Rafael de Mosteyrín, sacerdote y capellán del CDP Torrealba, ofrece este artículo sobre el mes de octubre, dedicado a la Virgen María en su advocación de nuestra Señora del Rosario, especialmente el día 7.
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Nuestro amor a la Virgen tiene un cauce que son las devociones marianas: el escapulario del Carmen, el Ángelus, las tres Avemarías, visitas a sus santuarios, etc. Pero entre todas estas devociones hay una que es la principal: el Santo Rosario. El Rosario es la oración preferida de la Virgen, una petición que llega siempre a su Corazón de Madre y nos responde siempre con mucha generosidad.
La Virgen del Rosario es el 7 de octubre. Es una celebración tan importante que se nos propone extenderla al mes entero. Todo octubre es el mes del rezo del Rosario, al igual que todo mayo es el mes de la Virgen María.
La importancia de esta oración queda demostrada por la petición de que se rece, desde hace siglos, por los Papas y los obispos. Pero principalmente porque es la Virgen María misma la que nos lo pedido que lo recemos. Nos lo ha dicho, de manera especial, en las apariciones de Lourdes y Fátima.
La Virgen se presenta en Fátima a los tres pastorcillos cuando éstos acaban de rezar con mucho cariño el Rosario. Ella sostiene en su mano derecha un magnífico Rosario. Y no deja de recomendar esta oración a sus queridos hijos.
Ya en su primera aparición promete la salvación eterna a Francisco, y le recuerda que debe rezar el Rosario. En esta visita y en las siguientes, la Señora recomienda este rezo cotidiano. Ellos se esfuerzan por introducir en sus casas esta costumbre y propagarla por el mundo entero. Todas las veces que Lucía elevaba a la Visión las súplicas de gracia pedidas por los asistentes, la respuesta era siempre la misma: que la gracia sería concedida si la persona interesada rezaba bien el Rosario.
El pintor Albert Durero tiene un cuadro donde representa a mucha gente importante. El Papa está arrodillado a la izquierda del Niño Jesús y el emperador de Alemania, a su derecha. Hay varios ricos comerciantes apiñados, ansiosos de tener un sitio en la escena. El propio autor se autorretrata debajo de un árbol. Es un cuadro de altar, destinado a la iglesia de los comerciantes alemanes en Venecia y realizado en 1506. Muestra a Jesús en el regazo de su madre, María, repartiendo guirnaldas de rosas. Están celebrando una ceremonia religiosa llamada el Rito del Rosario, en la cual cada uno recibe una guirnalda de rosas para poner de relieve que la Iglesia ama a todos, ricos o pobres. Con el Rosario le regalamos rosas a nuestra Madre, y Ella, que alcanza todo lo que pide, nos las devuelve multiplicadas.
El Papa san Juan XXIII decía, cuando alguna persona explicaba que se distraía mucho al rezar, que el peor Rosario es el que no se reza.
Dirigirnos así a nuestra Madre es una gran manifestación de amor, como explicaba san Josemaría Escrivá, en Santo Rosario, un libro que escribió de una sola vez, y en el que explica muchos detalles para mostrar nuestro cariño a la Virgen María: “Pero en el Rosario…¡decimos siempre lo mismo! ¿Siempre lo mismo? ¿Y no se dicen siempre lo mismo los que se aman?… ¿Acaso no habrá monotonía en tu Rosario, porque en lugar de pronunciar palabras como hombre, emites sonidos como animal, estando tu pensamiento muy lejos de Dios?”