En el año 2002 se publicó un artículo acerca del establecimiento del plan corporal de los mamíferos. En él se sostenía que se configura ya en el momento de la concepción y toma forma en las primeras 24 horas. Es decir, horas después de la fertilización del ovocito se va definiendo el lugar donde aparecerán la cabeza y los pies, así como el vientre y la espalda.
Pocos años antes se pensaba que, en los primeros días del embrión, sus células no presentaban características que las distinguieran unas de otras, hasta que, ya en la implantación, se orientaban hacia diferentes finalidades y esto determinaba su ubicación en el organismo.
Los investigadores decidieron marcar puntos específicos en el cigoto, apenas después de la fertilización, y demostraron que aparecen en lugares predecibles del embrión. Incluso se afirmaba que el lugar donde ingresa el espermatozoide establecía dónde se produce la primera división. Y que esas dos primeras células ya se orientan hacia diferentes funciones.
Richard Gardner, embriólogo de la universidad de Oxford, Reino Unido, sugirió que la parte superior e inferior del cigoto se alinean con los lados izquierdo y derecho del blastocisto y pueden establecerlos.
Por otro lado, Magdalena Zernicka-Goetz, del Instituto Wellcome/Cancer Research del Reino Unido descubrió que el embrión mantiene el patrón luego de su implantación. Esto lo demostró marcando blastocistos de ratón con proteínas fluorescentes y transfiriéndolos a ratones hembra. En posteriores trabajos, esta investigadora tiñó las dos primeras células del embrión con diferente color y siguió el rastro de su descendencia hasta la fase de blastocisto. La conclusión fue que una de las células dio lugar a la masa celular interna (ICM) y la otra a la placenta y tejidos de soporte. Zernicka-Goetz asevera: «Hay un recuerdo de la primera división de nuestra vida». Es decir, la primera división del zigoto en dos blastómeros influye en el destino de cada uno de ellos y, por tanto, en el de cada tejido del organismo.
Muy recientemente, la misma investigadora publica un trabajo sobre la desigual contribución de los dos primeros blastómeros en el embrión humano. En él se muestra que la mayor parte de las células epiblásticas (las que darán origen al futuro cuerpo humano) tiene su origen en uno de los 2 blastómeros producto de la primera división celular. Aunque las dos primeras células pueden parecer iguales, en este estudio se comprueba que la mayor parte del cuerpo humano se forma a partir de una de estas células. Es decir, el destino de las dos primeras células es diferente. «Este es un gran paso adelante», afirma el biólogo del desarrollo Ali Brivanlou de la Universidad Rockefeller de Nueva York, y añade: «Me reconforta el corazón al ver que ahora estamos llegando a un punto en el que podemos preguntar acerca de los rasgos humanos específicos en nuestro propio desarrollo en lugar de generalizar a partir de organismos modelo».
Como señalábamos al inicio de este artículo, los investigadores pensaron durante mucho tiempo que las células resultantes de las primeras divisiones del embrión de un mamífero con menos de 16 células comenzaban su diferenciación posteriormente. Sin embargo, se comprobó que no era así, sino que, desde la primera división, cada célula tenía un derrotero diferente. Zernicka-Goetz quería conocer si sucede de la misma manera en los seres humanos. «Mi sueño era comprender cómo las células especifican su destino y cómo comienza a evolucionar la complejidad de la vida», expresa. Luego de buscar en distintas clínicas de fertilización in vitro logró que una de ellas le proporcionara 54 cigotos que no habían finalizado la primera división. Una vez concluida, marcaron uno de los blastómeros resultante con una proteína fluorescente, así pudieron seguir la trayectoria de estas células. Luego de unos cuatro o cinco días, comprobaron que la mayor parte de las células que formaban lo que sería después el feto provenían del blastómero que se dividía más rápidamente. La descendencia de la otra célula daba lugar al saco vitelino.
Esta investigación, publicada en la revista Cell, confirma lo que ya se venía estudiando y nos hace comprobar que, desde la fertilización del ovocito, estamos ante un organismo humano unicelular que será luego bicelular, tricelular (ya que una de las dos primeras células se divide antes), tetracelular … No será un grupito de células, sino un ser vivo humano que debemos respetar.
Por eso, desde la bioética, hemos de señalar que no es adecuado investigar sobre los embriones humanos utilizándolos y eliminándolos para ampliar nuestro conocimiento sobre ellos. Ciertamente saber más sobre el desarrollo del embrión humano en sus primeras fases es positivo, pero el fin no justifica los medios. Nos alegra conocer mejor cómo se produce la primera división del cigoto y cómo la progenie de cada blastómero da lugar a cosas diferentes, pero sería deseable que estos avances científicos no se produzcan a costa de la vida de los pequeños embriones humanos.