El guachito deriva de la palabra quechua wakcha que significa pobre, desnudo, y huérfano. Coloquialmente, guachito hace referencia a quedarse huérfano de vínculos significativos. En cierto sentido, la carencia de relaciones implica desarraigo implica no contar con quienes complementan nuestra personalidad y arropan afectivamente.
Una de las preguntas de una encuesta a escolares aplicada por el autor el año 2017 buscaba indagar acerca de la peor cosa ocurrida en su vida. Una opción marcada por 130 de 1000 estudiantes fue estar solo en los recreos. Estar “guachito” en una escuela es como una cizaña en un gran campo de trigo: no es su hábitat y su presencia debe ser transitoria.
La educación básica regular suele ser social y relacional. Un alumno no se vincula solamente con su profesor ni con las materias a aprender, lo hace con sus pares que también se relacionan con el mismo profesor, con las mismas materias y actividades. Dichas coincidencias son un tesoro que con positiva intención educativa, se pueden dotar de significado, capaz de realzar y promover el compañerismo y al compañero, con miras a erradicar la etiqueta impersonal de ser tan solo conocidos de aula. La formalización intencionada del conocimiento de los detalles personales, la preocupación y ocupación efectiva por el compañero; así como la habituación de los gestos de cortesía y afabilidad, no deberían esperar la “hora de tutoría”, más bien, al formar parte de la cultura escolar, su manifestación tendría que ser una práctica ordinaria compartida por todos los docentes. Elegir con quién interactuar es una decisión libre; pese a ello, la disposición y las habilidades para hacerlo pueden ser enseñadas y aprendidas.
En el cultivo del compañerismo se debe fomentar la benevolencia que es querer el bien del compañero y, añadiría, buscarlo. Las posibilidades en el colegio van desde explicar a quien no ha entendido, invitarle a jugar, acompañarlo cuando algo le preocupa, cederle el paso…etc.; hasta facilitar que el profesor dicte sin disrupciones para que todos tengan la misma oportunidad para aprender.
En las escuelas, se puede enseñar los beneficios y obligaciones que comporta el vivir con otros en sociedad. La formación del carácter y la buena amistad propician las relaciones interpersonales. El carácter es necesario fortalecerlo porque el otro tú es libre, tiene ideas, sentimientos y gustos diferentes y defectos que se deben acoger y comprender. Desde la escuela hay que decirle no a los guachitos.