El Padre Antonio María Domenech ofrece este artículo en el que reflexiona sobre la amistad y la sociedad actual.
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Se me han ocurrido varias maneras de empezar estas letras. He elegido esta frase de mi sobrina de cuatro años, que puede estar jugando contigo o charlando, como si fuera la persona más cercana del mundo y cuando tienes que marchar le dices: ¿Me das un beso? Y suele contestar así: No hace falta.
En fin, si nos ponemos así, hacen falta tan pocas cosas. Sin embargo, está claro que algún gesto, algún sacrificio por la otra persona, renunciar a lo que nos gusta por los demás, sí que hace falta, al menos de vez en cuando. Hoy quería hablar de la AMISTAD. El motivo es que ayer, después de comer, me sonó el teléfono: ¡Antonio María, toca las campanas que hay fuego! Me dijeron donde era, y pude enviar un mensaje al grupo de whatsapp de la Parroquia con el aviso, además de poner en marcha todas las campanas tocando a rebato. No tardaron más de treinta personas en llegar al lugar. Mucho después llegaron los bomberos y aún pudieron refrescar algunas paredes y apagar algunos almacenes de leña que empezaban a humear. No en vano se dice que el incendio más grande, si se coge a tiempo, se puede apagar con un vaso de agua.
La gente llevó sus tractores con los arados, la cuba de agua, estaba también la Guardia Civil que se encontraba muy cerca en ese momento. Es verdad que corrió muy rápido, que las llamas eran altas, porque la cebada estaba sin cosechar, que se acercó mucho a alguna casa, pero no tuvimos que lamentar daños mayores. Bien seguro que las campanas hicieron su función porque, además, llevaba toda la mañana fallando la cobertura de algunos teléfonos.
Es hermoso ver al pueblo ayudando cuando pasa una desgracia, aportando todo lo que tiene. En estos diez años de párroco, he tenido la ocasión de verlo muchas veces y por muchos motivos diferentes. Con Filomena, cuando murió Líder, después del huracán, ayer con el fuego y tantas y tantas otras que, quizás, ni me he enterado. Seguro que sucede en todos los pueblos. También ocurrió en el atentado de Atocha, el 11 de marzo. Pero yo me pregunto. ¿No podríamos dar lo mejor de nosotros mismos a los demás, siempre? No sólo si explota una bomba. ¿Qué te parece? Entiendo que nos falte confianza, a veces. Entiendo que la gente como está mejor es en su casa, pero creo, hablando en general, que por algún motivo que no conozco, quizás porque somos cada vez más egoístas, estamos perdiendo la AMISTAD.
Tú me dirás que tienes amigos. Pero, ¿estás dispuesto a sacrificar algo tuyo por alguno de ellos? ¿En alguna ocasión, has tenido que advertir a alguno de algo, y te lo ha agradecido? ¿O se ha enfadado? Es cierto que he perdido amistades por decirles la verdad, por hablarles claro. Algunos me dicen que si eso ha ocurrido no eran amigos. Quizás es complicado encontrar un amigo, porque eso incluye unas características poco comunes como la lealtad, la franqueza, la sinceridad, la confianza.
¡Qué difícil es, hoy, encontrar a alguien que se fíe de alguien! ¡Qué difícil es encontrar un AMIGO de verdad! Ya lo dice la Biblia, un amigo fiel es un refugio seguro, el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro (Eclo. 6, 14).
Ayer también, en el Oficio de Lectura, también llamado Maitines, leíamos unas letras del Beato Elredo, un abad inglés del siglo XII, que definía la amistad con estas palabras: Ésta es la verdadera, la perfecta, la estable y la constante amistad: la que no se deja corromper por la envidia, la que no se enfría por sospechas, la que no se disuelve por la ambición, la que, puesta a prueba de esta manera, no cede; la que, a pesar de tantos golpes, no cae, la que batida por tantas injurias, se muestra inflexible; la que provocada por tanto ultraje, permanece inmóvil. Anda, pues, haz tú lo mismo. ¿Crees que hace falta un incendio, o que ocurra cualquier desgracia para dar los mejor de nosotros mismos a los demás? Creo, como dice mi sobrina, que no hace falta.