El 9 de agosto se cumple el 78º aniversario del bombardeo atómico de Nagasaki, el segundo de la historia, después del de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Nagasaki era entonces el centro más importante de la comunidad católica japonesa, con una historia que se remonta al siglo XVI, compuesta de persecuciones, pero también de una comunidad que durante siglos mantuvo la fe en silencio, bautizando en secreto a sus hijos aunque no pudieran acceder a la Eucaristía por falta de sacerdotes, tal como informa la agencia Fides.
Y fue en Nagasaki, en 1597, donde veintiséis católicos fueron martirizados y fue también en esa ciudad donde otros cincuenta y seis creyentes fueron asesinados en 1622.
La bomba nuclear estalló a quinientos metros de altura, a medio kilómetro de la Urakami Tenshudo, la catedral de la Inmaculada Concepción, cuyas agujas habían sido tomadas como punto de referencia por los pilotos del B-29 que descargó la bomba de plutonio, llamada «Fat Man».
En ese momento, había en la catedral unos treinta fieles que se confesaban para prepararse dignamente a las celebraciones de la Asunción. La catedral destruida era la mayor iglesia católica de Asia, edificada en 30 años.
La bomba atómica de Nagasaki mató instantáneamente a cuarenta mil personas e hirió a setenta y cinco mil. Y a finales de 1945 habían muerto setenta y cuatro mil personas.