En la Solemnidad de Cristo Rey, el Papa Francisco se centró en dos términos clave: «rey» y «mundo», destacando que el reino de Jesús no pertenece a este mundo. No se basa en el poder o la violencia, sino en la gracia y la verdad que Cristo trae a la tierra.
La Conversación con Pilato
El Evangelio del día presenta la conversación entre Pilato y Jesús antes de su crucifixión, que sirve como base para la reflexión del Papa. En una plaza de San Pedro soleada y llena de fieles, Francisco recordó que el reino de Jesús no es de este mundo. Es un reino que redime del mal mediante el amor, libera y perdona, ofreciendo paz y justicia.
La Palabra que Transforma el Mundo
Tras celebrar la Santa Misa en la Basílica de San Pedro por la solemnidad de Cristo Rey y la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco subrayó dos palabras: «rey» y «mundo». Respondió a Pilato diciendo que Jesús es rey, pero uno diferente, el que dice la verdad. Su poder reside en su palabra verdadera y eficaz, que transforma el mundo.
El Papa contrastó el mundo de Pilato, donde los fuertes vencen a los débiles y los ricos dominan a los pobres, con el reino de Jesús. «Jesús es Rey, pero su reino no es de este mundo. El mundo de Jesús es nuevo y eterno, que Dios prepara para todos, dando su vida por nuestra salvación. Es el reino de los cielos que Cristo trae a la tierra derramando gracia y verdad».
La Verdad y la Resistencia a Ella
Francisco señaló la actitud de Pilato, que, aunque dialogó con Jesús, permaneció alejado de él. «Pilato vive en un mundo diferente, y su diálogo no se convierte en entendimiento. No se abre a la verdad, aunque la tenga delante, y condena a muerte a Jesús sin comprender sus palabras».
Escuchar al Rey del Universo
«Jesús vino a nuestro mundo; quien es de la verdad oye su voz. Es la voz del Rey del universo, que se convirtió en el servidor de todos», afirmó el Papa.
El Papa invitó a los fieles a reflexionar con preguntas personales: «¿Puedo decir que Jesús es mi rey? ¿En qué sentido? ¿Es su palabra mi guía y certeza? ¿Veo en él el rostro misericordioso de Dios hacia mí y hacia mis hermanos y hermanas?»
Con esperanza en el Reino de Dios, el Papa concluyó su reflexión poniendo estas preguntas en manos de la Virgen María, Nuestra Madre.