El P. Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de este, domingo 18 de agosto de 2024, titulado “Mi carne es verdadera comida”.
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En los domingos anteriores la Palabra nos había hablado de la sed de plenitud y felicidad que tenemos todos y como tantas veces vivimos insatisfechos, cansados, agobiados… Y Jesús nos decía: Trabajad por el alimento que perdura… invitándonos a descubrir que ni el dinero, ni el poder, ni el placer, ni el trabajo, ni el éxito… podrán llenar jamás tu corazón.
Tú estás creado a imagen y semejanza de Dios… y tu corazón solo hay Uno capaz de llenarlo del todo: el Señor. ¡Nadie te ama como Él!
El domingo pasado veíamos a Elías caminando por el desierto cansado y desanimado, como vamos tantas veces nosotros, y cómo el Señor, que está siempre cerca de nosotros, le envía un ángel que le dice: ¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.
Pero ¿qué hay que comer? Y hoy Jesús nos da la respuesta: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre… El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Esta Palabra te invita a descubrir que tú no te das la vida a ti mismo. Que tus fuerzas son pocas, aunque a veces te parezcan muchas. Y que necesitas ser salvado. O mejor, necesitas acoger la salvación que Jesucristo ya ha ganado para ti con su muerte y resurrección.
Necesitas comer a Jesucristo. No podemos vivir sin la Eucaristía. En la Eucaristía, Jesús, desde la cruz, nos atrae a todos hacía sí y nos convierte en sarmientos de la vida, que es él mismo. Y, entonces, permaneciendo unidos a Él daremos fruto, porque sin mí no podéis hacer nada.
Participar en la Eucaristía no es simplemente estar un ratito en la Iglesia. Participar en la Eucaristía es vivir unidos a Jesucristo, de modo personal, íntimo, profundo: viviendo en su cuerpo, que es la Iglesia; escuchando y acogiendo su Palabra; participando en su sacrificio de amor, dando la vida por los hermanos; obedientes a la voluntad del Padre y amando como Cristo nos ha amado, viviendo con sus mismos sentimientos y actitudes. Es tomar cada día la cruz y seguirle a Él por donde Él quiera llevarnos, dejándonos llenar de su Espíritu.
Y entonces aparecerán en tu vida los frutos del Espíritu, que habita en ti: La Sabiduría: saborearás la vida de cada día, porque la mirarás con los ojos del Señor; la alabanza porque gozarás de la presencia del Espíritu consolador; la confianza: porque los que buscan al Señor no carecen de nada; podrás vivir en la voluntad del Señor.
Y así, con la cruz del discípulo, podrás vivir agradecido, porque _no hay nada ni nadie que me pueda separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
¡Ven Espíritu Santo!