, los enfermos, los niños, las mujeres, los jóvenes”

Añadió asimismo que “Aldo Moro recordaba que un Estado no es verdaderamente democrático si no está al servicio del hombre, si no tiene como fin supremo la dignidad, la libertad y la autonomía de la persona humana, si no es respetuoso con aquellas formaciones sociales en las que la persona humana se desarrolla libremente y en las que integra su personalidad».

“La propia palabra ‘democracia’ no coincide simplemente con el voto del pueblo, sino que exige que se creen las condiciones para que todos puedan expresarse y participar”

La vida humana y la dignidad de la persona

El Papa también les dijo que “la participación no se improvisa: se aprende de niño, de joven, y hay que ‘entrenarla’, incluso en un sentido crítico con respecto a las tentaciones ideológicas y populistas”. Y en esta perspectiva, tal como él mismo tuvo la oportunidad de recordar hace unos años, durante su visita al Parlamento Europeo y al Consejo de Europa, afirmó que “es importante poner de relieve la contribución que el cristianismo puede aportar hoy al desarrollo cultural y social europeo en el contexto de una correcta relación entre religión y sociedad, promoviendo un diálogo fecundo con la comunidad civil y las instituciones políticas para que, iluminándonos mutuamente y liberándonos de la escoria de la ideología, podamos iniciar una reflexión común, especialmente sobre las cuestiones relacionadas con la vida humana y la dignidad de la persona”.


Con este propósito, los principios de solidaridad y subsidiariedad siguen siendo fructíferos. Porque un pueblo se mantiene unido por los lazos que lo constituyen, y los lazos se fortalecen cuando cada uno es valorado. La democracia exige siempre pasar del partidismo a la participación, de la «ovación» al diálogo.

“Mientras nuestro sistema socioeconómico siga produciendo una víctima y haya un descartado, no podrá celebrarse la fiesta de la fraternidad universal”

“Todos – dijo también Francisco – deben sentirse parte de un proyecto comunitario; nadie debe sentirse inútil. Ciertas formas de asistencialismo que no reconocen la dignidad de las personas son hipocresía social. Y la indiferencia es un cáncer para la democracia”.

Que la democracia se parezca a un corazón sanado

La segunda reflexión del Obispo de Roma se centró en el estímulo a la participación para que la democracia se parezca a un corazón sanado. “Y para ello – dijo – hay que ejercitar la creatividad”.

Si miramos a nuestro alrededor, vemos tantos signos de la acción del Espíritu Santo en la vida de las familias y de las comunidades. Incluso en los campos de la economía, la tecnología, la política, la sociedad. “Pensemos – prosiguió diciendo el Papa – en quienes han dado cabida en una empresa a personas con discapacidad; en trabajadores que han renunciado a uno de sus derechos para evitar el despido de otros; en las comunidades de energías renovables que promueven la ecología integral, haciéndose cargo también de las familias en situación de pobreza energética; en los administradores que fomentan la natalidad, el empleo, la escuela, los servicios educativos, la vivienda accesible, la movilidad para todos y la integración de los migrantes”.

“La fraternidad hace florecer las relaciones sociales y, por otra parte, el cuidado de los demás exige el valor de considerarse como un pueblo”

El Papa también dijo que lamentablemente la categoría “pueblo» suele malinterpretarse con lo cual «podría conducir a la eliminación de la propia palabra «democracia» («gobierno del pueblo»). Sin embargo, para afirmar que la sociedad es algo más que la mera suma de individuos, el término ‘pueblo’ es necesario».

“Una democracia con el corazón sanado sigue cultivando sueños para el futuro, apuesta por las personas, exige la implicación personal y comunitaria”

No nos dejemos engañar por las soluciones fáciles

No nos dejemos engañar por las soluciones fáciles. Comprometámonos, en cambio, con el bien común. No manipulemos la palabra democracia ni la deformemos con títulos vacíos capaces de justificar cualquier acción. La democracia no es una caja vacía, sino que está ligada a los valores de la persona, la fraternidad y la ecología integral

Como católicos, en este horizonte, no podemos conformarnos con una fe marginal, o privada. Esto significa no tanto exigir ser escuchados, sino, sobre todo, tener la valentía de plantear propuestas de justicia y de paz en el debate público. Tenemos algo que decir, pero no para defender privilegios. Debemos ser una voz que denuncia y propone en una sociedad a menudo sin voz y en la que demasiados no tienen voz.

Esto es el amor político, que no se contenta con tratar los efectos, sino que busca las causas. Es una forma de caridad que permite a la política estar a la altura de sus responsabilidades y alejarse de las polarizaciones, que empobrecen y no ayudan a comprender y afrontar los desafíos. Toda la comunidad cristiana está llamada a esta caridad política, en la distinción de ministerios y carismas.

“Formémonos a este amor, para hacerlo circular en un mundo falto de pasión cívica. Aprendamos más y mejor a caminar juntos como pueblo de Dios, a ser fermento de participación en medio del pueblo del que formamos parte”

“Organizar la esperanza”

En conclusión, la invitación del Papa a los laicos católicos italianos, siguiendo el ejemplo de Giorgio la Pira, fue a alimentar proyectos de buena política capaces de reavivar la esperanza. Francisco indicó un horizonte de trabajo, de cara al próximo Jubileo, invitando a promover iniciativas para la formación política y social de los jóvenes, ofreciendo espacios de confrontación y diálogo, y favoreciendo sinergias para el bien común.

“No dejemos nunca de alimentar la confianza, seguros de que el tiempo es superior al espacio y de que iniciar procesos es más sabio que ocupar el espacio… Éste es el papel de la Iglesia: comprometerse en la esperanza, porque sin ella se administra el presente pero no se construye el futuro”

«Los bendigo – concluyó el Papa – y les deseo que sean artesanos de la democracia y testigos contagiosos de la participación”.