En el mundo empresarial, las actividades deben hacerse siempre en equipo. No es posible que una persona pueda remontar los retos de una organización contando solo con sus fuerzas y energías. De hecho, si un grupo de personas se une: forma una organización es, porque se requieren para sacar adelante un encargo.
Por eso todo trabajo en una organización demanda de un conocimiento de los demás. Una demanda que será implícita en la mayoría de los casos, y explícita cuando se tenga la posibilidad de seleccionar el equipo.
Un documento antiguo de McKinsey recoge los resultados de una investigación a través de encuestas a directivos sobre las cualidades que hacen que un directivo sea capaz de guiar una organización hacia el éxito en un medio de cambio e incierto. Este documento señala que una de estas cualidades es la capacidad de formar equipos de liderazgo extremadamente ejemplares.
Quizás no nos hayamos preguntado antes por el modo como cada uno de nosotros respondemos a este requerimiento de la organización, pero pienso que sí conviene, porque podemos actuar con prejuicios o de modo espontáneo y sin un fundamento en la realidad. ¿Es lo mismo conocer la realidad física que conocer a una persona? ¿podemos conocer realmente a las personas? ¿Qué podemos conocer de ellas?
El conocimiento material se satisface ordinariamente cuando uno llega al qué es esa realidad. Lo cual no siempre es asequible. Hay muchos elementos de la realidad física que aún no podemos decir qué son. No podemos responder, por ejemplo, qué es la materia o qué es la energía. Otro conocimiento de la realidad es saber el porqué de algo. El conocimiento científico del mundo material es el conocimiento de sus causas; y así, por ejemplo, conocemos que hay una diferencia de presión entre la superficie superior y la inferior de un objeto que viaja a una velocidad dentro de un fluido. Y este conocimiento ha permitido diseñar el tamaño de las alas de avión que ahora nos permiten movernos por el aire.
En el conocimiento de la realidad física, nos encontramos con algunas dificultades. Que la realidad no sea percibida en toda su real magnitud, porque la herramienta del cognoscente no es la adecuada o porque la posición desde la que el cognoscente observa la realidad distorsiona el contexto que desea conocer. Es difícil conocer el entorno nuclear, porque se perturba con facilidad dicho entorno, sumamente pequeño para el observador. Y en medicina, hay aún muchas cuestiones sin una explicación completa, porque no se cuenta con las herramientas adecuadas.
Si se nos presentan complicaciones con el conocimiento del universo material, el conocimiento de las personas es aún más complejo. En dicho conocimiento, hay muchos ámbitos que quedan ocultos a la observación. Preguntémonos, ¿Qué significa conocer a alguien? ¿conocemos a alguien cuando sabemos su talla, su peso, el color del pelo, la forma de su cara? Sin embargo, en ocasiones nos confiamos en esa información. En otros casos, vamos a dimensiones más profundas y nos fijarmos en las expresiones que tienen cuando estamos con esa persona: si sonríe, si es conversador y ocurrente, si es divertido.
Pero también vamos un poco más allá. Y tratamos de averiguar qué dominios tiene. Si tiene unos conceptos claros; si además, tiene experiencia en un tipo de tarea que desearíamos confiarle; si es rápido en el modo de pensar; si es reflexivo. Pero aún, podemos ir a mayor profundidad, y preguntarnos por la amplitud de sus criterios para tomar una decisión, por el nivel de su cultura: amplia o angosta, por el conocimiento que tiene de la realidad local, por las soluciones que daría a los problemas del sector o del entorno.
Al conocer a alguien, hay una tercera dimensión por la que preguntarse: los hábitos que esta persona tiene. Una persona muy extrovertida, con un trato muy grato, puede ser, al mismo tiempo, alguien poco capaz para asumir responsabilidades. O una persona muy reflexiva, puede ser alguien que le cueste mucho tomar una decisión. El Keirsey Temperament Sorter, una evaluación del temperamento utilizada por más de 100 millones de personas de más de 170 países solo analiza en su caracterología las fortalezas del interesado. Como Claudio Rivera señala en su libro Personal and Career Development, una vez identificadas las fortalezas, se conocen inmediatamente las principales debilidades.
Pero ni el conocimiento de la dimensión física, ni de la dimensión cognoscitiva, ni de la dimensión del dominio de hábitos es suficiente para conocer a una persona. Por eso, pienso que nos deberíamos interesar por identificar qué realmente nos permite conocer a alguien. Me parece, además, que nos conviene pensar de modo personal en esta cuestión; y por eso, ahora no voy a recoger lo que considero que la respondería. Dejo la pregunta abierta; y más aún, animo a quienes lean este artículo a que se la hagan a sus amigos y compañeros. ¿Cómo conoces tú a alguien? ¿Qué criterios tienes para conocer a alguien? Pienso que será un buen ejercicio…