Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco recibe en audiencia a los miembros de la familia de Pedro Maria Guimarães de Mello.
Saludo del Santo Padre
¡Hola y bienvenidos!
Sois una familia numerosa y unida. Os agradezco el testimonio de vuestro amor a la Iglesia y vuestra peregrinación a la tumba de San Pedro. Es la fe en Jesús la que os ha traído aquí y os ha unido. Es bueno ver una familia unida y fortalecida por el don de la fe.
Al ver a vuestra familia y pensar en familias como la vuestra, me viene a la mente el Salmo 133:
«¡Mirad qué hermoso y qué dulce es que los hermanos vivan juntos! Es como aceite precioso derramado sobre la cabeza, que cae sobre la barba, la barba de Aarón, que cae sobre el borde de su manto” (Sal 133,1-2).
El óleo es una bella imagen de unión, de la alegría de estar en comunión. Pero el aceite es también imagen de la fe que fortalece nuestros lazos y, por medio del Espíritu Santo, hace posible la armonía en las familias, en la Iglesia, en el mundo.
Os animo a no dejar nunca que se acabe el aceite de la fe en vuestras lámparas (cf. Mt 25, 1-13). Así colaboramos, en cierto sentido, con la gracia de Dios que experimentamos en el encuentro con Él. Y experimentamos la presencia del Señor en muchas circunstancias, pero especialmente en los sacramentos y en la meditación de su Palabra.
La oración nos ayuda a mantener viva la fe; el aceite de la fe se conserva volviendo a menudo nuestro pensamiento al Señor: mirar la imagen del crucifijo puede ayudarnos mucho, fijando la mirada en Jesús, es una manera hermosa de orar.
Como familia y como individuos, los invito a seguir adelante en su camino de fe, confiando en la bondad del Señor y en la protección de Nuestra Señora, a quien tanto veneran en Fátima.
Les pido por favor que oren por ustedes y de corazón los bendigo.