Papa Francisco en el Te Deum: Roma, una ciudad acogedora y fraternal

El Papa Francisco concluye el año en San Pedro con una reflexión sobre la fraternidad y la acogida en Roma, destacando las obras preparatorias para el Jubileo y el papel de la ciudad como hogar para todos los peregrinos

En la Basílica de San Pedro, se llevó a cabo la tradicional plegaria de acción de gracias, concluyendo el año con las Primeras Vísperas a María Santísima Madre de Dios. El Papa Francisco presidió esta ceremonia, acompañado por 36 cardenales, 22 obispos y 40 sacerdotes, con la presencia destacada del alcalde de Roma, Roberto Gualtieri.

Durante su homilía, el Papa Francisco reflexionó sobre los retos y las numerosas obras infraestructurales que se han realizado en Roma en preparación para el Jubileo. A pesar de estas exigencias, el Pontífice expresó su esperanza de que estas mejoras sirvan para crear un ambiente acogedor para todos los peregrinos de la esperanza, sin importar su origen, y que «lo que no es humano» se transforme en un deseo de fraternidad.

Una llamada a la fraternidad y la acogida

El Papa subrayó la importancia del trabajo digno y su valor intrínseco. Reiteró su mensaje de acoger a todos, elevando su agradecimiento a Dios por permitir tanto esfuerzo en la ciudad:

«Roma está llamada a acoger a todos para que todos puedan reconocerse hijos de Dios y hermanos entre sí.»

Francisco mencionó la Encíclica Fratelli tutti, destacando la fraternidad universal como clave para el Año Santo. Consideró que Roma se ha convertido en una gran obra de construcción con el propósito de acoger a personas de todo el mundo, incluyendo católicos, cristianos de otras confesiones, creyentes de diversas religiones y buscadores de verdad, justicia y paz.

Gratitud y esperanza

Apartándose del texto preparado, el Papa Francisco agradeció especialmente al alcalde de Roma y a todos los trabajadores que han contribuido al desarrollo de la ciudad:


«Admiramos con gratitud los resultados de las obras realizadas en la ciudad y agradecemos el trabajo de tantos hombres y mujeres que lo han hecho posible, y al Señor Alcalde por llevar adelante esta labor.»

El Pontífice también invocó la ayuda de María, alentando a todos a mirar dentro de sí mismos para fomentar la conversión y el compromiso con la fraternidad. Subrayó que la esperanza de un mundo fraterno no es una ideología ni un sistema económico, sino que se fundamenta en Cristo, el Hijo encarnado. Concluyó pidiendo perdón por los pecados y suplicando al Señor que nos conceda la fuerza para avanzar en nuestra peregrinación el próximo año:

«La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado.»

Con estas palabras, el Papa Francisco cerró la ceremonia, renovando la esperanza y el compromiso con un futuro más fraternal y acogedor.