Navidad, la aventura de Dios en la Tierra

El Dios hecho hombre se nos muestra con la sencillez, inocencia y la ternura de un niño

(C) Pexels
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Diciembre es un mes especial. De un modo u otro, niños y adultos abrigan ilusiones que se verán colmadas el día 25. Los establecimientos comerciales afinan sus estrategias de ventas para que sus productos cumplan con el doble objetivo: dar continuidad al negocio y que sean eficientes vehículos de alegría y muestra de afecto para quien los usa como regalos. Los hogares se iluminan y se aderezan con adornos y detalles apropiados para la ocasión. Sin duda, detrás de los festejos, agasajos, regalos, compras y ventas, se atisba una preocupación e interés por el otro… no importa que en algunos casos pueda ser pasajera. El ser humano manifiesta su cariño y gozo a través de variados actos de donación que, para ser tales, tienen que ejecutarse con entera libertad: prueba de ello son los regalos en Navidad. El hombre es capaz de amar, porque primero fue sujeto y objeto de amor: recibió su vida y el cuidado de sus padres.

La Navidad hunde sus raíces en el hecho de que Dios, asumiendo la naturaleza humana en todos sus extremos, ingresa en la historia de la humanidad, acampa entre los hombres. Lo sorprendente es que lo hace de modo natural, sin llamar la atención: nace de mujer y nace, crece y se desarrolla en el seno de una familia. ¡Qué portento!, el Hijo de Dios, se sujeta, obedece las leyes humanas. Sin duda, pudo “venir” al mundo con más espectáculo, apareciéndose con todo esplendor; pero “se apropia” de nuestra naturaleza y vive en orden al actuar y obrar propios del hombre: viviendo y creciendo como uno de nosotros.

La Navidad es melodía y ritmo, valoración y apogeo de lo cotidiano, de lo ordinario, de lo corriente y de lo no grandilocuente. Jesús, al nacer y vivir en familia, añade valor y ¡qué valor! a las circunstancias de cada historia personal, al plexo y dinámica familiar, y por extensión, a la laboral y a la social. ¿No será que el cristiano, en el teatro de sus deberes de estado, es el llamado a ser protagonista de los cambios en sus ambientes y países?


El hogar de Nazaret habla del amor humano expresado en mil detalles, de la obediencia de Jesús, de la alegría a pesar de las carencias materiales. También habla de la importancia de la paternidad y maternidad en el crecimiento de todo niño. La indefensión de una creatura para que pueda continuar con el más preciado don humano: la vida, requiere de protección y, esta – por lo que implica – tiene que sustentarse en un sentimiento alto como el amor. Solo desde la vertiente del amor, puede explicarse una educación al niño cuyo propósito es perseguir su bien y no que la pase bien.

La Navidad, es reconocer la aventura de Dios en la tierra. Verlo como niño envuelto en pañales, acogido con exquisito apego por María. En suma, el Dios hecho hombre se nos muestra con la sencillez, inocencia y la ternura de un niño.

(C) Exaudi
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