¿Pantallas encendidas, cerebros apagados? Cómo proteger a nuestros hijos

Alberto Pellai, psicoterapeuta@Sforza

Imagina un mundo donde los niños se dedican a explorar la naturaleza, construir castillos de arena, jugar al escondite, charlar entre ellos y donde viven todos sucios, lentos y felices. Un mundo donde el internet se utiliza para alimentar intereses, comunicar en otros idiomas, investigar, leer e informarse aumentando así la autonomía y las ventajas en el aprendizaje. La verdad es que nuestros niños lamentablemente hacen pocos cosas de estas. Pasan horas pegados a las pantallas de sus teléfonos inteligentes o tabletas y su atención es capturada constantemente por las notificaciones y estímulos visuales. Todo ello con evidentes consecuencias negativas que repercuten en la disminución del aprendizaje: los menores tiene mayor dificultad  para aprender a leer, a escribir y recordar información. En algunos países donde el uso de la tecnología es ya una práctica consolidada, se están dando pasos atrás sobre todo con el uso del celular en la escuela. Una decisión podríamos decir, contracorriente para favorecer el uso de cuadernos de papel, bolígrafos y libros, en particular con los alumnos más pequeños. La neurociencia ha demostrado que algunas áreas  del cerebro, fundamentales para sustentar las habilidades útiles para el aprendizaje cognitivo, no se desarrollan adecuadamente si los niños transfieren al mundo digital actividades y experiencias que deberían vivir en la vida real, especialmente aquellas fundamentales para una correcta formación para la vida. Es fundamental, por lo tanto, para proteger a los hijos, que los padres pongan limites claros al uso de dispositivos digitales. Si tus hijos son a todo efecto nativos digitales y pertenecen a la así llamada, generación Alfa. Si estás preocupado por el uso excesivo del teléfono móvil, entonces esta conversación con el psicoterapeuta Alberto Pellai, será interesante para ti.

La edad ideal: nunca antes de los 14 años

El doctor Alberto Pellai, medico y psicoterapeuta de la edad evolutiva, investigador del departamento de Ciencias Biomedica de la universidad de Milán, así como autor de numerosos libros de psicología, discutió con nosotros en una interesante conversación, sobre cuál es la mejor edad para regalar un smartphone a los hijos y las consecuencias del uso temprano de estos dispositivos en los chavales.

Según Pellai la edad ideale «son los 14 años. Antes de esta edad, de hecho, en el desarrollo y en la maduración del cerebro las funciones mentales están muy influenciadas por las emociones». El psicoterapeuta – autor, con Barbara Tamborini, del libro Vietato ai minori di 14 anni (De Agostini, 272, paginas) – explica como antes de esta edad, los chicos y las chicas, «son muy vulnerables en la búsqueda  de gratificación instantanea, con dificultad a gestionar el tiempo en la vida real con respecto a la vida virtual». Después de los 14 años, por el contrario, «adquieren habilidades de autorreguladoras que les permiten limitar el comportamiento en la vida virtual, realizando un buen entrenamiento en la vida real».

El doctor evidencia cuatro consecuencias principales del uso precoz del telefono inteligente: perdida de sueño, dependencia, fragmentación de la atención y el impacto negativo en el aprendizaje. Indica  que hoy «los niños duermen de una o dos horas menos respecto a las generaciones anteriores, desarrollando adicciones y obteniendo escasos resultados académicos. También es importante mencionar la reducción general de las habilidades para la vida social, el sobre peso y la miopía infantil».

«Los padres den un buen ejemplo»


En cuanto a las medidas educativas, pellai destacó «la responsabilidad de los padres de contar con un plan educativo para la vida online y offline de sus hijos», moderando a su vez el uso de dispositivos electrónicos. «Los padres deben dar ejemplo», explicó el investigador, aclarando el deber de «establecer y respetar reglas precisas para proteger a los menores del abuso de la tecnología». Para limitar los efectos negativos sin renunciar al uso de los instrumentos digitales, Pellai sugiere interpretar la tecnología como «una herramienta orientada, dirigida  a objetivos claros, donde el adulto garantice el uso adecuado». «La situación se vuelve problematica» añade el psicoterapeuta, «cuando la tecnología crea un entorno donde el chico ya no es capaz de establecer sus propios limites».

Las herramientas: control parental y contrato educativo 

Con frecuencia, estos dispositivos, que deberían ser una herramienta útil y sana para gestionar la vida cotidiana, se convierten en motivos de discusión y conflicto entre padres e hijos. En el peor de los no muy lejanos casos, dejan la puerta abierta a problemas más graves como acoso online o posible adiciones. En relación a las restricciones al uso de los teléfonos móviles, Pellai recomienda a los padres aplicar unas pautas básicas, reglas especificas. Por ejemplo «nadie trae el móvil a la mesa» y «el smartphone no debe estar encendido después de las 21 horas». A demás el psicologo invita a «la creación de redes de padres de familia o amigos para establecer reglas comunes» y proteger de esta manera a los hijos. En definitiva el doctor insiste en «retrasar lo más posibles el momento en que los niños reciben su primer telefono móvil» Propone también «elaborar un verdadero contrato entre padres e hijos para el buen uso del smartphone, definiendo normas claras e implementando herramientas como el uso de sistemas de control parental para monitorar el uso del dispositivo».

En la escuela son necesarias reglas claras

Para concluir, el psicoterapeuta recordó «la importancia de las políticas educativas, como la reciente circular ministerial que estableció que en Italia, los centros educativos deben ser entornos libres de teléfono inteligentes». También subrayó la necesidad de una regulación estatal para poder proteger a los menores donde estos deben hacer un uso adecuado y responsable de la tecnología, de la información, preservando su intimidad y respetando el derecho de los demás, como ya existen en relación al juego de azar, al consumo de tabaco y alcohol evidenciando como otras naciones como Suecia y Francia, ya han iniciado este camino.