24 abril, 2025

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Palabras que Iluminan Nuestras Cruces

Las últimas palabras de Jesús como faro de sentido y esperanza en medio del dolor humano

Palabras que Iluminan Nuestras Cruces
Unsplash . Michael Fortsch

Con sus hechos y palabras Jesús nos revela una lógica, una criteriología, una axiología distinta a la lógica de nuestra sociedad. El evangelio de Jesús contiene una lógica contraria a la de este cambio de época y a esta “cultura de la muerte”, regida, caracterizada y condicionada por las tendencias “light” de la postmodernidad.

Así, mientras el mundo en el que vivimos nos invita, por todos los medios y de mil maneras, al apego, ambición y codicia de los bienes materiales, al miedo, al odio, a la violencia, al rencor, a la adulación, a la mentira, a la hipocresía, al servilismo, al individualismo, al consumismo, al hedonismo, a la intolerancia y discriminación, a la injusticia y a la marginación, a la corrupción, a la ambición del poder que aplasta, a la apariencia, a la exterioridad, al ruido, a la ostentación, a la soberbia, etc., Jesús de Nazaret vive, diseña y nos enseña un nuevo estilo de vida y de ser hombres. Él mismo es el modelo de hombre que Dios tiene para todo hombre.

Lógica, estilo de vida y modo de ser hombre, según el querer del Dios Creador y Padre, que queda hecho síntesis en los acontecimientos que – litúrgicamente – conmemoramos en el Triduo Pascual de la Semana Santa o Semana Mayor de los católicos y especialmente condensados en dos tradiciones del pueblo cristiano para el Viernes Santo: el “VIA CRUCIS” y “LAS SIETE PALABRAS”.

A estas dos devociones voy a referirme, de manera muy sucinta, en las líneas que siguen. Con la certeza de que el mensaje que ellas contienen, como todo el Evangelio – que es Jesús mismo – tienen todo que decir a todo hombre y mujer, a toda la humanidad, independientemente del credo, cultura o lugar de procedencia.

Es decir, que – como todos los hechos y palabras de Jesús – la pasión y muerte de Jesús que contemplamos en VIERNES SANTO, tienen un mensaje con alcance universal. Porque en Jesús se esclarece el misterio de la vida de todo ser humano (Cfr. D.V. 2), puesto que Él asumió todas nuestras alegrías y sufrimientos, todos nuestros triunfos y fracasos, todos nuestros mejores anhelos de felicidad y de un mundo mejor, nuestras ansías de verdad, de justicia, de libertad y de paz.

Así, en su camino a la Cruz o VIA CRUCIS, Jesús fue – injustamente – CONDENADO A MUERTE, DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS Y CLAVADO EN LA CRUZ (Estaciones 1, 10 y 11). Hoy, del mismo modo, son millones los inocentes condenados a muerte, los despojados, desnudados y clavados en la cruz de muchas maneras, en los que se perpetúa y actualiza la condena a muerte de Jesús. Son millones los perseguidos, desterrados, aislados, torturados, desaparecidos, que claman por justicia no manipulada ni corrompida, por dignidad y derecho. Claman ante sistemas políticos o económicos injustos e inequitativos y ante quienes justifican sus vejámenes a los más débiles como seguridad de la sociedad, cuando en realidad se trata de defensa a sus privilegios.

Como Jesús de Nazaret, hoy hay millones de seres humanos que – en todos los rincones de la tierra – CARGAN CRUCES (Estación 2), crueles y pesadas, impuestas por otros, producto de relaciones no fraternas y de condiciones sociales injustas y deshumanizadoras, en las que – fratricidamente – unos aplastan a otros.

JESÚS CAE, una, dos y tres veces (Estaciones 3, 7 y 9): como millones de hombres y de mujeres caídos y vencidos por el peso de las injusticias. Es la historia de las caídas de millones de víctimas y oprimidos que no se registra en la historia que escriben los vencedores. Pero Jesús se levanta y sigue.

JESÚS SE ENCUENTRA CON MARÍA, SU MADRE Y CON LAS MUJERES DE JERUSALÉN (Estaciones 4 y 8). La lógica de Dios, cantada por María en el “Magnificat”, según la cual, el Dios de Jesús, colma de abundancia a los hambrientos mientras que a los saciados los despide vacíos, consuela a todos los que – como Jesús y con Él – sufren y claman por esperanza.

SIMÓN DE CIRENE AYUDA A CARGAR LA CRUZ Y VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS (Estaciones 5 y 6). Son los empobrecidos, últimos y “descartados” del mundo los que juzgan nuestras conciencias. Tuve hambre, sed, estuve solo, enfermo, preso, desnudo, desatendido, sin techo, sin oportunidades: ¿Me ayudaste? Hay mal y dolor, pero también hay Cireneos y Verónicas que se abajan para mirar, encontrarse, servir, darse y alivianar la carga de tantos hermanos en necesidad.

JESÚS MUERE EN LA CRUZ (Estación 12). La lucha por la verdad, la libertad, la paz y la justicia conoce pocos éxitos. Son millones los condenados, despojados, crucificados y muertos que no alcanzan a ver el triunfo de las causas por las que se entregaron.

JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y DEPOSITADO EN EL SEPULCRO (Estaciones 13 y 14). En el justo Jesús muerto están todos los muertos de la tierra. Hay hombres y mujeres que luchan por bajarse de la cruz y bajar de la cruz a otros. Porque los anhelos más profundamente humanos y los mejores ideales por un mundo mejor no son sepultados con los cadáveres. Los muertos injustamente y los muertos por la verdad y la justicia se convierten en grano de trigo que, si muere y es sepultado, da mucho fruto.

Siempre que en el mundo triunfan la verdad y la justicia, siempre que construimos fraternidad y vida abundante para todos, siempre que somos capaces de amor y de perdón, siempre que somos capaces de compasión y de servicio, va ocurriendo esperanza, vida nueva, transformación, RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO (Estación 15).

El silencio es muerte y la palabra – como en la creación bíblica – es vida. Con su muerte en la cruz, la Palabra, que es Jesús mismo, no quedó silenciada y, en sus SIETE ÚLTIMAS PALABRAS EN LA CRUZ, Jesús da vida y nos invita al perdón. Porque sin el perdón no soportamos – como Jesús – los padecimientos de la vida y el perdón de Jesús salva a todos los crucificados con Él y a todos los malhechores de la historia. “PERDÓNALES PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN” (Lc 23,34)

Nos invita a ser felices, al paraíso que todos anhelamos y que sólo se construye en la solidaridad fraterna, mediante el amor. “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO” (Lc 23.43).

A construir el mundo como una gran familia, una gran mesa, en la que todos caben y todos comen: la familia de los hijos de Dios. “MUJER HE AHÍ A TU HIJO, HE AHÍ A TU MADRE” (Jn 19,26-27)

A confiar en que – a pesar de los pesares – Dios está presente. “DIOS MIO, DIOS MIO POR QUE ME HAS ABANDONADO” (Mc 15,34)

A experimentar que Dios está sediento de nuestro amor por los demás, sediento de que cumplamos su voluntad y a experimentar, al mismo tiempo, nuestra sed de plenitud, sed de Dios. “TENGO SED” (Jn 19,28)

Cuando comenzamos a amar, a perdonar, a servir, empezamos a ser perfectos como Dios es perfecto, como Dios es bueno, compasivo y misericordioso. Y entonces, con Jesús, podemos decir: “TODO ESTÁ CONSUMADO” (Jn 19,30)

Los miedos nos paralizan. Vivir con miedo no es vivir. Esperar y descansar en Dios, sólo en Dios – como Dios mismo en el séptimo día del Génesis – es el culmen de la creación, de nuestra existencia y de nuestra historia. “PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU” (Lc 23,46)

Mario J. Paredes

Presidente ejecutivo de SOMOS Community Care, una red de 2,600 médicos independientes -en su mayoría de atención primaria- que atienden a cerca de un millón de los pacientes más vulnerables del Medicaid de la Ciudad de Nueva York