Oración del abandono

Del Padre Dolindo Ruotolo

Don Dolindo Ruotolo

El Padre Dolindo Ruotolo fue un sacerdote napolitano (1882-1970), místico y “portavoz del Espíritu Santo”. A lo largo de su vida heroica, tuvo una extraordinaria comunicación con Jesús, dedicándose por completo a Dios y a la Santa Madre María. Se refería a sí mismo como “el viejito de Nuestra Señora” y encontraba en el Rosario su compañero constante.

En su oración, vemos cómo lo que nuestro Señor desea para nosotros trasciende la inclinación humana y la razón. Solo podemos alcanzar este nivel de entendimiento a través de la gracia de Dios y la ayuda del Espíritu Santo.

Debemos dejar de lado nuestros problemas, dejar de preocuparnos y tratar de resolverlos por nosotros mismos. Debemos creer, confiar y permitir que nuestro Señor nos rescate de nosotros mismos y atienda nuestros deseos y necesidades, resolviendo nuestros problemas conforme a Su Divina Voluntad.

«Jesús, ocúpate Tú de ello» deben ser siempre las primeras palabras que vengan a nuestra mente y fluyan de nuestros labios. Después de todo, hemos intentado muchas cosas a nuestra manera, y ya hemos visto a dónde nos ha llevado esto.

Sigamos lo que dice la oración, abramos nuestros corazones y mentes en amor, cerremos nuestros ojos en confianza y pidámosle a Jesús que se encargue de todo. ¡Él lo hará!

La oración del Abandono procede del Padre Dolindo Ruotolo, Siervo de Dios y candidato a la beatificación. Jesús reveló al Padre Dolindo las palabras que componen esta oración. Padre Dolindo, conocido como «el viejecito de María», sufrió gran parte de su vida, llegando incluso a vivir paralizado los últimos diez años antes de su muerte. También fue, en un tiempo, director espiritual y amigo del Padre Pío, quien, del mismo modo, encontró el amor de Cristo en su sufrimiento.

Tanto el Padre Dolindo como el Padre Pío nos dejaron muchas palabras y oraciones que nos guían hacia la entrega a Cristo. Nos inspiran a siempre encontrar a los demás con misericordia y amor, reflejando sus propias entregas a Cristo y su amor por nosotros.

Al rezar esta oración de entrega, meditamos sobre las mismas palabras que Jesús dio al Padre Dolindo. En esta oración, escuchamos a Jesús decirnos que le demos todo y pongamos en Él toda nuestra confianza.

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Oración de abandono

¿Por qué os confundís, angustiándoos? Dejad a mí la gestión de vuestros asuntos y todo se calmará. En verdad os digo que cada acto de verdadero, ciego y completo abandono en mí, produce el efecto que deseáis y resuelve los problemas más espinosos.

Abandonarse en mí no significa atormentarse, alterarse o desesperarse, dirigiéndome luego una oración llena de inquietud para que yo os siga a vosotros y cambie así la inquietud en la oración. Abandonarse significa cerrar plácidamente los ojos del alma, apartar el pensamiento de la tribulación y confiarse a mí para que sólo yo obre, diciéndome: “ocúpate Tú”. La preocupación, la turbación, el querer pensar en las consecuencias de un hecho son cosas contrarias al abandono, contrarias por naturaleza.

Es como la confusión que traen los niños que pretenden que la mamá piense en sus necesidades, pero quieren también resolverlas por sí solos y así obstaculizan, con sus ideas y sus fijaciones infantiles, su trabajo.


Cerrad los ojos y dejaos llevar por la corriente de mi gracia; cerrad los ojos y no pensad más que en el momento presente, alejándoos del pensamiento del futuro como de una tentación; reposad en mi creyendo en mi bondad, y os juro por mi amor que, diciéndome con estas disposiciones: “ocúpate Tú”, yo lo haré por entero, os consolaré, os libraré, os guiaré.

Y cuando tenga que llevaros por un camino diferente de aquel que veis vosotros, yo os adiestraré, os llevaré en mis brazos, haré que os encontréis en la otra orilla, como niños dormidos en los brazos maternos. Lo que os turba y os hace un daño inmenso son vuestros razonamientos, vuestras preocupaciones, vuestros afanes, y el querer a toda costa ser vosotros quienes remediéis aquello que os aflige.

¡Cuántas cosas realizo cuando el alma, tanto en sus necesidades espirituales como en aquellas materiales, se vuelve a mí, me mira y diciéndome: “ocúpate Tú”, cierra los ojos y reposa. Obtenéis pocas gracias cuando os atormentáis por producirlas, sin embargo tenéis muchísimas cuando la oración es un encomendarse plenamente a mí. En el dolor, vosotros oráis para que yo obre, pero para que obre como creéis que debo obrar… No os dirigís a mí, sino que queréis que yo me adapte a vuestras ideas; no sois enfermos que piden al médico que les cure, sino que le sugerís la cura. No obréis así, sino orad como os he enseñado en el Padrenuestro:

Santificado sea tu nombre, es decir, sed glorificado en esta necesidad mía.
Venga a nosotros tu reino, o sea, todo contribuya a tu reinado en nosotros y en el mundo.
Hágase tu voluntad así en la tierra, como en el cielo, es decir, dispón Tú, en esta necesidad, como mejor te parezca en lo tocante a nuestra vida temporal y eterna.

Si me decís de verdad: “hágase tu voluntad”, que es lo mismo que decir: “ocúpate Tú”, yo intervendré con toda mi omnipotencia y venceré las mayores dificultades. Mira, ¿tú ves que la enfermedad apremia en vez de menguar? No te turbes, cierra los ojos y dime con confianza: hágase tu voluntad“ocúpate Tú”.

Te digo que así lo haré y que intervendré como médico, y que hasta obraré un milagro cuando fuere menester. ¿Ves que el enfermo empeora? No te desanimes, sino cierra los ojos y di: “ocúpate Tú”. Te digo que yo me ocuparé, y que no hay medicina más poderosa que una intervención mía de amor. Me ocuparé de ello sólo cuando cerréis los ojos.

No descansáis nunca, queréis valorarlo todo, escudriñarlo todo, pensar en todo, y os abandonáis así a las fuerzas humanas, o peor, a los hombres, confiando en su intervención. Es esto lo que obstaculiza, impide mis palabras y mis cálculos. ¡Oh, como deseo vuestro abandono para beneficiaros!, ¡Y cuanto me aflijo al veros turbados! Satanás tiende precisamente a esto: a turbaros para apartaros de mi acción y arrojaros a la merced de las iniciativas humanas.

Confiad por eso sólo en mí, reposad en mí, abandonaos a mí en todo. Yo obro milagros en proporción del pleno abandono en mí, y a la ausencia de preocupaciones vuestras. ¡Yo derramo tesoros de gracia cuando vosotros estáis en la plena pobreza! Si apreciáis vuestros recursos, por pocos que sean, o si los buscáis, os halláis en el campo natural de las cosas, que es a menudo frecuentemente obstaculizado por Satanás. Ningún razonador o ponderador ha hecho milagros, ni siquiera entre los santos: obra divinamente quien se abandona a Dios.

Cuando veas que las cosas se complican, di con los ojos del alma cerrados: “Jesús, ocúpate Tú”. Y distráete, apártate de ti porque tu mente es penetrante… y para ti es difícil ver el mal y tener confianza en mí. Haz así para con todas tus necesidades; obrad así todos y veréis grandes, continuos y silenciosos milagros. Os lo juro por mi amor. Y yo me ocuparé de ello, os lo aseguro.

Rogad siempre con esta disposición de abandono y tendréis gran paz y grandes frutos, incluso cuando yo os concedo la gracia de la inmolación de reparación y de amor, que importa el sufrimiento. ¿Te parece imposible?. Cierra los ojos y di con toda el alma: “Jesús, ocúpate Tú”. No temas, me ocuparé de ello y bendecirás mi Nombre humillándote. Mil plegarias no valen lo que un solo acto de abandono vale: recordadlo bien. No hay novena más eficaz que esta: ¡Oh Jesús me abandono en Ti, OCÚPATE TÚ!