Para el padre Raúl Ortiz Toro, de la arquidiócesis de Ibagué y director del Departamento de Doctrina y Promoción de la Unidad de los Cristianos de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), el Motu Proprio Traditionis custodes (Custodios de la Tradición), que redefine el uso del Misal preconciliar, va más allá de la cuestión del latín.
En entrevista con ADN Celam, el licenciado en Teología Patrística e Historia de la Teología asegura que “no es solo una cuestión de latín porque, en realidad, el latín es lo de menos. Incluso, en la actualidad, el sacerdote puede celebrar en esta lengua la Santa Misa con los libros litúrgicos renovados, entienda o no entienda el latín”.
Advierte: “Lo delicado es que, lamentablemente, el rito preconciliar se convirtió en el rito distintivo de una corriente de resistencia no solo a la reforma litúrgica en particular sino al aggiornamento (actualización) general que supuso el Concilio Vaticano II”.
Por tanto “las discusiones en torno a las limitaciones del uso del rito latino en su antigua forma extraordinaria son solo la punta del iceberg de un ánimo contestatario que incluye el rechazo del ecumenismo, la sinodalidad, el ejercicio de la ministerialidad laical y otros logros del Vaticano II”.
“Esta tendencia ha sido llamada tradicionalista y llega a considerar al Concilio Vaticano II como falto de la inspiración del Espíritu Santo y una traición a la verdadera Iglesia de Cristo. En la página oficial de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X se lee que “desde el Concilio Vaticano II, de hecho, sopla un viento revolucionario que corrompe la fe, el culto y la moral”, acota.
¿Qué significa para la Iglesia el Motu Proprio Traditionis custodes?
“En primer lugar quisiera hacer referencia al aspecto formal como ha sido presentado el documento: se trata de un Motu Proprio que es como se designan las disposiciones del Papa que surgen de su propia iniciativa luego de un atento examen; este dato ya nos da a entender que el Pontífice ha estado muy interesado en un tema fundamental para la Iglesia como lo es la unidad de la lex orandi es decir, de la liturgia.
Para la Iglesia en general la Traditionis custodes significa un llamado de atención sobre las formas de dar culto a Dios que deben ser “en espíritu y en verdad” como lo afirma el evangelio de San Juan 4, 23. Yo, haciendo una interpretación dogmática, veo que el Señor nos invita a que le tributemos un culto concorde con una fe sincera y una recta doctrina.
No puede haber fractura entre lo que se cree y lo que se celebra sino que deben ser un conjunto armónico con lo que se vive y lo que se ora; y esto vale tanto para aquellos que gustan celebrar con el Misal de San Pío V como para los que celebramos siguiendo la reforma litúrgica con el Misal de San Pablo VI.
Lo anterior lo afirmo porque creo que deberá llegar el momento en el que el papa también se pronuncie oficialmente sobre los abusos litúrgicos de quienes pretenden celebrar fuera del sentir de la Iglesia tras la reforma conciliar.
De todos modos, para finiquitar la respuesta, este documento hace parte de la lista de intervenciones de los últimos papas sobre un asunto importante: lograr que la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por el obispo Lefebvre, reconozca el Concilio Vaticano II como válida expresión de la Tradición de la Iglesia y no como una traición a ella.
¿Por qué no es solo una cuestión de latín?
San Pío V logró tras el Concilio de Trento (1543-1565) consolidar un Misal Romano unificado pues no había existido hasta el momento una determinación al respecto; su Misal es el de la unidad de la Iglesia en un momento neurálgico ya que la Reforma Protestante amenazaba con fraccionar no solo la institucionalidad eclesiástica sino la integridad eclesial.
La liturgia tridentina es, en su esencia, antiherética, anticismática, antiparticularista pues buscó unificar criterios y defender la solemnidad con la que deben celebrarse los misterios de la fe. En 1962, con ánimos renovadores, San Juan XXIII aprobó una nueva edición del Misal de San Pío V sin avizorar del todo que el Concilio por él convocado traería como consecuencia una reforma litúrgica general.
Ahora bien, siendo justos, también hay que considerar que no todos los afines a la celebración de la liturgia preconciliar son contradictores del dicho Concilio o del papa Francisco.
Los hay afectos al pontífice, reconocedores de la unidad de la Iglesia, defensores, incluso, de la reforma postconciliar pero se sienten más compenetrados con la tradición litúrgica expresada en el Misal de San Pío V.
La Iglesia debe manifestar ahora, hacia ellos, una especial acogida y brindarles los medios suficientes para que se sientan parte de su Iglesia Madre.
¿Quién fue el obispo Marcel Lefebvre que se resistió a seguir la reforma creando la Fraternidad Sacerdotal San Pío X? ¿Todavía sigue vigente esta fraternidad?
El obispo francés Marcel Lefebvre asistió al Concilio Vaticano II, primero como obispo de Tulle (Francia) y, luego, como superior general de la Congregación del Espíritu Santo a la que pertenecía.
A diferencia de los demás obispos participantes (aproximadamente 2.400 de todo el mundo), el obispo Lefebvre consideró que el Concilio no salvaguardaba la plurisecular Tradición de la Iglesia y decidió no aceptar las Constituciones Conciliares.
Cuando fue aprobada la reforma litúrgica de 1970, Lefebvre decidió fundar la Fraternidad Sacerdotal San Pío X para congregar a algunos sacerdotes y seminaristas que eran afines a sus ideas.
En 1976 fue suspendido a divinis, es decir, recibió una pena canónica que le impedía celebrar lícitamente los sacramentos. En estas condiciones ordenó en 1988 válida pero ilícitamente, es decir, sin mandato pontificio, a cuatro sacerdotes y los cinco recibieron al día siguiente la excomunión.
Por este motivo, desde 1988, se inició un camino de diálogo más visible – pues lo hubo antes de manera más discreta – con esta Fraternidad que ha contado con varios capítulos: al día siguiente de la excomunión se creó la Comisión Ecclesia Dei para acoger a aquellos afectos a la Fraternidad que quisieran seguir unidos al Sucesor de Pedro, “conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas”.
En 2007, con el Motu Proprio Summorum Pontificum el papa Benedicto XVI dio una concesión amplia a quienes quisieran celebrar con el Misal preconciliar facilitándoles su uso sin necesidad de permiso alguno de parte de la Sede Apostólica o del ordinario (obispo o superior).
Ahora, en 2021, el papa Francisco con su Motu Proprio consideró que la liturgia preconciliar no podía ser considerada una forma extraordinaria de la liturgia de la Iglesia y limitó su uso de manera ostensible.
Con respecto a la vigencia de esta Fraternidad su presencia va en aumento con el paso de los años y en muchas diócesis desde 2007 se han creado parroquias personales que se congregan bajo el rito tradicional.
No todas hacen parte de la Fraternidad pero esta se encuentra en aproximadamente sesenta países y podría tener unos 500 sacerdotes y al menos 200.000 fieles.
¿Por qué hay sectores que cuestionan el Motu Proprio, incluso la autoridad del Papa?
Los cuestionamientos más comunes provienen de sectores que han encontrado en la liturgia preconciliar un modo particular de vivencia de su fe. No podemos generalizar etiquetándolos como cismáticos y tienen todo el derecho a expresar sus inquietudes y a ser escuchados en la Iglesia.
Sin embargo, no podemos olvidar que, como el papa Francisco lo explica en una carta adjunta al Motu Proprio, dirigida a todos los obispos, la evaluación de los límites y los alcances de Summorum Pontificum inició en 2010 y que en 2020 hubo una consulta de la Congregación para la Doctrina de la Fe a todos los obispos del mundo.
Tras la cual se llegó a la conclusión que las concesiones de 2007 en lugar de incrementar la unidad de la Iglesia la disminuía, porque se habían acrecentado las diferencias y permanecía la resistencia a aceptar no solo la reforma litúrgica sino el mismo Concilio Vaticano II.
Considero que estos sectores no han contado con una suficiente formación que esté basada en una hermenéutica de la continuidad; ha faltado hacer a un lado la autorreferencialidad y leer con espíritu humilde a San Vicente de Lerins y sus principios para identificar la originalidad del cristianismo.
Aquel “siempre, por todos y en todas partes” ha de entenderse no como continuidad irreductible de unas formas sino como lo entendió San John Henry Newman en su Ensayo sobre el desarrollo de la Doctrina Cristiana: como la identidad doctrinal que se convierte en criterio eclesiológico concluyente gracias al cual se descubre la continuidad entre las enseñanzas apostólicas y las actuales.
¿Qué grupos en Colombia y en América Latina conoce usted que usen la liturgia romana preconciliar?
Seguramente haremos una consulta a nivel de la Iglesia colombiana sobre la existencia o no de parroquias personales creadas en razón del uso del rito preconciliar y de “grupos” – como los llama el Motu Proprio – afines a esta liturgia.
Existen, por supuesto, pero no hay hasta el momento un dato oficial consolidado. Ahora, más que nunca, la Iglesia debe entender que en su conjunto son un “grupo” pero que, de manera particular, son fieles laicos y sacerdotes que buscan a Cristo y que necesitan ver a su Madre y Maestra como facilitadora de la comunión eclesial. Se trata de un desafío doctrinal y ecuménico rodeado de una espiritualidad de la misericordia.
¿Qué se puede hacer para que imperen los sentimientos de unidad en torno a este tema?
Como historiador y teólogo debo decirle a los que se sienten afectados por la disposición pontificia que deberían recibir este Motu Proprio evitando alarmismos y disponiéndose evangélicamente a leer los signos de los tiempos.
El mismo papa Francisco expresó en Evangelii Gaudium (222-237) que el tiempo es superior al espacio, la unidad debe prevalecer sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea y el todo es superior a la parte; esta hermenéutica permitiría trabajar a largo plazo, “sin obsesionarse por resultados inmediatos”.
Las decisiones del Papa han de llevar a estos grupos y personas a la pregunta sobre el estado de la unidad con la Iglesia, sobre el estado de autocrítica, sobre la resistencia o no al Romano Pontífice.
Por esto mismo no es absurdo pensar que, en el futuro, un papa vea, nuevamente, en el rito pretridentino, una forma extraordinaria de la lex orandi, pero esta vez no como instrumento para encaminarlos a la unidad sino como resultado de un proceso de conversión pastoral y disciplinar que los llevó a consolidarla.
Parafraseando a Hipócrates podríamos decir: Ecclesia longa, vita brevis; es decir, la Iglesia tiene una larga historia mientras nuestra vida es breve. Durante dos mil años la Iglesia ha vivido no una sino varias situaciones semejantes; el diálogo debe construirse con la humildad de la escucha sobre el esplendor de la verdad, sin falsos irenismos.