En la mañana de hoy, viernes 30 de abril de 2021, el Papa Francisco ha recibido en audiencia en el Palacio Apostólico Vaticano a los miembros del Consejo Nacional de la Acción Católica de Italia con motivo de la celebración de su XVII Asamblea Nacional de manera online del 25 de abril al 2 de mayo.
En su discurso, el Pontífice ha agradecido las palabras dirigidas por el presidente Nacional y el asistente eclesiástico general del apostolado, y les ha compartido una reflexión sobre “la tarea de una realidad como la Acción Católica Italiana, especialmente en un tiempo como el que estamos viviendo”, a partir de las palabras “acción, católica e italiana”.
La acción es del Señor
Tras relatar el pasaje de san Marcos en el que Jesús envía a los apóstoles a anunciar el Evangelio a todas las gentes, el Santo Padre señala que “el Evangelio nos asegura que la acción pertenece al Señor: Es Él quien tiene el derecho exclusivo de actuar, caminando ‘de incógnito’ en la historia que habitamos”.
Esto, continúa, “no nos exime de responsabilidad, sino que nos devuelve a nuestra identidad de discípulos misioneros”, y recuerda que “la acción pertenece al Señor, sin embargo, nos permite no perder nunca de vista que es el Espíritu la fuente de la misión: su presencia es la causa, y no el efecto, de la misión. Nos permite tener siempre presente que ‘nuestra capacidad viene de Dios, que la historia está guiada por el amor del Señor y nosotros somos sus coprotagonistas’”.
Palabra y vida
Francisco sostiene que “debe haber un fuerte vínculo entre lo que escuchamos y lo que vivimos. Vivir la Palabra y proclamar la Palabra (conectada) a la vida”, e invita a “que la búsqueda de la síntesis entre Palabra y vida, que hace de la fe una experiencia encarnada, siga caracterizando los programas de formación de la Acción Católica”.
Después de indicar que el Espíritu Santo es lo que hace avanzar, ha advertido a los presentes que deben “tener mucho cuidado de no caer en la ilusión del funcionalismo. Los programas, los organigramas son útiles, pero como punto de partida, como inspiración; lo que hace avanzar al Reino de Dios es la docilidad al Espíritu, es el Espíritu, nuestra docilidad y la presencia del Señor. La libertad del Evangelio”.
Características de la acción
El Papa explica que la primera característica de la obra de Acción Católica es la gratuidad: “El impulso misionero no se sitúa en la lógica de la conquista sino en la del don. La gratuidad, fruto maduro del don de sí, os pide que os dediquéis a vuestras comunidades locales, asumiendo la responsabilidad del anuncio; os pide que escuchéis vuestros territorios, sintiendo sus necesidades, entretejiendo relaciones fraternas”.
La segunda, prosigue, son la humildad y la mansedumbre: “La Iglesia está agradecida a la Asociación a la que pertenecéis, porque vuestra presencia a menudo no hace ruido, – y vosotros dejáis que el ruido lo haga el Espíritu; vosotros no hacéis ruido- pero es una presencia fiel, generosa y responsable. La humildad y la mansedumbre son las claves para vivir el servicio, no para ocupar espacios sino para iniciar procesos”.
Hacerse al prójimo
Abordando la palabra católica, el Obispo de Roma ha apuntado que define la identidad de la asociación y “dice que la misión de la Iglesia no tiene fronteras”. Jesús, sigue, “llamó a los discípulos a una experiencia de compartir fuertemente la vida con Él, pero fue donde ellos vivían y trabajaban. Y los llamó tal y como eran. También a vosotros se os pide que seáis cada vez más conscientes de que ‘ser con los demás y para los demás’”.
Por ello, afirma, “la palabra católica puede traducirse por la expresión ‘hacerse prójimo’, porque es universal, ‘hacerse prójimo’, pero de todos”. También ha recalcado que “ser una asociación es precisamente una forma de expresar este deseo de vivir y creer juntos. A través de vuestro ser asociación, hoy dais testimonio de que la distancia nunca puede convertirse en indiferencia, nunca puede convertirse en extrañamiento”.
Del mismo modo, el Sucesor de Pedro ha aclarado a los miembros del apostolado que el peligro es la clericalización: “Es una tentación de todos los días. Todavía está muy extendida la tentación de pensar que la promoción del laicado, frente a tantas necesidades eclesiales, pasa por una mayor implicación de los laicos en las ‘cosas de los curas’, en la ‘clericalización’. Con el riesgo de acabar clericalizando a los laicos”.
Ecología integral
El Papa Francisco ha expresado a los laicos de Acción Católica su capacidad de “ayudar a la Iglesia entera y a la sociedad a repensar juntos qué tipo de humanidad queremos ser, qué tipo de tierra queremos habitar, qué tipo de mundo queremos construir. Vosotros también estáis llamados a aportar una contribución original a la creación de una nueva ‘ecología integral‘: con vuestras competencias, vuestra pasión, vuestra responsabilidad”.
“El gran sufrimiento humano y social generado por la pandemia corre el riesgo de convertirse en una catástrofe educativa y una emergencia económica”, ha manifestado, y ha indicado que “prestar escucha a este tiempo es un ejercicio de fidelidad que no podemos eludir”. Del mismo modo, ha encomendado “obre todo a los más afectados por la pandemia y a los que corren el riesgo de pagar el precio más alto: los pequeños, los jóvenes, los ancianos, los que han experimentado la fragilidad y la soledad”.
Camino de la sinodalidad
El Santo Padre ha esclarecido que la asociación “siempre ha formado parte de la historia italiana y ayuda a la Iglesia en Italia a ser generadora de esperanza para todo el país”, y ha dicho a sus miembros que pueden “ayudar a la comunidad eclesial a ser un fermento de diálogo en la sociedad”.
“Una Iglesia del diálogo es una Iglesia sinodal, que se pone a la escucha conjunta del Espíritu y de la voz de Dios que nos llega a través del grito de los pobres y de la tierra. Efectivamente, el plan sinodal no es tanto un plan que hay que planificar y realizar, sino sobre todo un estilo que hay que encarnar”, argumenta.
Laicidad contra la autorreferencia
El Papa ha mostrado a los representantes de Acción Católica que su “contribución más valiosa podrá venir, una vez más, de vuestra laicidad, que es un antídoto contra la autorreferencia”. Es curioso, subraya, “cuando no se vive la laicidad verdadera en la Iglesia, se cae en la autorreferencia. Hacer sínodo no es mirarse al espejo, ni tampoco mirar a la diócesis o a la conferencia episcopal, no, no es esto. Es caminar juntos detrás del Señor y hacia la gente bajo la guía del Espíritu Santo”.
“La laicidad es también un antídoto contra la abstracción: un camino sinodal debe llevar a tomar decisiones. Y estas decisiones, para ser factibles, deben partir de la realidad, no de las tres o cuatro ideas que están de moda o que han surgido de la discusión. No para dejarla así como está, la realidad, no evidentemente, sino para intentar incidir en ella, para que crezca en la línea del Espíritu Santo, para transformarla según el proyecto del Reino de Dios”, concluye.
A continuación, sigue el texto completo del discurso de Francisco, ofrecido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Discurso del Pontífice
Queridos hermanos y hermanas:
Os saludo con afecto, complacido de encontraros en los días de vuestra XVII Asamblea Nacional, y agradezco al presidente nacional y al asistente eclesiástico general sus palabras de presentación. Me gustaría ofreceros algunas ideas para volver a reflexionar sobre la tarea de una realidad como la Acción Católica Italiana, especialmente en un tiempo como el que estamos viviendo. Seguiré las tres palabras acción, católica e italiana.
1.- Acción
Podemos preguntarnos qué significa esta palabra «acción» y, sobre todo, de quién es la acción. El último capítulo del Evangelio de Marcos, después de relatar la aparición de Jesús a los apóstoles y la invitación que les dirigió para que fueran por todo el mundo y anunciaran el Evangelio a toda criatura, termina con esta afirmación: «Colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban (16,20). ¿De quién es entonces la acción? El Evangelio nos asegura que la acción pertenece al Señor: es Él quien tiene el derecho exclusivo de actuar, caminando «de incógnito» en la historia que habitamos.
Recordar esto no nos exime de responsabilidad, sino que nos devuelve a nuestra identidad de discípulos-misioneros. De hecho, el relato de Marcos añade inmediatamente después que los discípulos «salieron» prontamente «y predicaron por todas partes» (ibíd.). El Señor actuaba y ellos salían. Recordar que la acción pertenece al Señor, sin embargo, nos permite no perder nunca de vista que es el Espíritu la fuente de la misión: su presencia es la causa -y no el efecto- de la misión. Nos permite tener siempre presente que «nuestra capacidad viene de Dios» (2 Cor 3,5); que la historia está guiada por el amor del Señor y nosotros somos sus coprotagonistas. Por eso, también vuestros programas se proponen redescubrir y anunciar en la historia los signos de la bondad del Señor.
La pandemia ha desbaratado tantos proyectos, nos ha pedido a cada uno de nosotros que nos enfrentemos a lo inesperado. Acoger lo inesperado, en lugar de ignorarlo o rechazarlo, significa permanecer dócil al Espíritu y, sobre todo, fiel a la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
El evangelista subraya que Jesús «confirmaba la Palabra con señales». ¿Qué significa? Significa que lo que ponemos en marcha tiene un origen preciso: la escucha y la acogida del Evangelio. Pero también quiere decir que debe haber un fuerte vínculo entre lo que escuchamos y lo que vivimos. Vivir la Palabra y proclamar la Palabra (conectada) a la vida. Os invito, pues, a que la búsqueda de la síntesis entre Palabra y vida, que hace de la fe una experiencia encarnada, siga caracterizando los programas de formación de la Acción Católica. Y hablando del Espíritu, que es lo que nos hace avanzar, y hablando del Señor que actuaba, que nos acompaña, que está con nosotros, debemos tener mucho cuidado de no caer en la ilusión del funcionalismo. Los programas, los organigramas son útiles, pero como punto de partida, como inspiración; lo que hace avanzar al Reino de Dios es la docilidad al Espíritu, es el Espíritu, nuestra docilidad y la presencia del Señor. La libertad del Evangelio. Es triste ver cuantas organizaciones han caído en la trampa de los organigramas: todo perfecto, todas las instituciones perfectas, todo el dinero necesario, todo perfecto… Pero dime: la fe, ¿dónde está? ¿Dónde está el Espíritu? «No, lo estamos buscando juntos, sí, según el organigrama que estamos haciendo». Cuidado con el funcionalismo. Cuidado con caer en la esclavitud de los organigramas, de las cosas perfectas.. El Evangelio es desorden porque el Espíritu, cuando llega, hace tanto ruido que la acción de los apóstoles parece la acción de unos borrachos. Por eso decían: «¡Están borrachos!» La docilidad al Espíritu es revolucionaria, porque Jesucristo es revolucionario, porque la Encarnación es revolucionaria, porque la resurrección es revolucionaria. Vuestro envío también tiene que teme esta característica revolucionaria.
¿Qué características debe tener la acción, la obra de la Acción Católica? Yo diría que, en primer lugar, la gratuidad. El impulso misionero no se sitúa en la lógica de la conquista sino en la del don. La gratuidad, fruto maduro del don de sí, os pide que os dediquéis a vuestras comunidades locales, asumiendo la responsabilidad del anuncio; os pide que escuchéis vuestros territorios, sintiendo sus necesidades, entretejiendo relaciones fraternas. La historia de vuestra Asociación está formada por muchos «santos de la puerta de al lado»,- ¡muchos!- y es una historia que debe continuar: la santidad es una herencia que hay que conservar y una vocación que hay que acoger.
Una segunda característica de vuestra actividad que me gustaría destacar es la humildad y la mansedumbre. La Iglesia está agradecida a la Asociación a la que pertenecéis, porque vuestra presencia a menudo no hace ruido, – y vosotros dejáis que el ruido lo haga el Espíritu; vosotros no hacéis ruido- pero es una presencia fiel, generosa y responsable. La humildad y la mansedumbre son las claves para vivir el servicio, no para ocupar espacios sino para iniciar procesos. Me alegro porque en estos años os habéis tomado en serio el camino indicado por la Evangelii gaudium. Seguid por este camino: ¡todavía queda mucho por recorrer! Esto por lo que atañe a la acción.
2.- Católica- segunda palabra
La palabra «católica», que define vuestra identidad, dice que la misión de la Iglesia no tiene fronteras. Jesús llamó a los discípulos a una experiencia de compartir fuertemente la vida con Él, pero fue donde ellos vivían y trabajaban. Y los llamó tal y como eran. También a vosotros se os pide que seáis cada vez más conscientes de que «ser con los demás y para los demás» (cf. Evangelii Gaudium, 273) no significa «diluir» la misión, «aguarla», sino mantenerla estrechamente ligada a la vida concreta, a la gente con la que se vive.
Por ello, la palabra «católica» puede traducirse por la expresión «hacerse prójimo», porque es universal, “hacerse prójimo”, pero de todos. El tiempo de la pandemia, que nos ha pedido y nos pide que aceptemos formas de distanciamiento, ha vuelto aún más evidente el valor de la cercanía fraterna: entre personas, entre generaciones, entre territorios. Ser una asociación es precisamente una forma de expresar este deseo de vivir y creer juntos. A través de vuestro ser asociación, hoy dais testimonio de que la distancia nunca puede convertirse en indiferencia, nunca puede convertirse en extrañamiento. Hay un distancia mala, la de mirar a otro lado, la indiferencia, la frialdad: yo tengo lo mío, no me hace falta.. yo sigo adelante.
Vosotros podéis hacer mucho en este campo, precisamente porque sois una asociación de laicos. El peligro es la clericalización de la Acción Católica, pero de eso hablaremos otra vez porque sería demasiado largo… Es una tentación de todos los días. Todavía está muy extendida la tentación de pensar que la promoción del laicado -frente a tantas necesidades eclesiales- pasa por una mayor implicación de los laicos en las «cosas de los curas», en la “clericalización”. Con el riesgo de acabar clericalizando a los laicos. Pero vosotros, para ser valorados, no necesitáis convertiros en algo distinto de lo que sois por el bautismo. Vuestra laicidad es riqueza para la catolicidad de la Iglesia, que quiere ser levadura, «sal de la tierra y luz del mundo».
En particular, vosotros, los laicos de Acción Católica podéis ayudar a la Iglesia entera y a la sociedad a repensar juntos qué tipo de humanidad queremos ser, qué tipo de tierra queremos habitar, qué tipo de mundo queremos construir. Vosotros también estáis llamados a aportar una contribución original a la creación de una nueva «ecología integral»: con vuestras competencias, vuestra pasión, vuestra responsabilidad.
El gran sufrimiento humano y social generado por la pandemia corre el riesgo de convertirse en una catástrofe educativa y una emergencia económica. Cultivemos una actitud sabia, como lo hizo Jesús, que «aprendió, sufriendo, a obedecer» (Hb 5,8). También nosotros debemos preguntarnos: ¿qué podemos aprender de este tiempo y de este sufrimiento? Aprendió a obedecer», dice la Carta a los Hebreos, es decir, aprendió una forma de escucha elevada y exigente, capaz de impregnar la acción. Prestar escucha a este tiempo es un ejercicio de fidelidad que no podemos eludir. Os encomiendo sobre todo a los más afectados por la pandemia y a los que corren el riesgo de pagar el precio más alto: los pequeños, los jóvenes, los ancianos, los que han experimentado la fragilidad y la soledad.
Y no olvidemos que vuestra experiencia asociativa es «católica» porque involucra a niños, jóvenes, adultos, mayores, estudiantes, trabajadores: una experiencia del pueblo. La catolicidad es precisamente la experiencia del santo pueblo fiel de Dios: ¡no perdáis nunca el carácter popular! En este sentido , el de ser pueblo de Dios
3.-Tercera palabra: Italiana
El tercer término es «italiana». Vuestra asociación siempre ha formado parte de la historia italiana y ayuda a la Iglesia en Italia a ser generadora de esperanza para todo el país. Podéis ayudar a la comunidad eclesial a ser un fermento de diálogo en la sociedad, en el estilo que indiqué en el Congreso de Florencia. Y la Iglesia italiana retomará, en esta asamblea [del episcopado] de mayo, el Congreso de Florencia, para alejarlo de la tentación de archivarlo, y lo hará a la luz del camino sinodal que iniciará la Iglesia italiana, que no sabemos cómo terminará y no sabemos las cosas que saldrán. El camino sinodal, que comenzará con cada comunidad cristiana, desde abajo hasta arriba. Y la luz, de arriba a abajo, será el Congreso de Florencia.
Una Iglesia del diálogo es una Iglesia sinodal, que se pone a la escucha conjunta del Espíritu y de la voz de Dios que nos llega a través del grito de los pobres y de la tierra. Efectivamente, el plan sinodal no es tanto un plan que hay que planificar y realizar, sino sobre todo un estilo que hay que encarnar. Y debemos ser precisos, cuando hablamos de sinodalidad, de camino sinodal, de experiencia sinodal. No es un parlamento, la sinodalidad no es hacer un parlamento. La sinodalidad no es sólo la discusión de los problemas, de las diferentes cosas que hay en la sociedad…. Va más allá. La sinodalidad no es buscar una mayoría, un acuerdo sobre las soluciones pastorales que tenemos que hacer. Esto solo no es sinodalidad; es un bello «parlamento católico», está bien, pero no es sinodalidad. Porque falta el Espíritu. Lo que hace que la discusión, el «parlamento», la búsqueda de cosas se convierta en sinodalidad es la presencia del Espíritu: la oración, el silencio, el discernimiento de todo lo que compartimos. No puede haber sinodalidad sin el Espíritu, y no hay Espíritu sin oración. Esto es muy importante.
La Iglesia del diálogo es una Iglesia sinodal, a la escucha conjunta del Espíritu y de esa voz de Dios que nos llega a través del grito de los pobres y de la tierra. En general, los pecadores son también los pobres de la tierra. En efecto el plan sinodal no es tanto un plan que hay que planificar y realizar, una decisión pastoral que hay que tomar, sino sobre todo un estilo que hay que encarnar.
En este sentido, vuestra Asociación constituye un «entrenamiento» de sinodalidad y esta actitud vuestra ha sido y podrá seguir siendo un recurso importante para la Iglesia italiana, que se está interrogando sobre cómo madurar este estilo en todos sus niveles. Diálogo, discusión, búsqueda, pero con el Espíritu Santo.
Vuestra contribución más valiosa podrá venir, una vez más, de vuestra laicidad, que es un antídoto contra la autorreferencia. Es curioso: cuando no se vive la laicidad verdadera en la Iglesia, se cae en la autorreferencia. Hacer sínodo no es mirarse al espejo, ni tampoco mirar a la diócesis o a la conferencia episcopal, no, no es esto. Es caminar juntos detrás del Señor y hacia la gente bajo la guía del Espíritu Santo. La laicidad es también un antídoto contra la abstracción: un camino sinodal debe llevar a tomar decisiones. Y estas decisiones, para ser factibles, deben partir de la realidad, no de las tres o cuatro ideas que están de moda o que han surgido de la discusión. No para dejarla así como está, la realidad, no evidentemente, sino para intentar incidir en ella, para que crezca en la línea del Espíritu Santo, para transformarla según el proyecto del Reino de Dios.
Hermanos y hermanas, deseo un buen trabajo a vuestra Asamblea. Ojalá contribuya a madurar la conciencia de que, en la Iglesia, la voz de los laicos no debe ser escuchada «por concesión», no. A veces la voz de los curas, de los obispos, debe ser escuchada y en algunos momentos “por concesión”; siempre “por derecho”. Pero también la de los laicos “por derecho”, no “por concesión”. Ambas. Tiene que escucharse por convicción, por derecho, porque todo el pueblo de Dios es «infalible in credendo«. Y os bendigo de corazón a vosotros y a todas vuestras asociaciones territoriales. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí, porque este trabajo no es nada fácil. Gracias.
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