“Gracias por iluminar la vida y el testimonio de los numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que han elegido acompañar, apoyar y ayudar a sus hermanos y hermanas que sufren el VIH y el SIDA con gran riesgo para su profesión y reputación”, apuntó el Papa Francisco.
Con estas palabras, el Santo Padre agradeció a los numerosos sacerdotes, monjas y laicos que ayudaron a los enfermos de SIDA y VIH, incluso poniendo en juego su vida y reputación, en los años 80 y 90, cuando este virus aún desconocido presentaba una tasa de mortalidad de casi el 100%.
Misericordia discreta, silenciosa y oculta
Estas palabras están recogidas en una carta dirigida al periodista Michael O’Loughlin, corresponsal de la revista estadounidense America, autor de un ensayo recientemente publicado titulado “Hidden Mercy: AIDS, Catholics and the Untold Stories of Compassion in the Face of Fear” (“Misericordia oculta: el sida, los católicos y las historias no contadas de compasión frente al miedo”).
En la breve misiva, Francisco escribe: “Gracias por iluminar la vida y el testimonio de los numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que han elegido acompañar, apoyar y ayudar a sus hermanos y hermanas que sufren el VIH y el SIDA con gran riesgo para su profesión y reputación”.
“En lugar de la indiferencia, la alienación e incluso la condena estas personas se han dejado conmover por la misericordia del Padre y han permitido que ésta se convierta en la obra de su propia vida; una misericordia discreta, silenciosa y oculta, pero capaz de sostener y devolver la vida y la historia a cada uno de nosotros”, añade.
En su libro, O’Loughlin, cuenta la historia de la enfermera Carol Baltosiewich, una de las primeras en prestar atención a las personas con SIDA y en luchar contra los que criticaban su labor. El periodista, autor del podcast Plague (Plaga), decidió escribir a Francisco ofreciendo su trabajo.
“Me ha impresionado espontáneamente lo que un día nos juzgarán: ‘Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y vinisteis a visitarme’“, expuso el Pontífice sobre ello.
El estigma del SIDA
Tal y como indica Vatican News, la atención y la asistencia, física y espiritual, a los enfermos de SIDA forma parte hoy de la misión de la Iglesia, pero no siempre ocurrió así. A principios de los años ochenta, cuando esta enfermedad letal y contagiosa se descubrió en algunos pacientes de Estados Unidos, surgió la alarma social a la se unió la discriminación y el estigma hacia los enfermos.
En lugares como Nueva York, donde la incidencia del VIH fue especialmente alta, las personas infectadas en ocasiones eran rechazadas por los hospitales. Este repudoio afectó especialmente a los homosexuales, población con mayor número de afectados en ese momento.
Este virus llegó a ser conocido como la “plaga gay” y, en consecuencia, los homosexuales fueron despedidos de sus trabajos o expulsados de sus parroquias. Para muchos miembros de la jerarquía eclesiástica el virus era concebido como “el castigo de Dios por el comportamiento sexual inmoral”. Esta actitud permaneció durante años, incluso cuando posteriormente aparecieron casos de pacientes no homosexuales, drogadictos y hemofílicos, desmintiendo así la asociación entre la homosexualidad y la enfermedad.
Atención de la madre Teresa
En medio de este clima, en 1985, la Madre Teresa, fundadora de las Misioneras de la Caridad, se dirigió al arzobispo de Nueva York para crear el Gift of Love, iniciativa destinada a acoger y cuidar a las personas seropositivas. “Empezamos con quince camas para otros tantos enfermos, y los primeros internados fueron cuatro jóvenes a los que conseguí sacar de la cárcel porque no querían morir allí. Había preparado una pequeña capilla para ellos, para que estos jóvenes, que tal vez nunca habían estado cerca de Jesús o se habían alejado de Él, pudieran, si lo deseaban, acercarse de nuevo a Él. Poco a poco, gracias a Dios, sus corazones se fueron ablandando”, contó la religiosa.
El de la Madre Teresa es solo uno de los muchos ejemplos de religiosas, sacerdotes, religiosos y laicos ya también se dedicaron a asistir y cuidar a los enfermos de este virus, como es el caso de Carol Baltosiewich.
Actitudes del Papa Francisco
De acuerdo al medio vaticano, el propio Papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires, lavó los pies a 12 enfermos de VIH el Jueves Santo en 2008. Asimismo, durante su viaje a Panamá en 2019, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, el actual Obispo de Roma visitó la Casa Hogar Buen Samaritano, que acoge a muchas personas seropositivas.
“El buen samaritano, como todas sus casas, nos muestra que el prójimo es ante todo una persona, alguien con un rostro concreto y real, y no algo que hay que pasar por alto e ignorar, sea cual sea su situación”, expresó Su Santidad en aquel momento.