Gonzalo Martín, sacerdote y párroco de Nuestra Señora del Carmen en Benalmádena Costa, España, comparte con los lectores de Exaudi este artículo sobre la Natividad de María, celebrado cada 8 de septiembre.
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Del Nacimiento de la Virgen María, dicen poco o nada los Evangelios, aunque si se hacen eco de tal acontecimiento los apócrifos, pero la sabia intuición del pueblo cristiano, hace que éste 8 de septiembre, bajo distintas y variadas advocaciones, tal acontecimiento salvífico, sea conmemorado en pueblos y ciudades. Conmemorar el nacimiento de la Virgen María es como celebrar que lo divino se hace humano, y que las promesas de salvación, a través de éste nacimiento, empiezan a cumplirse y verse realizadas.
Mientras el mundo seguía dando importancia a otros acontecimientos, Dios abre el camino del cumplimiento de las profecías mesiánicas, acercándose a Joaquín y Ana, para bendecirles en su esterilidad, y concederle el don sagrado de la vida, engendrando, gloriosa y santamente y dando a luz a la que iba a ser la alegría para el mundo porque era preparar ya el nacimiento del mismo Hijo de Dios.
Por este motivo, la natividad de la Virgen María es día especialmente de gozo, porque así se llevaba a realidad lo que anunciaron los profetas, convirtiéndose en esa “escalera” que unió el cielo con la tierra (Hch 28,12) y a la vez esa “puerta cerrada” (Ez 44,2) que únicamente fue traspasada por Dios para visitar a su pueblo y liberar a su gente.
San Juan Damasceno nos dice: “Que el día de la Natividad de María es festividad de alegría universal, pues a través de Ella se renovó todo el género humano, y la aflicción de la madre Eva se convirtió en alegría”.
La Liturgia de este día nos remarca cómo María Nace para ser la “Casa de Dios” y la “Puerta del cielo, simbolizando la unión entre lo divino y lo humano y por ese motivo Ella será llamada Bienaventurada a lo largo de todas las generaciones, como escuchamos en el texto del Magníficat.
Podríamos decir, sin posibilidad a equívoco, que el nacimiento de la Virgen María nos recuerda, de una manera muy concreta, que Dios nos ha elegido para una misión desde toda la eternidad.
La misión de María, comienza en este día de su natividad, porque va a ser por medio de Ella como Dios se encarne y sirviéndose de Ella, descienda a la tierra, convirtiéndose en instrumento divino para concretar la llegada del Salvador.
De esta forma, vemos la fiesta de la Natividad de la Virgen María, como la epifanía de la Nueva Alianza, sustituyendo como nuevo Templo espiritual al antiguo templo de piedra donde se realizaban cruentos sacrificios y pasa Ella a ser esa morada, llena de benevolencia, para dar cabida en Ella misma como símbolo de la Iglesia, al mismo Hijo de Dios.
La natividad de la Virgen María, no deja de ser ese pre-anuncio de la Redención, regeneración de la humanidad caída, ya que al nacer la nueva Eva (María) será engendrado el nuevo Adán (Cristo)
Como cristianos, debemos celebrar con gran alegría y gozo el nacimiento de la Virgen María, porque de Ella salió el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.
Si en nuestra vida familiar, celebramos con entusiasmo el don de la vida, cuando llegan nuestros cumpleaños, con cuánta más razón, cada 8 de septiembre debemos gozarnos con alegría cristiana, en la conmemoración del nacimiento de nuestra Madre.
Decía San Buenaventura: Dios puede hacer un mundo mayor, pero no puede hacer una madre más perfecta que la Madre de Dios.
Que toda la Iglesia se alegre y se goce en la Natividad de María, que es para el mundo esperanza y aura de salvación, limpia de pecado y llena de todas las gracias.
Felicidades María. Con tu Natividad comienzan a cumplirse todos nuestros anhelos y promesas de salvación.
¡Feliz cumpleaños, Madre!