No todos los días dos periodistas se convierten en dama y caballero. Pero eso es lo que ocurrió el sábado cuando el Papa Francisco honró a dos veteranos periodistas que informan sobre el Vaticano y la Santa Sede: la mexicana Valentina Alazraki y Philip Pullella, un estadounidense de origen italiano que trabaja para la agencia de noticias Reuters.
“Me complace darles la bienvenida aquí, después de las muchas veces que nos hemos encontrado en el pasillo del avión, en las entrevistas a gran altura, o de paso en las distintas celebraciones y citas durante las peregrinaciones apostólicas por el mundo”, recordó el Papa. “¡Somos compañeros de viaje! Y hoy celebramos a dos periodistas experimentados, que siempre han seguido a los Papas, la información sobre la Santa Sede y la Iglesia católica en general.
“Una es vuestra decana Valentina Alazraki: desde hace 47 años está en los vuelos papales, como periodista aquí -¡vino directamente después de su Primera Comunión! Cuando era muy joven subió al avión que llevó a San Juan Pablo II a Puebla, en 1979, la primera vez, y le regaló al Papa un sombrero, uno de esos sombreros mexicanos.
“El otro es su decano, Phil Pullella, también veterano y conocido protagonista de la información vaticana. ¡Cuántas experiencias compartidas, cuántos viajes, cuántos acontecimientos ha vivido en primera persona, contándolos a sus espectadores y lectores! No quiero dejar de mencionar un nombre, y lo llevo en el corazón porque era un hombre bueno: un ruso que nos ha dejado, [Aleksei] Bukhalov. Un recuerdo de él también en este momento: un buen compañero de viaje.
Dama Valentina Alazraki con el Papa
Alazraki, que informa para Noticieros Televisa y W Radio, comenzó su carrera periodística en 1974, durante el pontificado de San Pablo VI. Pullella, periodista desde hace unos 40 años, ha cubierto a los papas desde Juan Pablo II. Antes de incorporarse a Reuters en 1983, trabajó para United Press International.
El premio que el Papa entregó tiene, a todas luces, un nombre elegante: el título de “Dama” y “Caballero”, respectivamente, de la Gran Cruz de la Orden del Papa Pío. El Santo Padre destacó el importante papel que desempeñan los periodistas al escuchar lo que ocurre en el Vaticano y en la Iglesia, y luego investigar.
El caballero Felipe Pullella con el Papa
“Con el premio concedido a Valentina y a Phil, hoy quiero rendir homenaje a toda vuestra comunidad de trabajo, para deciros que el Papa se preocupa por vosotros, os sigue, os estima y os considera preciosos”, dijo Francisco. “El periodismo no se hace eligiendo una profesión, sino emprendiendo una misión, un poco como el médico, que estudia y trabaja para que se cure el mal del mundo. Vuestra misión es explicar el mundo, hacerlo menos oscuro, hacer que los que viven en él le tengan menos miedo y miren a los demás con más conciencia, y también con más confianza.”
A continuación, el texto completo de la alocución del Santo Padre, facilitados por el Vaticano.
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Discurso del Santo Padre
Queridos amigos, ¡buenos días!
Me complace acogeros aquí, después de las muchas veces que nos hemos encontrado en el pasillo del avión, en las entrevistas a gran altura, o de paso en las diversas celebraciones y citas durante las peregrinaciones apostólicas por el mundo. ¡Somos compañeros de viaje! Y hoy celebramos a dos periodistas experimentados, que siempre han seguido a los Papas, la información sobre la Santa Sede y la Iglesia católica en general. Una de ellas es vuestra “decana”, Valentina Alazraki: desde hace 47 años está en los vuelos papales, como periodista aquí – ¡llegó directamente después de su Primera Comunión! Cuando era muy joven subió al avión que llevó a San Juan Pablo II a Puebla, en 1979, la primera vez, y le regaló al Papa un sombrero, uno de esos sombreros mexicanos. El otro es su “decano”, Phil Pullella, también veterano y conocido protagonista de la información vaticana. ¡Cuántas experiencias compartidas, cuántos viajes, cuántos acontecimientos ha vivido en primera persona, contándolos a sus espectadores y lectores! No quiero dejar de mencionar un nombre, y lo llevo en el corazón porque era un hombre bueno: un ruso que nos ha dejado, [Aleksei] Bukhalov. Un recuerdo de él también en este momento: un buen compañero de viaje.
Con el premio concedido a Valentina y a Phil, hoy quiero rendir homenaje a toda vuestra comunidad de trabajo, deciros que el Papa se preocupa por vosotros, os sigue, os estima y os considera valiosos. El periodismo no se hace eligiendo una profesión, sino emprendiendo una misión, un poco como el médico, que estudia y trabaja para que el mal del mundo se cure. Su misión es explicar el mundo, hacerlo menos oscuro, hacer que los que viven en él le tengan menos miedo y miren a los demás con más conciencia, y también con más confianza. No es una misión fácil. Es complicado pensar, meditar, profundizar, pararse a recoger ideas, estudiar los contextos y precedentes de una noticia. El riesgo, como bien sabes, es dejarse abrumar por la noticia en lugar de ser capaz de darle sentido. Por eso os animo a conservar y cultivar ese sentido de misión que está en el origen de vuestra elección. Y lo haré con tres verbos que creo que caracterizan al buen periodismo: escuchar, investigar e informar.
Escuchar es un verbo que os concierne como periodistas, pero que nos concierne a todos como Iglesia, en todo momento y especialmente ahora que ha comenzado el proceso sinodal. Para un periodista, escuchar significa tener la paciencia de encontrarse cara a cara con las personas a entrevistar, con los protagonistas de las historias que se cuentan, con las fuentes de las que se reciben las noticias. Escuchar siempre va de la mano de ver, de estar presente: ciertos matices, sensaciones y descripciones redondas sólo pueden transmitirse a los lectores, oyentes y espectadores si el periodista ha escuchado y visto por sí mismo. Esto significa escapar -¡y sé lo difícil que es esto en su trabajo! – escapar de la tiranía de estar siempre en línea, en las redes sociales, en la web. El periodismo de escuchar y ver bien requiere tiempo. No todo se puede contar a través del correo electrónico, el teléfono o una pantalla. Como recordé en el Mensaje para la Jornada de la Comunicación de este año, necesitamos periodistas dispuestos a “gastar la suela de los zapatos”, a salir de la redacción, a caminar por la ciudad, a conocer a la gente, a valorar las situaciones que vivimos en nuestro tiempo. Escuchar es la primera palabra que me vino a la mente.
La segunda, investigar es una consecuencia de escuchar y ver. Cada noticia, cada hecho del que hablamos, cada realidad que describimos necesita ser investigada. En una época en la que hay millones de informaciones disponibles en la red, y en la que muchas personas se informan y forman sus opiniones en las redes sociales, en las que desgraciadamente se impone a veces la lógica de la simplificación y la oposición, la contribución más importante que puede hacer el buen periodismo es la del análisis en profundidad. En efecto, ¿qué más puedes ofrecer a quienes te leen o escuchan que lo que ya encuentran en la web?
Puedes ofrecer el contexto, los precedentes, las claves de interpretación que ayuden a situar el hecho que ha ocurrido. Sabes muy bien que, incluso cuando se trata de información sobre la Santa Sede, no todo lo que se dice es siempre “nuevo” o “revolucionario”. Traté de documentarlo en mi reciente discurso a los movimientos populares cuando indiqué las referencias a la Doctrina Social de la Iglesia en las que se basaban mis llamamientos. La Tradición y el Magisterio continúan y se desarrollan afrontando las exigencias siempre nuevas de los tiempos en que vivimos e iluminándolas con el Evangelio.
Escuchar, investigar y el tercer verbo, informar: No hace falta que os lo explique a vosotros, que os habéis convertido en periodistas precisamente porque tenéis curiosidad por la realidad y os apasiona contarla. Informar significa no ponerse en primer plano, ni erigirse en juez, sino dejarse golpear y a veces herir por las historias que encontramos, para poder contarlas con humildad a nuestros lectores. La realidad es un gran antídoto contra muchos “males”. La realidad -lo que sucede, la vida y los testimonios de la gente- merece ser contada. Pienso en los libros que escribes, Valentina, sobre las mujeres que sufren la tiranía del maltrato.
Hoy estamos muy necesitados de periodistas y comunicadores apasionados por la realidad, capaces de encontrar los tesoros que a menudo se esconden en los pliegues de nuestra sociedad y de contarlos, permitiéndonos impresionarnos, aprender, ampliar nuestras mentes, captar aspectos que antes desconocíamos. Les agradezco su esfuerzo por contar la realidad. La diversidad de enfoques, de estilo, de puntos de vista ligados a diferentes culturas o afiliaciones religiosas, es también una riqueza de información. También os agradezco lo que nos contáis sobre lo que va mal en la Iglesia, por ayudarnos a no esconderlo bajo la alfombra, y por la voz que habéis dado a las víctimas de los abusos: gracias por ello.
Y, por favor, recordad también que la Iglesia no es una organización política con izquierdas y derechas, como ocurre en los parlamentos. A veces, por desgracia, nuestras consideraciones se reducen a esto, con alguna raíz en la realidad. Pero no, la Iglesia no es esto. No es una gran empresa multinacional dirigida por directivos que estudian en la mesa cómo vender mejor su producto. La Iglesia no se construye sobre la base de su propio proyecto, no saca de sí misma la fuerza para avanzar y no vive de estrategias de marketing. Cada vez que cae presa de esta tentación mundana -y a veces cae, o ha caído-, la Iglesia, sin darse cuenta, cree tener luz propia y olvida que es el “mysterium lunae” del que hablaban los Padres de los primeros siglos -sólo es auténtica a la luz de Otro, como la luna- y así su acción pierde vigor y no sirve para nada. La Iglesia, compuesta por hombres y mujeres pecadores como todos los demás, ha nacido y existe para reflejar la luz de Otro, la luz de Jesús, como la luna lo hace con el sol. La Iglesia existe para llevar la palabra de Jesús al mundo y hacer posible hoy el encuentro con Jesús vivo, haciéndose vehículo de su abrazo de misericordia ofrecido a todos.
Gracias, queridos amigos, por este encuentro. Gracias y felicidades a nuestros dos “decanos”. Gracias a todos por el trabajo que realizáis. Gracias por vuestra búsqueda de la verdad, porque sólo la verdad nos hace libres. Gracias.
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