El Papa Francisco llora por la martirizada Ucrania durante el tradicional homenaje y oración a los pies del monumento a la Virgen de la Inmaculada en Roma. El Santo Padre se emocionó porque le hubiera gustado llevar el agradecimiento de los ucranianos “por la paz que pedimos al Señor desde hace tanto tiempo”.
El Papa reanudó en la tarde de este 8 de diciembre de 2022, a las 16, la tradición iniciada en 1953 por el Papa Pío XII de venerar la imagen de María Inmaculada en la plaza de España de Roma. Esta costumbre fue interrumpida en los dos últimos años debido a la pandemia de COVID-19.
Antes de llegar a la popular plaza, en la que se congregaban numerosos romanos y turistas, Francisco rezó ante el icono de la Salus Populi Romani, en la Basílica de Santa María La Mayor.
Tras los cantos, el Obispo de Roma depositó una ofrenda floral, a lo que siguieron las letanía y la oración del Pontífice.
Publicamos a continuación la oración que el Santo Padre ha compuesto especialmente y que recita durante el Acto de Veneración de la Inmaculada Concepción en la Plaza de España:
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Oración del Santo Padre
Nuestra Madre Inmaculada,
hoy el pueblo de Roma se reúne a tu alrededor.
Las flores puestas a tus pies
por tantas realidades urbanas
expresar su amor y devoción por ti,
que velan por todos nosotros.
Y también ves y acoges
esas flores invisibles que son tantas invocaciones,
tantas súplicas silenciosas, a veces sofocadas,
oculto pero no para ti, que eres Madre.
Después de dos años en los que he llegado
para rendirte homenaje a solas al despuntar el día,
hoy vuelvo a ti junto con el pueblo,
la gente de esta Iglesia, la gente de esta Ciudad.
Y te traigo las gracias y súplicas
De todos tus hijos, cercanos y lejanos.
Tú, desde el Cielo donde Dios te ha acogido,
ven las cosas de la tierra mucho mejor que nosotros;
pero como Madre escuchas nuestras invocaciones
para presentárselos a tu Hijo
a su Corazón lleno de misericordia.
En primer lugar te traigo el amor filial
de innumerables alimentan la mayor gratitud hacia ti
por tu belleza todo gracia y humildad:
porque en medio de tantas nubes negras
eres un signo de esperanza y consuelo.
Te traigo las sonrisas de los niños
que aprenden su nombre delante de su imagen,
en brazos de sus madres y abuelas,
y empezar a conocer
que ellos también tienen una Madre en el Cielo.
Y cuando, en la vida, sucede que esas sonrisas
dan paso a las lágrimas,
lo importante que es haberte conocido,
¡de haber tenido el don de tu maternidad!
Te traigo la gratitud de los viejos y las viejas:
un agradecimiento que es uno con su vida,
tejida de recuerdos, de alegrías y penas,
de logros que conocen
que han conseguido con su ayuda,
sosteniendo su mano en la tuya.
Madre, te traigo las preocupaciones de las familias,
de padres y madres que a menudo luchan
para llegar a fin de mes en casa
y afrontar día a día
pequeños y grandes retos para salir adelante.
En particular, les encomiendo a las parejas jóvenes,
que mirándote a ti y a San José
afrontan la vida con valentía
confiando en la Providencia de Dios.