La relación entre la Iglesia y la mujer es compleja. En los años recientes ha llegado incluso a ser tensa. Así, muchos de los desfiles del 8 de marzo llevan incluidos, como parte del paquete, el ataque o la vandalización de templos católicos. ¿Qué reclaman las mujeres a la Iglesia? En realidad, toda una batería de temas. Sin pretensiones de exhaustividad podemos enumerar los siguientes: la oposición de la Iglesia al aborto, el rechazo del sacerdocio femenino, el hecho de que Dios se haya hecho hombre –Jesucristo-, y no mujer; el mismo sustantivo “Dios”, que es masculino; la profecía del Génesis, donde dice que el varón dominará a la mujer (Génesis 3, 16), el suponer que, para la Iglesia, la principal función de la mujer es traer hijos al mundo y cuidar de su casa, y un largo etcétera.
Como se ve, el contencioso no es sencillo. La lista de agravios es grande y, en definitiva, la cosmovisión del mundo y de la realidad son diversas. La visión feminista es antagónica respecto del catolicismo, la visión católica busca en cambio tender puentes, ver lo que tenemos en común, analizar los campos en los cuales no vamos a estar enfrentados, sino que podemos ir de la mano; en síntesis, poner más el acento en lo que nos une, que en lo que nos separa, sin negar que existen rubros donde no parece posible un punto de encuentro próximo, como podría ser el caso del aborto.
¿En qué temas podemos ir de la mano? En primer lugar, en la denuncia de la violencia contra la mujer. La Iglesia enseña que la mujer tiene la misma dignidad que el varón, y que debe ser respetada en toda su integridad. La Iglesia denuncia proféticamente tanto el feminicidio, como toda otra forma de violencia ejercida contra la mujer, ya sea física o psicológica. Es decir, traduciéndolo a términos religiosos, considera estas prácticas como un pecado grave, además de ser un delito. Hay muchas estructuras en la Iglesia universal, ya sean oficialmente católicas, o promovidas por personas católicas, que dan apoyo e incluso asilo a las mujeres víctimas de la violencia.
La Iglesia, durante el pontificado de Francisco, ha hecho sinergia con la autoridad civil en muchos lugares, para oponerse a la trata de personas. La lucha contra la trata es clave en la mente de Francisco; y la Iglesia ha ofrecido su estructura para sacar a muchas mujeres de esta red y reinsertarlas en la vida social. Ha sido profética su denuncia de la prostitución. En forma semejante, la Iglesia defiende también la dignidad femenina al oponerse, enérgicamente, a los “vientres de alquiler”, por considerar esta práctica contraria a la dignidad de la mujer. Muchas mujeres, tristemente, se ven orilladas a este tipo de prácticas por motivos económicos. La Iglesia, ofrece albergues, terapias y capacitación profesional, para que las mujeres pobres no cedan a este tipo de tentaciones.
La doctrina sexual de la Iglesia, tan vilipendiada por muchos grupos feministas, puede, sin embargo, ir de la mano con bastantes de ellos, al condenar la pornografía. Considera esta práctica, tan difundida en el mundo actual, como un modo de infravalorar a la mujer, de convertirla en objeto de placer; una forma de instrumentalizarla para satisfacer los más oscuros anhelos del varón. La pornografía, que tiende muchas veces a ser agresiva, minusvalora a la mujer. Es verdad que sobre este tema no hay consenso en el feminismo, pues unas corrientes defienden que la mujer tiene derecho sobre su propio cuerpo y debe ser libre de decidir si se dedica o no a la prostitución y/o la pornografía, mientras que otras corrientes feministas ven en estas dos prácticas, un claro ejemplo de machismo cultural.
Estas tensiones, entre feminismo e Iglesia, también han servido para “actualizar a la Iglesia”, haciéndola más sensible a los legítimos reclamos de la mujer. Así, por ejemplo, la Santa Sede defiende el derecho de la mujer a realizarse en la esfera pública y a acceder a los más altos cargos de gobierno o alcanzar los más elevados estándares de formación académica. Al mismo tiempo sensibiliza al varón para que desempeñe, al mismo nivel que la mujer, las tareas del hogar. Promueve que la mujer estudie, y que participe en la Iglesia. Considera, sin embargo, que tener hijos no se opone a la realización personal de las mujeres, y que, al oponerse al aborto, también defiende a la mujer, pues más de la mitad de los abortos son de niñas.