Si la respuesta es sí, no se preocupe, pues la mayoría lo hace de forma manifiesta o solapada por diversas formas. Además, puede tener esperanza, pues hay caminos para salir de esta negación.
Hace unos días leí un artículo por WhatsApp que decía: “No existe la emergencia climática” (N. Athrappully. The Epoch Times. agosto 2023); se basaba en la declaración de Global Climate Group (CLINTEL) firmado por 1609 científicos y profesionales del mundo. Este no es el único grupo que niega la crisis climática por actividades humanas. También lo hacen la Coalición Mundial por el Clima, Edelman, el Instituto Americano del Petróleo y otros. Cabe señalar que las empresas petroleras, de gas y las asociaciones anexas gastaron 2000 millones $ en la década 2008 a 2018 en publicidad y grupos de presión para frenar las políticas climáticas internacionales y mantener el negocio de los combustibles fósiles (C. Downie, R. Brulle, 2023). Es cierto que los “negacionistas” son una minoría en el mundo, pues suman el 1% de los científicos y el 7 % de la población general (A. Escriva 2021, K. Hayhoe 2021). No obstante, el comportamiento de la población general respecto al calentamiento global, causa del cambio climático, entrevé que la proporción de los que lo niegan es mucho mayor.
Una de las razones de la negación de la emergencia climática es la falta de información adecuada, ya sea por titulares que alarman o por artículos que no ahondan en la raíz del problema. Esto explica que más del 50% de la población general desconozca el consenso científico global sobre las causas y soluciones de la crisis climática (A. Escriva 2021). Cabe decir que los medios de comunicación no han ayudado. Por ej el articulo CLINTEL tiene varias informaciones no ciertas, como “enriquecer la atmosfera con CO2 es beneficioso”, cuando en sí a las concentraciones actuales de este gas se potencia el calentamiento. O que el “calentamiento es debido a causas naturales” cuando es por el aumento de gases efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, oxido de nitroso y otros) resultado de la quema de combustibles fósiles y de la deforestación desde el s. XIX. O que “el calentamiento se está produciendo más lentamente de lo indicado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio climático de la ONU (IPCC)”; en sí se produce de forma más acelerada, pues en los últimos veranos las temperaturas medias en Europa han subido más de lo previsto. O que el “Calentamiento global no ha aumentado los desastres naturales”; en realidad, la suma de las olas de calor, las sequias, las inundaciones, los tornados, el número de incendios se han multiplicado x4 desde 1980, junto con el aumento de la temperatura media del planeta (Al Gore 2021). El informe citado también cita que “se apuesta por la adaptación en lugar de la mitigación”, y que “las políticas climáticas se basan en modelos equivocados” lo cual deja entender que sí estamos ante una crisis importante y que lo que se niega en realidad son las soluciones o políticas actuales.
Uno de los consensos científicos internacionales sobre el calentamiento global es considerarlo como la principal amenaza para la salud humana mundial. Expongo algunos datos que lo avalan: las inundaciones, la afectación de calidad del agua y el incremento de insectos, aumentan las enfermedades infecciosas, y aparecen nuevas pandemias (como el COVID) por el cambio de hábitats naturales; el calor excesivo aumenta la mortalidad en 3,5 % por cada grado de incremento de temperatura (en España en el verano de 2022 hubo 4.900 muertes de más); las muertes por causa mental suben en 2,2% por cada grado de más de temperatura; un 30% de la población vive en zonas un estrés térmico potencialmente mortal, lo cual junto con la falta de agua, las sequias y la subida del nivel del mar incrementa las migraciones actuales en 30 millones (para el 2030 se prevé 700 millones de desplazados); cada año se producen 10 millones de muertes prematuras por las partículas pequeñas atmosféricas generadas por la quema de combustibles fósiles; y hay una reducción de la productividad agrícola (21 % desde 1961) y de la pesca. (MM. Jimenez. 2023; A.Bunker 2016, M. Lichtveld, 2022). Por tanto, estamos ante una situación de pérdidas de condiciones de vida respecto a siglos previos.
En 1969 la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross definió (On death and dying) las cinco fases del duelo por los cuales vamos transitando para elaborar una pérdida importante. Son: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Mientras que es frecuente estar en varíes fases, es claro que la negación es la primera respuesta normal ante la emergencia climática, y el hecho que haya un 7% de la población que la tenga, es una prueba más de que la situación ecológica actual es seria, porque de lo contrario no habría “negacionistas”.
C. Mateos, en su artículo en The Conversation (Erase una vez el cambio climático. 2022), sostiene que la negación ha ido cambiando con el tiempo, pues ahora la mayoría son “negacionistas” encubiertos. Por ej. las empresas e instituciones que practican el “Greenwhasing” o blanqueo ecológico, que repiten expresiones ecológicas (“sostenible”, “reduce la huella de carbono”, “cero neto” …), sin que haya una reducción de la contaminación de sus procesos de producción y consumo. Y es frecuente que las empresas de combustibles fósiles o eléctricas promocionen el autoconsumo con placas solares, sin cambiar sus sistemas productivos o las empresas automovilísticas que se pasan al coche eléctrico manteniendo el sistema economicista. En realidad, la causa principal del calentamiento global es el consumo creciente de productos por la sociedad, que reactiva la producción y más contaminación. Toda política o plan que no transforme su objetivo único de aumento de ganancias económicas a priorizar el bien común con la reducción del impacto ambiental, es una forma de negación solapada. También está extendida en la sociedad el miedo a aplicar las soluciones que han demostrado su utilidad en reducir la emisión de gases efecto invernadero. Este miedo lo tienen tanto los que están alarmados por la situación y no hacen nada, los preocupados y que ven el calentamiento como algo distante, los que se saben poco y se preocupan poco, los que dudan de que el calentamiento sea un riesgo y los que se aferran a informaciones sesgadas como que “el planeta está en peligro”, cuando los que estamos en emergencia somos nosotros (T. Leiserowitz, 2020). En general la falta de información adecuada de la emergencia impide que podamos aceptarla. Este ha sido mi caso hasta que hace 2 años cuando decidí revidar más el tema, formarme en ecología integral y emprender cambios en mi vida.
Elaborando el duelo climático: acciones para aceptar la emergencia y mitigarla antes del 2030
¿Qué podemos hacer para elaborar el duelo climático? La respuesta es esencial para ir aceptando la emergencia, junto a realizar acciones sean más efectivas en su mitigación antes del 2030, tal como apuntan los consensos científicos. Mi experiencia de médico de familia durante 37 años, la formación que realicé en la logoterapia de V. Frankl, en la medicina naturista y en psicoterapias breves, la revisión de la encíclica Laudato Si’, y la lectura de libros, artículos, charlas TED sobre el cambio climático (más de 180 referencias) me permite aportar esto:
- No caer en el catastrofismo ni en la culpabilidad. A pesar que uno esté muy preocupado por la situación, no hemos de tolerar que la ansiedad nos lleve al pánico o el pensar que no hay nada que hacer. Para ello conviene informarse bien a partir de fuentes adecuadas, para después aportar algo a la sociedad según nuestras capacidades, valores y posibilidades.
- Dedicar tiempo a parar, a escucharse, conversar con uno mismo y conocer las propios intereses y virtudes. Esto es la clave para salir del bucle del capitalismo que nos arrastra a comprar y consumir más y más.
- Hablar con los demás de este tema, practicando la escucha activa. Manifestar los propios sentimientos, aportar soluciones posibles y sentirse escuchado es básico. Por esto es importante cooperar con los demás, porque aparte del efecto beneficioso de la comunicación, mejoramos nuestra narrativa que nos decimos sobre el tema y potenciamos nuestra acción al colaborar en grupo.
- Descubrir en sentido en la vida, para lo cual hay que desvelar los valores personales que forman parte de la propia identidad, para tomar acciones y desarrollar actitudes que ayuden a mitigar la emergencia climática. K. Hayhoe, científica del clima, expone en su libro (Saving us. A climate scientist’s case for hope and healing in a divided world. 2021) que todas las personas tienen intereses, motivaciones o algo que aportar según sus prioridades en favor de la situación ambiental; por ej. en las amas de casa hay que indagar si les interesa que el medio ambiente que dejen para sus hijos sea el mejor posible; a los políticos, pueden considerar importante que la salud de sus ciudadanos no empeore; a las personas religiosas pueden sentir que realizan la voluntad de Dios, al practicar la austeridad en sus bienes. También para buscar el sentido en la vida es básico responder a estas preguntas: ¿Para qué he venido a esta vida? ¿Cómo quiero ser recordado cuando no esté? ¿Qué mundo quiero dejar para mis hijos? Sus respuestas ofrecerán una visión esperanzada del futuro, que ve más allá del horizonte inmediato, incitará a realizar los cambios sociales y ambientales, y llevará a exigir a todos de nuestro alrededor a que realicen acciones según su responsabilidad.
- Practicar una ecología integral. Es una ecología que incluye la capacidad de auto regeneración de los ecosistemas ambientales, de los cuales las personas formamos parte. Es una ecología en los que todos los componentes de la vida humana (físico, psíquico, biológico, social, cultural, vida cotidiana) están unidos y en el que todo es superior a la parte. Es una ecología que no olvida la necesaria justicia entre la generación actual y las próximas (Papa Francisco. Laudato Si’. 2015).
- Recuperar la eco espiritualidad. Es la armonía entre cada ser humano y los demás seres de la Creación incluyendo las personas, y entre éstos con Dios. Todos los seres estamos interconectados. Todos somos tierra, agua y formamos parte de los ecosistemas del planeta. Hay una interdependencia entre la salud humana propia y la del medio natural. Además, en todos los seres anida el aliento de Dios, y el espíritu no está lejos del cuerpo sino unido a él. Esta eco espiritualidad es la que nos permite ser custodios de la Creación y a responder bien al clamor de los pobres y de la naturaleza, en el que el sufrimiento de los demás no es ajeno al nuestro. Este concepto de unidad con la Creación está presente en las poblaciones indígenas actuales, los cuales son los custodios principales de la biodiversidad y de los bosques del planeta y deben ser los principales interlocutores cuando se planifiquen soluciones de atenuación y adaptación de la crisis climática (Papa Francisco. Laudato Si’. 2015).
- Desarrollar la capacidad de tener fe, presente según mi experiencia en todas las personas, para lo cual se precisa la oración. Hay una forma de plegaria que practica también el gozo de la vivencia que es la admiración y contemplación de la belleza de cada ser como practicó San Francisco en el Cantico de las Criaturas. Rezar es seguir la práctica monástica de “Ora et labora”, pues la interiorización nos lleva siempre a mejores acciones.
Deconstruyendo la negación climática: caminos hacia la aceptación y acción efectiva
En conclusión, la negación de la emergencia climática explícita es minoritaria, mientras que la forma encubierta de negación está extendida en la población adoptando diferentes formas relacionadas con el miedo a aplicar las soluciones efectivas. Y para ir transitando de la fase de negación a la aceptación de la emergencia, tenemos varias vías, como el informarse bien de la situación sin caer en el catastrofismo, el dialogo intrapersonal e interpersonal dirigido a descubrir los valores personales y la búsqueda del sentido en la vida, y aprovechar nuestra fe para practicar la ecología integral y la eco espiritualidad.
José Luis Llor Vila, es Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Barcelona y exalumno destacado de la Academia Internacional de Líderes Católicos