Místicas del siglo XX

La Iglesia se enfrenta, con relativa cadencia, al escándalo de lo sobrenatural

Mosaico de la muerte de Cristo. Iglesia del Santo Sepulcro © martherobin.com

La Iglesia se enfrenta, con relativa cadencia, al escándalo de lo sobrenatural. Con una especie de pudor institucional –contra lo que pudiera pensarse-, recela de todo aquello que se sale del orden natural de los acontecimientos. Las miradas ingenuas y críticas se dan la mano en este punto; pues ambas perspectivas contradictorias coinciden en suponer que la Iglesia abusa de lo sobrenatural como una estrategia propagandística, cuando en realidad, sucede todo lo contrario. La Iglesia institucionalmente desconfía de todo aquello que tenga el sello de lo sobrenatural, de lo que se salte las reglas normales del juego en nuestra existencia.

En efecto, la Iglesia no facilita los procesos de canonización de personas que han sufrido fenómenos místicos extraordinarios. Al contrario. Y subraya siempre que, si beatifica o canoniza a alguien, no es por los fenómenos extraordinarios que haya tenido, sino por las virtudes heroicas encarnadas en su vida. Antes de aceptar un hecho extraordinario, la Iglesia, como institución sabia y añosa, piensa mal. Es decir, indaga si no son producto del engaño, o del histerismo, o de algún padecimiento psicológico.

En esa línea, los procesos de canonización de las personas que han sufrido fenómenos místicos, son más complejos, si cabe, que los de aquellos qué no las han experimentado. Dos ejemplos de canonizaciones no sencillas de místicos del siglo XX, son los del Padre Pío de Pietrelcina y los de Gema Galgani. El primero duró muchos años, y tanto en vida como después de muerte, fue considerado por algunos personajes eclesiásticos, como un impostor. En el caso de Gema Galgani, el papa Pío XI una vez reconocidas sus virtudes heroicas, pidió el parecer de dos eclesiásticos prominentes, sobre la oportunidad de su beatificación, dada la abundancia de fenómenos sobrenaturales en su vida. Dicho mal y pronto, tanto en su vida, como después de ella, los fenómenos místicos y sobrenaturales juegan más en su contra que en su favor.

¿Cómo explicar esta paradoja? Cabe suponer que Dios quiere mandar un mensaje fuerte a una humanidad herida de secularismo y cientificismo. Cuando pensamos que dominamos o tenemos el control de todo lo real, Dios nos envía mensajeros elegidos que, por decirlo de algún modo, se saltan todas las reglas del juego. Rompe así los estrechos moldes de nuestra racionalidad, mostrándonos de manera contundente cómo existe todo un rico e inexplorado filón de la realidad, reluctante a nuestro control o dominio, que es todo el ámbito de lo sobrenatural. Dicho abreviadamente, nos golpea en nuestro orgullo racionalista o, más positivamente, nos ayuda a encuadrarlo dentro de un marco más amplio, cargado de sentido.


En esta línea, están abiertos los procesos de dos mujeres místicas del siglo XX, cuyas vidas están cargados de fenómenos sobrenaturales, lo que lleva a la autoridad competente a extremar las medidas de precaución y, por lo tanto, a frenar de alguna forma el desarrollo del proceso. Una mística es alemana, Teresa Neumann, y la otra francesa, Marthe Robin. Ambas fueron estigmatizadas, es decir, recibieron en su cuerpo las marcas de la Pasión de Cristo; las dos experimentaron la inedia, es decir, la ausencia de alimentación, su única comida, por años, fue la Eucaristía.

Teresa Neumann

Teresa Neumann nació en 1898 y murió en 1962. En 1926 recibió los estigmas, los cuales mantuvo hasta su muerte. Tuvo también el extraño fenómeno de llorar lágrimas de sangre, pero quizá el fenómeno místico más provocativo de su vida es el de la inedia: desde 1922 hasta su muerte, en 1962, su único alimento fue la Eucaristía. No sólo no comía, sino que, desde 1926, tampoco bebía. Actualmente su proceso está en la fase inicial, es “Sierva de Dios”.

Marthe Robin

Por su parte, Marthe Robin nace en 1902 y muere en 1981. También ella sufrirá los estigmas de la Pasión de Cristo, todos los viernes, desde el 2 de octubre de 1930. También ella se las arreglará para vivir sin alimento, comiendo únicamente la eucaristía, fenómeno que durará todo el tiempo que estuvo enferma, es decir, más de 60 años. Ella va un poco más adelantada en su proceso de beatificación, y desde 2014 es declarada “venerable” por el Papa Francisco.