Será una Navidad sin celebraciones, hecha sólo de silencio, oración y solidaridad con los pobres, los enfermos y los indigentes. Los católicos de Myanmar vivirán así la fiesta de la Encarnación de Dios, mientras su nación está devastada por la guerrilla, la violencia, los asesinatos, el sufrimiento, y mientras los desplazados internos siguen huyendo a los bosques, debido al conflicto civil que hace estragos.
Tal y como informan las cartas pastorales y los mensajes navideños -enviados a la Agencia Fides– dirigidos por varios obispos a los fieles de sus respectivas diócesis (entre ellas las de Yangon, Mandalay, Pathein y Pyay), la Navidad de 2021 se celebrará con “espíritu de cercanía a las personas que sufren”, inspirándose en la frase bíblica “alegraos con los que están contentos y llorad con los que lloran” (Rom 12,15), como dice San Pablo en la Carta a los Romanos. “Dado que muchas personas en Myanmar lloran hoy lágrimas amargas, también nos solidarizaremos con ellas”, dice el obispo Alexander Pyone Cho, en una carta pastoral. El obispo dirige al pueblo de Dios en la diócesis católica de Pyay, que incluye el estado de Rakhine, donde la minoría étnica rohingya vive en zonas protegidas e inaccesibles. La comunidad católica del estado -como la de otros estados birmanos donde los cristianos son mayoría o constituyen minorías significativas- vivirá esta Navidad esencialmente a través de la Eucaristía solemne y la Misa de medianoche, celebrando así la presencia del Emmanuel, el “Dios con nosotros”.
Todos los demás actos sociales, las fiestas callejeras, las procesiones… y todas las compras de material que no sean estrictamente necesarias – informa la carta enviada a todas las parroquias por el obispo Pyone Cho – se desaconsejan vivamente. Los sacerdotes, las monjas, los religiosos y los laicos utilizarán los pocos fondos y los mínimos recursos disponibles, destinándolos a iniciativas de reparto, donación, asistencia y consuelo “para las personas que han huido de sus casas, han encontrado refugio en los bosques y están sufriendo, debido a la persecución militar en Myanmar”.
En los estados donde los fieles cristianos birmanos son mayoritarios, como el estado de Chin, en el oeste del país, y el estado de Kayah, en el este, miles de personas pasarán la Navidad en los bosques o en campamentos habilitados con refugios improvisados tras huir de sus casas a causa de la campaña militar llevada a cabo por el ejército, que arrasó pueblos para sacar a la “Fuerza de Defensa del Pueblo”, nacida de los civiles en oposición a la junta militar tras el golpe de estado del 1 de febrero. Los soldados también han atacado a civiles, y a veces a iglesias, acusados de apoyar u ocultar a los rebeldes. Miles de personas, incluidos sacerdotes, monjas y laicos, han tenido que abandonar las iglesias y huir a zonas más seguras.
Varias parroquias de la diócesis de Loikaw, en el estado de Kayah, han sido abandonadas debido a la intensificación de los combates en los últimos seis meses, informan fuentes locales de Fides. Las cuatro diócesis de Hakha, Kalay, Loikaw y Pekhon se han visto gravemente afectadas y los bautizados viven un inmenso sufrimiento, en condiciones totalmente precarias, como desplazados internos. Todas las Iglesias instan a los fieles a realizar actividades de caridad en Navidad, mientras que a las organizaciones humanitarias nacionales (como Cáritas) o internacionales no se les permite llevar ayuda, debido a las severas restricciones militares. Los grupos de derechos humanos acusan a los militares de cometer “crímenes contra la humanidad” porque se niegan a permitir que se lleve ayuda humanitaria a los desplazados internos (200.000 en los estados de Kachin, Kayah, Chin, Karen y Shan), especialmente a los ancianos, las mujeres y los niños en estado de extrema pobreza y vulnerabilidad.