Enrique Soros, comunicador social y enviado especial de Exaudi en México para la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe , ofrece este artículo sobre este gran evento eclesial que da comienzo hoy, 21 de noviembre de 2021, con una Misa en la Basílica de Guadalupe.
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América Latina se dispone a celebrar su primer asamblea eclesial de la historia. Hasta ahora han tenido lugar cinco asambleas generales del Episcopado de América Latina y el Caribe: En 1955 Río de Janeiro, Brasil; en 1968 Medellín, Colombia; en 1979 Puebla, México; en 1992 Santo Domingo, República Dominicana, y en 2007 Aparecida, Brasil.
Pero esta es la primera vez que toda la Iglesia de Latinoamérica está invitada a participar. El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) tenía interés en realizar una sexta conferencia general de obispos, pero el Papa Francisco no juzgó oportuno que tuviera lugar en este momento, dado que observaba que los lineamientos y las propuestas de Aparecida no se habían cumplido. Por eso creyó conveniente que en lugar de realizar una asamblea general, tuviera lugar una eclesial, involucrando a todo el Pueblo de Dios.
La Asamblea Eclesial tiene formato híbrido. De los mil asambleístas que participan, un grupo lo hace en forma presencial, mientras que otros de forma virtual. Todos ellos tienen el mismo valor y responsabilidad en su calidad de asambleístas.
El programa de este primer día consiste en una Misa a las 11 de la mañana en la Basílica de Guadalupe, en la ciudad de México, presidida por Mons. Miguel Cabrejos, obispo de Trujillo, Perú, y presidente del CELAM.
Metodología pastoral
Todos los asambleístas compartirán la misma metodología de trabajo, que consiste en diferentes dinámicas. Se compartirá a la mañana el sentido del día concreto. Las reflexiones partirán desde la Palabra de Dios, que ilumina, y se la bajará a la realidad desde la vida concreta.
Luego los grupos de discernimiento tendrán una sesión de trabajo. Posteriormente se sistematizarán las aportes y se entregarán conclusiones generales. A la vez, se dará tiempo para reflexiones y el compartir testimonios, que bajarán a la realidad los aportes ofrecidos.
Todos los días se celebrará la Santa Misa y habrá paneles, momentos de piedad popular y otros encuentros orantes de reflexión.
El sentido de cada día
Cada día estará marcado por una meta concreta. El verbo con el que comienza cada objetivo, expresa el espíritu de la jornada concreta. Así el lunes, se trata de disponer el corazón para discernir en común. El día martes, de enfocar la mirada sobre los desafíos para la Iglesia en América Latina y el Caribe a la luz del discernimiento comunitario. El día miércoles la idea es identificar y proponer las invitaciones que hace el Señor como Orientaciones Pastorales Continentales. El día jueves se tratará de depurar las invitaciones que hace el Señor para la misión como Iglesia en América Latina y el Caribe. El viernes el objetivo será elegir, en discernimiento sinodal, los nuevos caminos que el Señor invita a seguir y construir. Y el sábado, se tratará de emprender como discípulos misioneros de Jesús estos nuevos caminos eclesiales en América Latina y el Caribe bajo el amparo de María de Guadalupe. El próximo domingo finalizará la Asamblea con una Misa en la Basílica de la Virgen de Guadalupe.
Los grupos de discernimiento están integrados por no más de 12 personas de toda diversidad en cuanto a país de origen, edad e identidad ministerial en la Iglesia, y sus miembros permanecerán en el mismo grupo en todo el proceso de la asamblea.
Salir del absolutismo y el clericalismo
Muchos esperan que esta asamblea pueda llegar a ser un ejemplo para otras iglesias regionales, nacionales, diocesanas y parroquiales y para todo tipo de comunidad eclesial. No es fácil salir de la concepción de una Iglesia que ha sido monolítica por demasiados siglos, que por tanto tiempo ha indicado “lo que hay que hacer”, donde un clericalismo acentuado asfixió la vida, donde estructuras y textos se absolutizaron en perjuicio de una relación personal con Jesús en una comunidad de hermanos, y de una espiritualidad en la libertad de los hijos de Dios.
Ante obvios riesgos de exageraciones, abusos y desvíos, se ha preferido en muchos casos limitar, coartar, y “educar” en escuelas donde el temor de Dios impedía conocer a ese mismo Dios, que por definición es amor, padre, cercanía y encuentro.
Arrodillarse ante la realidad del Jesús sufriente en el hermano
Los desvíos existen, los abusos también. Son inherentes a toda relación humana. Lo que Jesús nos enseña es que el riesgo vale la pena, y que un buen educador, por esencia, regala libertad y enseña con amor, o sea, comparte los dones de Dios. No impone, sino que escucha, motiva al discernimiento y educa con el ejemplo.
Luego de 2.000 años la Iglesia se encuentra en esta encrucijada. Algunos grupos con mucho poder empujan para atrás. La clave para ubicarlos es su confrontación constante y nada amistosa con el Papa Francisco. Son incapaces de entender el alma humana. No se percatan de que sin arrodillarse, abajarse humildemente ante la realidad del hermano que tienen delante, ante el Jesús pobre, sufriente, herido, desgarrado, violentado, rechazado, angustiado, jamás podrán comprender ni la Doctrina, ni las Escrituras, ni el Magisterio, porque estos están al servicio de la vida, no al revés.
Volver al encuentro personal y profundo con Jesús y la comunidad
Dios quiera que este proceso de escucha y discernimiento, de valorar, respetar e inclinarse ante la realidad de cada hermano, de cada hermana, nos permita, con todas nuestras incapacidades, limitaciones y fallas, y a la vez, genialidades y dones, volver a la esencia del ser cristiano, que no es ideología, ni fanatismo ni política, sino la conversión del corazón en una profunda entrega generosa a Dios y a los hermanos en humildad y amor.
Todos deben ser escuchados con apertura de corazón. A la vez, todos deben escuchar con la misma apertura. Es la regla básica del cristianismo. Encuentro de corazones, con Dios y con la comunidad.