El 23 de febrero de 2024, el papa Francisco nombró al padre Aurelio Gazzera, amigo y socio de ACN desde hace mucho tiempo, obispo coadjutor de la diócesis de Bangassou, en la República Centroafricana. El sacerdote carmelita italiano, de 61 años, lleva 33 años trabajando como misionero en este país, azotado repetidamente por la violencia y los disturbios. Es reconocido internacionalmente, sobre todo, por su arriesgado trabajo en las negociaciones de paz con diversos grupos armados. ACN ha hablado con él a propósito de su nombramiento como obispo.
Padre Aurelio, usted trabajó durante muchos años en la diócesis de Bouar, en el noroeste de la República Centroafricana, y ahora ha sido nombrado por el santo padre obispo coadjutor de la diócesis de Bangassou, en el sureste del país. Esto significa que durante un tiempo estará ayudando al actual Ordinario, monseñor Juan José Aguirre, y después le sucederá cuando deje el cargo. ¿Cómo ha acogido este nombramiento?
Por un lado, me da miedo; pero, por otro, siento una profunda confianza en Dios. La fuerza para ser obispo no me viene de mí mismo, sino del Señor. Yo no he buscado este ministerio. Jesús dice: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (Juan 15, 16). Sé que no soy digno ni capaz de ello, pero Él sabe más de mí que yo y tiene más confianza en mí que yo mismo. Y hay una gran multitud de personas rezando por mí y alegrándose por este nuevo don en mi vida.
¿Podría hablarnos más de la diócesis de Bangassou?
La diócesis de Bangassou está situada en el sureste de la República Centroafricana, entre la República Democrática del Congo y Sudán del Sur. Tiene una superficie de casi 135.000 kilómetros cuadrados. Esto equivale aproximadamente a la mitad de Italia; pero, con sólo medio millón de habitantes, está muy poco poblada. La zona está muy apartada. Aunque la distancia a la capital es de sólo 750 kilómetros, el estado de las carreteras es tan malo que se tardarían varias semanas en llegar en automóvil, por lo que hay que tomar un avión. Algunas de las doce parroquias también son inaccesibles en automóvil. Además, grupos armados actúan en amplias zonas de la diócesis.
Sin embargo, también hay muchos motivos para alegrarse: monseñor Aguirre, que dirige la diócesis con gran vigor desde el año 2000, es un obispo excepcional que ha puesto en marcha numerosas iniciativas. Hay escuelas, orfanatos, una escuela de catequesis y, sobre todo, un nutrido número de vocaciones. Junto con monseñor Aguirre, visité a los 30 jóvenes de Bangassou que se preparan para el sacerdocio en la capital, Bangui. He visto a jóvenes alegres y llenos de confianza, que entregan con alegría su vida a Jesús. Continuar la labor del obispo Aguirre será una tarea enorme, pero estoy feliz de poder servir en la diócesis de Bangassou y la quiero ya mucho.
En la República Centroafricana se le conoce como “el hombre que doblegó las armas de los rebeldes”. Sus fructíferas negociaciones de paz con los grupos armados, que condujeron a la retirada de los rebeldes Seleka de la ciudad de Bozoum en 2014, entre otras cosas, también han hecho que se le reconozca internacionalmente. Durante este tiempo, usted ha sido consultado por diversos responsables políticos, por ejemplo en Bruselas, en el marco de su cooperación con ACN. Sin embargo, usted ha arriesgado repetidamente su vida en su compromiso con la paz. ¿Por qué se implica de este modo?
Como sacerdote, como párroco y como obispo, todo lo que hiere o afecta a mis hermanos y hermanas también me hiere a mí. Como sacerdote, tenía la responsabilidad –y ahora la tengo aún más como obispo– de cuidar y proteger a las personas que me han sido confiadas. El pastor no sólo acompaña a sus ovejas, sino que también las defiende del peligro. Así pues, haré todo lo posible para continuar el diálogo con los distintos grupos rebeldes y hablaré con quienes expresen sus expectativas ante el gobierno y la comunidad internacional, aunque de forma equivocada, por supuesto. Intentaré escuchar a todos y ser un signo de paz con mis limitados poderes.
Usted pertenece a la Orden de los Carmelitas Descalzos. Su nombre religioso completo es: “Padre Aurelio de San Pedro”. ¿Qué vínculo interior tiene con el apóstol san Pedro?
La figura de san Pedro siempre me ha inspirado: su exaltación, su entusiasmo, sus debilidades, sus fortalezas… Creo que elegiré el capítulo 21 del Evangelio de Juan para mi ordenación episcopal, donde Jesús le pregunta tres veces a Pedro después de la pesca milagrosa: «¿Me amas?», y Pedro responde la tercera vez: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo». Él lo sabe todo; conoce mis debilidades, mis miedos, mis errores. Y, sin embargo, me llama y me dice: “¡Apacienta mis corderos!”. Quiero hacer de esta nueva etapa de mi vida un signo de este amor por Jesús, por la Iglesia y por mis hermanos y hermanas que me son confiados.
¿Cuáles son los próximos pasos que va a dar?
Mi ordenación episcopal tendrá lugar el 9 de junio en la catedral de Bangui.
Me trasladaré a Bangassou inmediatamente después de Pascua. En marzo, tengo que ver cómo puedo entregar mis diversas tareas –las escuelas, la escuela de mecánica, la labor pastoral en la parroquia, el trabajo como director de Cáritas y la supervisión de las obras de nuestro nuevo monasterio en Bangui– para estar listo para el traslado. En abril y mayo, conoceré la diócesis de Bangassou y visitaré las misiones y parroquias accesibles en automóvil. A finales de mayo, volveré a Bangui para prepararme para este gran don de la ordenación episcopal con un retiro espiritual y un poco de paz y silencio.
El Señor determinará el resto del programa. Todo está en las manos del Señor y de los que han dicho sí a servirle durante tantos años junto a monseñor Aguirre: los sacerdotes, los catequistas y los fieles de la diócesis de Bangassou.
Por último: Ya no oímos hablar mucho de la República Centroafricana en las noticias, pero hace un año, por ejemplo, el P. Norberto Pozzi, de su misma orden, resultó gravemente herido por una mina terrestre. ¿Cómo ve la situación del país?
La situación en la República Centroafricana sigue siendo muy difícil e inestable. Por un lado, hay zonas en las que la situación se ha calmado. En otras, sin embargo, la inseguridad sigue siendo muy alta. En diciembre, un pueblo de la diócesis de Bouar fue atacado. Hubo 28 muertos y 900 casas resultaron quemadas. Las misiones también están cerradas en la diócesis de Bangassou porque ha habido ataques en los últimos meses. La situación de seguridad sigue siendo precaria en amplias zonas del país.