Monseñor Rolando Álvarez Lagos, obispo de la diócesis de Matagalpa, Nicaragua, comenzó una huelga de hambre indefinida el jueves pasado, como protesta contra el acoso de la policía. Este es solo el último de una serie de casos de persecución a la Iglesia en el país latinoamericano por parte del régimen liderado por Daniel Ortega.
Muchos miembros del clero nicaragüense han sufrido por su oposición al gobierno y a sus políticas. En marzo, el presidente Daniel Ortega expulsó del país al embajador de la Santa Sede.
En un video enviado a la fundación internacional Aid to the Church in Need (Ayuda a la Iglesia Necesitada ACN), monseñor Rolando Álvarez Lagos, obispo de la diócesis de Matagalpa, explica que el jueves pasado la policía lo siguió durante todo el día, incluyendo la tarde cuando fue a la casa de su sobrina.
El hecho de que este acoso esté afectando también a miembros de la familia, dice, es lo que lo llevó finalmente a tomar una posición frente a ello y anunciar su huelga de hambre. “Fui a preguntarle a los oficiales de la policía por qué me persiguen, y me han informado que es por mi propia seguridad. Pero sabemos que en este país la inseguridad viene precisamente de la policía; ellos eran los únicos que me estaban haciendo sentir inseguro”, explica Mons. Alvarez que también es administrador apostólico de la diócesis de Estelí.
“Comienzo un ayuno de agua y suero hasta que la policía, únicamente a través del presidente o el vicepresidente de la conferencia episcopal me informen que ellos van a comenzar a respetar la privacidad de mi círculo familiar”, dijo Mons. Álvarez en el video que fue enviado a ACN.
Sin embargo, lejos de disminuir, el acoso se ha intensificado. El sábado 21 de mayo el gobierno ordenó al proveedor de televisión nicaragüense Claro, suspender la transmisión del canal 51, Canal Católico operado por la Iglesia. Además, el domingo 23, en otro video enviado a ACN, Mons. Rolando que se encuentra en estos momentos en la parroquia de Santo Cristo de las Colinas en Managua, denunciaba que las fuerzas del orden habían bloqueado el camino de acceso a los sacerdotes que iban a celebrar la misa con él en la parroquia y habían impedido a los fieles atender la misa dominical.
Los católicos en Nicaragua y en el extranjero han defendido a la Iglesia local, y específicamente a sus obispos, incluida las conferencias episcopales de Panamá y la de Costa Rica, que publicaron sendas declaraciones de apoyo a Monseñor Rolando Álvarez y a otro sacerdote, el Padre Harvy Padilla, quien también ha sido hostigado por las autoridades.
Monseñor Rolando Álvarez es encargado del área de comunicación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua y no ha dudado en hablar públicamente sobre la situación en su país.
Lo ocurrido estos días es el último de una serie de casos de acoso a la Iglesia en el país latinoamericano: El obispo auxiliar de Managua, Mons. Silvio Báez, tuvo que abandonar el país en el 2018 después de recibir amenazas de muerte, y muchos otros miembros del clero se han quejado también del acoso de la policía. La tensión entre el Estado y la Iglesia provocó así mismo la expulsión del nuncio apostólico, representante diplomático de la Santa Sede, en marzo. Decisión que el Vaticano calificó de “dolorosa”.
En el 2020, la catedral de Managua sufrió un ataque incendiario, en lo que se consideró una represalia por el papel que había jugado la iglesia para promover la paz en medio de una atmósfera de persecución social y política. ACN condenó el atentado firmemente en su momento.
En años anteriores la Iglesia ya había causado sensación en el país al solidarizarse con las protestas populares contra el régimen dictatorial. Como dijo un sacerdote a ACN durante una visita de la fundación al país en 2018: “Soy uno de los afortunados, muchos sacerdotes han tenido que huir”, dijo. “Pero no se puede permanecer impávidos cuando la gente irrumpe en la misa porque los están matando. Porque los militares y policías no les estaban tirando caramelos. Les estaban disparando a matar, apuntando a las cabezas, los cuellos y el pecho.”
“El Evangelio nos enseña que debemos abrir nuestras puertas a los perseguidos, y así lo hicimos. Nuestras iglesias se convirtieron en refugios, no en centros de planificación de opositores, como pretende el gobierno”, agregó el sacerdote.